¡Que regresen los barcos!
La flotilla enviada por el Gobierno al golfo Pérsico debe dar media vuelta, a menos que termine integrada en una operación humanitaria de la UE y de la ONU, como ayer pidieron todos los partidos, salvo el PP. Ésta es la propuesta que debería llevar Ana Palacio mañana a Bruselas, a la reunión de los ministros europeos con Colin Powell. Pero no será así. Enrocado en su mayoría absoluta, Aznar no parece dispuesto a rectificar su rumbo de apoyo a una guerra cada día más cruenta. Sin duda, Bush había convencido a Aznar de que ésta sería una guerra fácil y rápida para EE UU. La realidad es la contraria. Y puede darse el caso de que la flotilla llegue a territorio iraquí con la guerra aún en curso, lo que equivale a formar parte de las fuerzas beligerantes. Quedaría así en una inevitable situación de subordinación a los mandos militares de EE UU, y no de mera "coordinación", como pretende presentarlo el ministro de Defensa, en misiones militares de apoyo, aunque no de combate.
El Gobierno ni siquiera ha explicado bien los objetivos y medios de esta flotilla. El pasado 21 de marzo, el Consejo de Ministros tomó la decisión de enviar lo que denominó una misión humanitaria con un apoyo logístico que ahora no sabe si necesita o no. Por no saber, ni siquiera sabe cuál es su destino definitivo. Ayer mismo, cuando partieron de Torrejón 168 militares para la dotación de estas unidades, el director general de Política de Defensa señaló que la flotilla, que se encuentra ya en Yibuti, se desplazará ahora "probablemente" a Um Qasr.
El texto pactado ayer por toda la oposición, al que se opuso el PP, se enmarca en esta línea de moralidad y sensatez, y diferencia acertadamente entre la crítica a la decisión política y el apoyo a los militares españoles y a su profesionalidad. Al apoyar la guerra y mandar este destacamento, Aznar está actuando a la vez de pirómano y bombero. Más razonable hubiera sido la ayuda humanitaria tras el rechazo a la guerra. Hace bien la oposición en querer parar la guerra y en pedírselo al Gobierno, pero es un propósito quimérico desde los escaños del Parlamento, no por el objetivo en sí, sino porque la capacidad de Aznar de influir es nula. Aznar no puede parar la guerra pero puede y debe evitar que entren en ella soldados españoles, aunque sea en misiones sanitarias.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.