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Crónica:GUERRA EN IRAK | Matanza de civiles
Crónica
Texto informativo con interpretación

"¡Has matado a una familia!"

Éste es el relato del periodista de 'The Washington Post' que estaba en la zona de la matanza de civiles en un control de carreteras

A medida que un vehículo todoterreno sin identificar se aproximaba rápidamente al cruce vigilado por las tropas de la 3ª División de Infantería, el capitán Ronny Johnson se empezó a alarmar cada vez más. Desde su posición en el cruce, llamó por radio a uno de sus pelotones adelantados de vehículos de combate M2 Bradley para alertarlo de lo que describió como una amenaza potencial.

"Haced un disparo de advertencia", ordenó al seguir acercándose el todoterreno. Entonces, con una urgencia cada vez mayor, dijo al pelotón que disparara una ráfaga de ametralladora de 7,62 milímetros contra el radiador del vehículo. "¡Dejad de hacer tonterías!", gritó Johnson a través de la radio de la compañía cuando vio que todavía no se tomaba ninguna acción. Finalmente, gritó a todo pulmón "¡Paradle, Red 1, paradle!".

"¡Acabas de matar a una familia por no hacer un disparo de advertencia a tiempo!"
Los oficiales de EE UU ofrecieron una cantidad de dinero para compensarles
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Esa orden fue seguida de inmediato por los estampidos del fuego de cañón de 25 milímetros lanzados desde uno o más de los Bradley. Se escucharon cerca de media docena de disparos en total.

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"¡Alto el fuego!", gritó Johnson a través de la radio. Entonces, al mirar con sus prismáticos al cruce de la carretera 9, bramó al jefe del pelotón: "¡Acabas de matar a una familia por no hacer un disparo de advertencia a tiempo!".

Así fue como, en un día cálido y brumoso en el centro de Irak, la niebla de la guerra descendió sobre la Compañía Bravo.

Quince civiles iraquíes estaban apiñados dentro del Toyota, según los oficiales, junto con todas las posesiones que pudieron meter en el abarrotado vehículo. Diez de ellos, incluidos cinco niños que aparentaban tener menos de cinco años, murieron en el acto cuando las ráfagas de fuerte explosivo golpearon el objetivo, informó la compañía de Johnson. De los otros cinco, un hombre resultó herido de tanta gravedad que los médicos no esperaban que sobreviviera.

"Ha sido lo más horrible que he visto en mi vida, y espero no volverlo a ver nunca", dijo el sargento Mario Manzano, de 26 años, un médico militar. Contó que una de las mujeres heridas estaba sentada en el vehículo cogiendo los cuerpos mutilados de dos de sus niños. "No quería salir del coche", dijo.

La tragedia ensombreció a la compañía mientras se asentaba en las posiciones que había ocupado el domingo en este tramo clave de la carretera 9, en el cruce con un camino que lleva a la ciudad de Hilla, a unos 23 kilómetros al este, cerca del río Éufrates. El Toyota venía de esa dirección cuando fue tiroteado.

Superar esta espantosa escena fue una experiencia nueva para muchos de los soldados estadounidenses desplegados aquí, que debatieron cómo se podría haber evitado la tragedia. Muchos decían aceptar la explicación del jefe del pelotón a Johnson en la radio militar de que habían realizado, de hecho, dos disparos de advertencia, pero que el conductor no había parado. Y todos estaban crispados, como reconocieron, después de que cuatro soldados de EE UU muriesen por la explosión de la bomba de un suicida el sábado, en un control muy parecido al suyo, a sólo 32 kilómetros al sur.

En un día de combates esporádicos, los soldados de la Compañía Bravo tenían sus propias razones para estar crispados. El Bradley del oficial de operaciones del Tercer Batallón, el comandante Roger Shuck, fue alcanzado por una granada propulsada por cohetes a unos tres kilómetros al sur de Kerbala. Nadie salió gravemente herido, pero Shuck tuvo después dificultades para respirar, según los médicos.

Durante el día, los iraquíes lanzaron descargas periódicas de mortero sobre las tropas estadounidenses, y las milicias y soldados iraquíes trataron de penetrar las líneas norteamericanas. Los estadounidenses dispararon misiles contra las baterías de mortero, mientras los helicópteros Apache descendían sobre el árido terreno en busca de la situación de otras armas enemigas.

Fue al final de la tarde, después de un día defendiendo sus posiciones, cuando los hombres de la Compañía Bravo vieron el Toyota azul acercándose por la carretera y reaccionaron. Después del tiroteo, los médicos evacuaron a los supervivientes a las líneas estadounidenses al sur. Una mujer escapó sin un rasguño. Otra, con heridas superficiales en la cabeza, fue llevada en helicóptero a un hospital de campaña cuando se supo que estaba embarazada.

Johnson dijo después que había sospechado en un principio que el conductor podía ser un hombre bomba, porque no se comportaba como los demás al aproximarse al cruce. "Todos los demás vehículos se paraban y se daban la vuelta cuando nos veían", dijo. "Pero éste continuaba acercándose".

El teniente coronel Stephen Twitty, comandante del Tercer Batallón, dio permiso a tres de los supervivientes para volver al vehículo y recuperar los cuerpos de sus seres queridos. Los médicos dieron al grupo 10 bolsas para cadáveres. Los oficiales estadounidenses ofrecieron una cantidad de dinero sin especificar para compensarles. "Querían enterrarlos antes de que los perros llegaran a ellos", dijo el cabo Brian Truenow, de 28 años.

Para evitar que volviese a ocurrir, Johnson ordenó colocar señales en árabe para advertir a la gente de que pare antes de llegar a los Bradley que guardan el acceso este del cruce.

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