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Tribuna:GUERRA EN IRAK | La opinión de los expertos
Tribuna
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Canales de influencia

Paul Krugman

En general, las últimas manifestaciones a favor de la guerra no han atraído a tanta gente como las manifestaciones en contra, pero desde luego han sido vehementes. Una de las más sorprendentes tuvo lugar después de que Natalie Maines, cantante de las Dixie Chicks, criticara al presidente Bush: una multitud se congregó en Luisiana para ver cómo un tractor de 15 toneladas aplastaba una colección de discos, cintas y demás parafernalia de las Dixie Chicks. Para los familiarizados con la historia europea del siglo XX recordaba terriblemente a... Pero como dijo Sinclair Lewis, aquí no puede pasar. ¿Quién ha estado organizando esas manifestaciones a favor de la guerra? Resulta que la respuesta es que han estado promovidas por personajes claves de la industria radiofónica, con estrechos vínculos con la Administración de Bush.

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La protesta para triturar discos fue organizada por KRMD, que forma parte de Cumulus Media, una cadena de radio que ha prohibido a las Dixie Chicks en sus listas. Sin embargo, la mayoría de las manifestaciones del país a favor de la guerra han sido organizadas por cadenas propiedad de Clear Channel Communications, un gigante con sede en San Antonio que controla más de 1.200 emisoras y que va dominando progresivamente las ondas. La empresa alega que las protestas, bautizadas como "Manifestación por América", son reflejo de la iniciativa de emisoras individuales. Pero no es muy probable: según Eric Boehlert, autor de reveladores artículos sobre Clear Channel en Salon, la empresa es famosa -y muy odiada- por su férreo control centralizado.

Hasta ahora, las quejas sobre Clear Channel se han centrado en sus prácticas comerciales. Los que la critican dicen que usa su poder para explotar a las compañías de grabación y a los artistas, y que contribuye a la creciente insulsez de las cuñas de emisión. Pero ahora parece que la empresa utiliza su influencia para ayudar a un bando en una disputa política que divide profundamente a la nación.

¿Por qué se metería de esta forma en la política una empresa de medios de comunicación? Podría ser sencillamente una cuestión de convicción personal de la directiva. Pero también hay buenos motivos para que Clear Channel -que ha magnificado su tamaño en los últimos años, después de que la Ley de Telecomunicaciones de 1996 suprimiera muchas limitaciones sobre la titularidad de los medios de comunicación- busque el favor del partido en el poder. Por una parte, Clear Channel está recibiendo ciertas presiones: está siendo demandada por presunta amenaza de limitar el espacio en las ondas de los artistas que no hacen giras con su división de conciertos, y hay incluso algunos políticos que quieren hacer retroceder la liberalización que hizo posible el crecimiento de la empresa. Por otra parte, la Comisión Federal de Comunicaciones está valorando la posibilidad de una mayor liberalización que permitiría a Clear Channel crecer aún más, especialmente en televisión.

O quizá el toma y daca tenga un enfoque más concreto. Los "bushólogos" más experimentados emitieron un "¡ajá!" colectivo cuando se descubrió que Clear Channel estaba detrás de las manifestaciones a favor de la guerra, porque los altos ejecutivos de la empresa tienen toda una historia con George W. Bush. El vicepresidente de Clear Channel es Tom Hicks, cuyo nombre puede que resulte familiar a los lectores. Cuando Bush era gobernador de Tejas, Hicks era presidente de Investment Management Co., empresa conocida como Utimco, perteneciente a la Universidad de Tejas, y el presidente de Clear Channel, Lowry Mays, estaba en el consejo de administración. Bajo el mando de Hicks, Utimco colocó gran parte de los fondos de la universidad bajo la gestión de empresas que mantenían fuertes lazos con el Partido Republicano o la familia Bush. En 1998, Hicks compró los Texas Rangers en un negocio que convirtió a Bush en millonario.

Aquí pasa algo. No está muy claro de qué se trata exactamente, pero supongo que estamos presenciando la fase siguiente en la evolución de una nueva oligarquía estadounidense. Como escribió Jonathan Chait en The New Republic, en la Administración de Bush "el Gobierno y la empresa se han fundido en un gran nosotros". Los intereses comerciales mandan prácticamente en todos los aspectos de la política interior: "Montones de delegados de nivel medio... ahora supervisan industrias para las que antes trabajaban". Deberíamos habernos dado cuenta de que es una calle de doble sentido: si los políticos se entretienen en conceder favores a las empresas que les apoyan, ¿cómo no esperar que las empresas correspondan con favores a esos políticos, por ejemplo, organizando manifestaciones "populares" en su nombre?

Por supuesto, lo que hace posible todo esto es la ausencia de una vigilancia eficaz. En los años de Clinton, el más mínimo indicio de falta de decoro se convertía rápidamente en un gran escándalo; estos días, es más probable que los chismosos vayan a por los periodistas que hacen preguntas. En cualquier caso, ¿es que no saben que hay una guerra en marcha?

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