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Columna
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La suerte

Qué suerte tienes amigo lector, amiga, por no estar en este momento detenido/a. Qué suerte grande la tuya, que no te hallas entre barrotes, aunque sólo sea por unas horas, rodeado/a de pederastas y narcotraficantes, de jueces corruptos y de violadores, de mafiosos del Este y de ladrones del Oeste, de criminales de género y de famosos prebostes -laicos o clérigos- de la ingeniería financiera. Qué suerte que ignores la insana compañía de quienes matan en nombre de la etnia. Que alegría que desconozcas el cansino rancho de las mazmorras. Su horario de convento, su tristeza infinita.

Qué suerte que no estés en el cuartelillo porque podías estarlo. Simplemente por pura suspicacia. Porque puedes ser un delincuente. Pongamos, uno que cae en la tentación de quedarse con lo que no es suyo. Bush y Blair, y creo que también Aznar, saben que tú, sí tú, eres muy capaz de transgredir la ley aunque eso te parezca inconcebible. Por poner un ejemplo, ellos sospechan que si tú fueras el encargado de compras de una empresa, no sería descartable que accedieras a cobrar dinero bajo mano a cambio de elegir a un determinado proveedor. Y ellos también saben, porque la carne es débil y el imperio muy fuerte, que tú puedes llevarte, sin pagar, un libro de una mesa de novedades, un disco de una tienda de música o una prenda en un comercio de ropa. Tantas perversas incitaciones que existen, y que deben ser vigiladas.

No entiendo, pues, por qué no compartes con ellos, con Bush y los demás, la invasión de Irak, donde, por otra parte, tanto empiezan a sufrir las tropas del eje del bien. Ellos lo han hecho por pura prevención: para que Sadam no delinca. Para que no caiga en la tentación. Y poco importa que lleve doce años sin atacar a sus vecinos ni a ningún otro país. Eso es irrelevante, porque lo decisivo no es que lo haga, sino que pueda hacerlo. Del mismo modo que aunque tú no peques contra el séptimo mandamiento, lo inquietante es que puedas tener alguna vez la oportunidad de pecar. Porque todos somos malhechores en potencia, y para Bush casi en acto. Rumsfeld incluso cree que basta con los malos pensamientos. ¡Qué suerte tienes!

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