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Reportaje:

El mito de los templarios

La Fundación Caixa Sabadell presenta una exposición que recorre 700 años de historia de los monjes guerreros

Hará unos 700 años, el maestro templario Jacques de Molay fue quemado en la hoguera, en una pequeña isla del río Sena, acusado de herejía. La máquina inquisitorial, liderada por el rey francés Felipe IV -con graves problemas económicos y celoso del patrimonio de los templarios- y el papa Clemente V, había arrancado, a fuerza de torturas, confesiones de todo tipo de corrupciones morales a los monjes templarios. Pero De Molay no quiso dejar el mundo sin lanzar una sentencia: antes de un año, sus ejecutores, Felipe IV y Clemente V, se reunirían con él. Y así fue. No habían pasado ni dos meses cuando el papa pereció víctima de una larga enfermedad. Seis meses después le seguiría Felipe IV, que murió en un extraño accidente de caza. Nacía así una leyenda, aunque poco imaginaba De Molay que su orden acabaría etiquetando botellas de vino, bautizando rutas turísticas y dando nombre a restaurantes y juegos de rol.

La Fundación Caixa Sabadell ha organizado una exposición itinerante que pretende dar a conocer la historia de estos caballeros de cabello corto, largas barbas y bigotes, que lucían, como distintivo, una cruz roja en el pecho. Bajo el título 700 años después. Els cavallers del Temple o la vigència d'un mite, los arqueólogos Jordi Rovira y Àngels Casanovas resumen, en 60 ilustraciones, la historia de los monjes guerreros. Los dos comisarios se han pasado tres años recopilando información. "El objetivo es poner al alcance de todo el mundo lo que explican libros muy densos", resume Casanovas.

El itinerario empieza con la historia de los nueve caballeros franceses que en 1118 crearon esta orden con el objetivo de proteger a los peregrinos que visitaban Tierra Santa y acaba con el fin de los templarios, entre 1313 y 1317. La decisión del rey francés de ejecutar a De Molay tuvo un efecto dominó: se practicaron más de 3.000 detenciones y se requisaron los bienes que los templarios tenían en Gran Bretaña, España, Italia, Hungría e Irlanda. Mitos, misterios y leyendas envuelven a estos monjes, que dedicaban una parte importante de su tiempo no a rezar, sino a entrenarse y guerrear. Fotografías de sus castillos, abundante iconografía de sus instrumentos y reproducciones cartográficas, con escenarios y recorridos, aportan luz sobre la historia de los monjes guerreros.

A través de un corto itinerario, el visitante descubre que fue el tercer rey de Jerusalén, Balduino II, quien los convirtió en defensores y protectores del "camino de los peregrinos". Les dio casa, su palacio, en Jerusalén, a un tiro de piedra del templo de Salomón. Una vez establecidos, los templarios empezaron una campaña "publicitaria" en Europa, explica Casanovas. No tan sólo consiguieron nuevos adeptos, sino la aprobación del concilio de Troyes y recursos económicos. Nobles y reyes les dejaron castillos y tierras, y los templarios demostraron sus buenas dotes financieras. En 1131 convencieron al conde Ramon Berenguer III, cinco días antes de su muerte, para que entrara en la milicia. Los templarios fueron bien acogidos en la Península, ya que eran útiles en la Reconquista y en la lucha contra el islam.

Berenguer les dejó una importante herencia: la fortaleza templaria de Miravet, que domina el curso bajo del río Ebro y que se erigió como símbolo de la resistencia templaria en tierras catalanas. Otro vestigio templario es el castillo de Monzón, donde Jaume I fue educado entre 1214 y 1217. Según Casanovas, en Cataluña la depuración de templarios fue más "civilizada que en Francia y se les concedió una pequeña pensión para vivir el resto de sus días".

700 años después. Els cavallers del Temple o la vigència d'un mite puede visitarse en la sala de exposiciones de Caixa Sabadell hasta el próximo 31 de mayo. Después, la historia de este disciplinado y elitista ejército, con profundas convicciones religiosas, recorrerá otras poblaciones catalanas.

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