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Crítica:MEMORIAS DE UN PENSADOR
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

¡Que no decaiga la fiesta...!

Félix de Azúa

Voy a comentar un libro sincero y honesto, de modo que prefiero empezar diciendo la verdad: Fernando Savater (FS) es amigo mío. Sabemos, sin embargo, que un amigo es aquel que soporta nuestras opiniones, por muy contrarias que sean a las suyas, sin sentir ofensa. En consecuencia, me habría gustado hablar mal del libro para demostrar el cariño que le tengo. No me ha sido posible. He cavilado todas las maldades posibles, sin éxito. Quede claro que si escribo elogios de su libro, eso no significa que haya disminuido mi aprecio por FS. Vivimos en un país tan raro...

Es norma reconocida que sólo escriben sus memorias aquellos que han vivido experiencias fuera de lo común. Jefes de Estado, estafadores, estrellas del balón, generales, comisarios... En fin, la crema de la sociedad. Esto sucedía antes, cuando los lectores buscaban entrever en las vidas ajenas una más verdadera, emocionante y criminal, que a ellos les había sido negada. Las cosas han cambiado y en la actualidad todas las vidas son verdaderas y seguramente criminales, pero no hay manera de saberlo porque las están pasando todo el día por la tele, de modo que muchos lectores buscan lo contrario: una biografía que ilustre sobre lo extraordinario de sus vidas comunes. Y eso van a encontrar si leen la biografía de FS, una vida la mar de normal, pero dirigida por un vicio enorme, descomunal, como el sexo de aquel argentino. Y ese vicio es la alegría.

MIRA POR DÓNDE. BIOGRAFÍA RAZONADA

Fernando Savater

Taurus. Madrid, 2003

424 páginas. 25,83 euros

Más información
"Todo lo que me pasa es por haber leído 'El Capitán Trueno"

No es que a FS no le hayan sucedido cosas, que no haya vivido dramas, de hecho su vida es una de las más dramáticas que conozco porque lleva años condenado a muerte, no como el resto de la humanidad, sino porque unos mentecatos quieren matarlo para que Euskadi sea libre. Así y todo, lo interesante de su vida no son los dramas o los sucesos, sino la capacidad para vivirlos sin renunciar a toda la felicidad posible. Lo asombroso es que nadie haya podido apearle de su buen humor ni en la peor de las circunstancias, como cuando le interrogaban en las comisarías franquistas y tenía que esforzarse para no hacer chistes con los guardias.

Como salgo en el libro, les voy a contar aquella vez que nos detuvieron en la frontera de Francia. Los policías revolvieron las maletas en busca de propaganda comunista, pero sólo encontraron un libro de Klossowsky. Animado por tamaño descubrimiento, el funcionario gritó: "¡Aquí lo tengo, señor comisario, un panfleto de Klotrotsky!". Las carcajadas de Fernando son contagiosas. Pero aquellas risas nos costaron caras. Nos retuvieron un día entero, desnudos de cara a la pared, y sólo nos soltaron porque no sabían qué hacer con nosotros. La risa de FS es un arma letal.

¿Cómo ha conseguido este

individuo mantener la moral en todo tiempo y lugar durante casi sesenta años? Es inexplicable. Para empezar, tuvo una infancia rotundamente feliz, lo cual es uno de los motivos de depresión más frecuente entre los adultos. Esa infancia, en su San Sebastián del alma (y ahora del cuerpo) (del cuerpo de seguridad, quiero decir), está morosa y amorosamente descrita en el primer cuarto del libro. Por entonces, claro, descubrió la maldad, porque FS es alegre pero no tonto. Como era feo y leía libros, en el colegio le apedreaban y perseguían. Le siguen persiguiendo, pero ya no por feo sino por malo. Aquellos acosos le enseñaron a vivir por su cuenta y gracias a ellos no ha pertenecido a ningún gremio, mafia, partido, identidad o jauría. Va por libre, algo tremendamente arriesgado para un intelectual que trate de sobrevivir en cualquier rincón de la península Ibérica.

Su infancia termina cuando la familia se traslada a Madrid. Vaya batacazo. Y empieza su actividad política contra los matones. En aquella época los matones eran muchos más, pero mataban menos. Así y todo, mataban. Por ejemplo a Enrique Ruano, a quien dedica unas páginas magníficas. La vida universitaria, el descubrimiento de la filosofía, de los alucinógenos, de los amigos, de los maestros, de la sal de la vida, culminan con la muerte de Franco. El talento de FS para las anécdotas es fabuloso. Cuenta que durante las elecciones de 1982 el amado Juan García Hortelano iba feliz de grupo en grupo diciendo: "¡Ganan los nuestros! ¡Dentro de dos horas nos encontramos en el mostrador de Iberia para vuelos internacionales...!".

La última sección del libro se

refiere, con bastante pudor por cierto, a su actual condición de perseguido político. Es estupendo que cuando el amenazado de muerte es Salman Rushdie tantos intelectuales, modistas, actores de cine e incluso ministros, se preocupen por su salud. En cambio, con FS... ¿verdad? Y con todos los otros, porque son más de mil los condenados a muerte en el País Vasco. Pero, claro, eso es cosa de vascos, ¿no? Hace unos días, un inconmensurable imbécil escribía en La Vanguardia que los de ¡Basta Ya! proferían berridos en sus manifestaciones. El delicado oído de este patriota catalán se sentía ofendido porque los condenados a muerte no se dejan matar en silencio. Los judíos lo hacían mejor.

¿Estamos hablando de un héroe? ¡Ni soñarlo! Justamente, lo que hace admirable la vida de un ciudadano corriente como FS es que no tiene ni un gramo de héroe: "Para conocer el auténtico coraje de alguien es preciso saber el valor con que se enfrenta a lo que de veras él teme, no a lo que suelen temer los demás. Y yo, como Lord Jim, bien sé que soy fundamentalmente cobarde cuando apremia lo que me espanta" (página 337). Entonces, ¿cómo lo aguanta? Pues con alegría, una virtud casi inexistente en este tiempo de agravios, plañideras, quejicas y llorones. ¿Y cómo se consigue no ser un cenizo? El autor mismo nos lo explica: "Mientras que los demás necesitan tomar de vez en cuando la poción mágica que multiplica las fuerzas al disipar las brumas existenciales, yo puedo prescindir de ella porque -como Obélix- me caí en la marmita de pequeño" (página 243).

Así es. Hay que caerse en la marmita. La vida de FS es como la poción mágica. Y su sentido, el de aquel verso inmortal: "¿Era esto la vida? ¡Volvamos a empezar!".

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Sobre la firma

Félix de Azúa
Nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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