Las rancheras y tangos del 'boom'
Un disco reúne canciones interpretadas por García Márquez, Fuentes y Cortázar
"Llegó el momento en que decidimos que ya podíamos sacarlo a la luz pública". ¿Y qué podía divulgarse ya después de 20 años de celoso ocultamiento? Pues que los sobresalientes escritores latinoamericanos Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes y Julio Cortázar (1914-1984), además de maestros literarios, cantaron y grabaron rancheras y tangos en París. Su divulgación en disco corre a cargo de la agente literaria catalana Carmen Balcells. "Y el boom tiene su historia musical también", recuerda a este diario el autor mexicano Carlos Fuentes.
Las rancheras son abordadas por García Márquez y Carlos Fuentes, y los tangos argentinos por Julio Cortázar, una de cuyas piezas aparece en Trottoirs de Buenos Aires, el disco que el escritor realizó en Francia. "A mí me tocó un día irme muy lejos / pero no me olvidé de las veredas / pero no me olvidé de las veredas. / Aquí o allá las siento en los tamangos / como la fiel caricia de mi tierra. / Cuánto andaré por ahí hasta que pueda / volver a verlas". Julio Cortázar nació en Bruselas en 1914, de padres argentinos, y pasó su infancia en la bonaerense Bánfield. Enseñó en la Universidad de Cuyo hasta renunciar al cargo por desavenencias con el peronismo. En 1951 se alejó de su país.
"Pues ahí estamos los tres", dice Fuentes. Ahí está el trío, en una improvisada grabación, recordatorio de una reunión excelente y de notables virtudes interpretativas, efectuada en casa del creador de Rayuela, afincado en la capital francesa, donde trabajó de traductor de la Unesco. Gabo, Fuentes y Cortázar fueron grandes amigos. El CD recogerá las rancheras a dúo en una cara y en la otra los tangos de Cortázar, que cuando se encontraba en Buenos Aires los compraba en las tiendas de la calle Corrientes, "la que nunca dormía".
No hubo necesidad de ensayar el best seller en ciernes. La práctica era intensa en cenas y tertulias, y además García Márquez y Fuentes se saben de carrerilla los corridos de la revolución mexicana (1910-13), desde Valentín de la sierra, El hijo desobediente o Benjamín Argumedo.
"Valentín de la sierra es el que más nos gusta y el que nos sale mejor", destaca Fuentes. Valentín fue de los hombres que inventaron la revolución mexicana. Fue fusilado y colgado en la sierra. Antes de llegar al cerro, quiso llorar a la Virgen de Guadalupe, clamar que por su devoción le mataba el Gobierno: "Vuela, vuela palomita / párate en ese fortín / éstas son las mañanitas / de un hombre valiente que fue Valentín".
Julio Cortázar se entregaba al tango, como nadie, recuerda el autor de La Silla del Águila, diestro a su vez en la ópera italiana y en otros géneros. "Cantaba con una pasión muy grande". Enrique Fliess escribió que a Cortázar le gustaba el tango, pero manifestó la ambivalencia propio de algunos los intelectuales ante los fenómenos de la cultura popular. Conforme pasaron los años y el voluntario exilio, a media de que la nostalgia se agrandaba, aquel tango querido pero no aceptado anidó en sus emociones. "Julio se reconcilió definitivamente con el suburbio y el centro, y también (¿por qué no?) con la orquesta del colorado De Angelis que cantaba ad infinitum al Taladro banfileño".
El documento que prepara Balcells es histórico e inédito. "Quizá se tenga que poner música de fondo. No sé lo que Carmen quiera hacer con la grabación. Ella se encarga de todo y busca el mejor asesoramiento. No sabemos todavía la casa discográfica que lo editará, lo dejamos todo en sus manos. Yo hago la segunda voz en el dúo con García Márquez".
Fuentes precisa que Gabo es un gran bailarín. "Es un maestro del merengue, de la salsa. Yo, en cambio, sé bailar tango muy bien". El ex presidente Ernesto Zedillo (1994-2000) es testigo de su destreza. La exhibición ocurrió en Montevideo, en una cena ofrecida por el entonces presidente uruguayo Julio Sanguinetti al presidente mexicano Ernesto Zedillo. "Sanguinetti salió a bailar con su esposa porque es también un gran bailarín. Los mexicanos estábamos todos sentados. Yo le dije a mi mujer: 'Mira, yo aprendí a bailar tango a los 15 años en Buenos Aires. Vamos a bailarlo". Lo bailaron y el presidente Zedillo gritó: "¡Carlos ha salvado usted el honor de México!".
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