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Reportaje:LA HORA DE LA GUERRA | Irak, en el día del ataque

"Llegó la hora del cambio"

En la tensión de las horas previas al ataque, los iraquíes empezaban a decir lo que llevan muchos años callando

Francisco Peregil

El ataque llegó esta mañana, cuando ya casi amaneceía. Poco antes de que el cielo quedara fulminado por las bombas, los iraquíes empezaban a hacer ya las primeras críticas a Sadam Husein. Fuera del restaurante se había desatado una tormenta de arena de las que empañan las gafas dentro de las casas. El viento ululaba como si quisiera tronchar las palmeras. Era más de la una en la madrugada. La amenaza de los bombardeos había transformado las calles. Hacía horas que no se veía un alma en Bagdad. Ese local era uno de los pocos abiertos, tal vez el único. Allí, una vez más, se habían dado cita, juntos pero no revueltos, periodistas de todas partes del mundo, estrellas de los medios de comunicación y la élite de los servicios de espionaje de Irak.

Un camión de militares pasaba por la calle. Pero la gente ni les aclamaba ni les sonreía
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El ambiente cosmopolita, una noche más, recordaba al Rick's que regentaba Humphrey Bogart en Casablanca. Es uno de los pocos sitios en Bagdad donde no resulta infrecuente ver a iraquíes hablando por teléfonos móviles; un sitio neutral donde hay que respetar ciertas pautas, como no beber alcohol. Se habían marchado todos los clientes excepto los cuatro periodistas de una mesa. En otra mesa, un tipo solitario fumaba en silencio.

De repente, aquel hombre se dirigió a los periodistas y les dijo:

-Perdónenme, señores, pero a partir de mañana ya no abriré. Si por mí fuera, abriría todos los días, no tengo miedo. Pero me voy quedando sin existencias. Me faltan los bistecs, la fruta, algunas verduras, y apenas si me quedan refrescos.

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Y así fue como empezó una conversación que muy pronto se deslizó por terrenos inimaginables hace sólo unos días atrás.

-Aquí vienen oficiales del Ejército -continuó el dueño del Rick's-. Y yo los escucho hablar. Ayer comentaban que la mitad de las balas que están repartiendo para los fusiles son defectuosas, no sirven. Mi impresión es que esta guerra no va a durar más de una semana. El Tipo no se irá. Habrá que echarlo. Es una vergüenza para el país y para el mundo árabe. Y nadie del Ejército lo va a defender. Sólo 10.000 o 15.000 soldados de la Guardia Republicana. Pero con eso no se defiende una ciudad.

Alguien le comentó que tal vez tendría que ser cauteloso con lo que decía.

-Sé con quién hablo. Pero además, ya va siendo hora de que esto cambie, de que la gente pueda viajar tranquilamente, tener dinero en el bolsillo, hablar sin miedo a la policía.

Son días en los que los más prudentes, los que han vivido durante años gracias a una aparente neutralidad, hoy sueltan lo que han ido guardando durante años.

-Y a medida que avancen los americanos -continúa el dueño del local- os iréis encontrando más y más gente como yo. Hay miedo, pero se irá venciendo.

-¿Y después, qué? ¿Qué pasará en el caso de que Estados Unidos derroque a Husein?

-Ya se verá. Pero el primer paso que hay que dar es echar al tirano. Aquí jamás habrá una guerra civil. Y lo importante será que Estados Unidos y el Reino Unido nos dejen margen de maniobra para reconstruir la nación.

-¿Qué medida va a tomar para protegerse de los bombardeos?

-Me he comprado 40 botellas de whisky. Ésa es una buena medida. Por lo demás, yo creo que las bombas serán muy precisas. Habrá bombas de sonido, que sólo pretendan asustar al Ejército. Creo que va a haber muy pocas muertes civiles.Ayer, un camión de militares pasaba por una de las calles más populosas de la ciudad. Eran unos 20 soldados con aspecto casi adolescente. Iban cantando como si de una excursión se tratara, levantando las manos y dándose palmadas en la rodillas, cánticos de victoria, de ensalzamiento del líder Sadam. Pero la gente ni los aclamaba, ni les infundían ánimos, ni les sonreía, ni los miraba. Tan sólo había indiferencia.

Voluntarios iraquíes toman posiciones en una calle del centro de Bagdad pocas horas antes de que expirara el ultimátum dado por Estados Unidos.
Voluntarios iraquíes toman posiciones en una calle del centro de Bagdad pocas horas antes de que expirara el ultimátum dado por Estados Unidos.AP

Huida a ninguna parte

En la calle de Salheeih de Bagdad aparcan los autobuses que salen hacia Siria. Ayer, más de cinco familias tenían todas sus pertenencias en las aceras. Y allí llevaban horas de pie con sus hijos. Habían salido el día antes a las cuatro de la madrugada en dirección a la frontera de Siria. Había pagado más de 50 dólares por familia. Y cuando llegaron a la frontera se encontraron con que llevaba cerrada varias horas.

"Ahora estamos intentando que nos devuelvan el dinero", explicaba la mujer. "Cuando salimos de Bagdad, ellos ya sabían que la frontera estaba cerrada. Y yo ahora me veo sin nada. Hace una semana me encontraba en Siria. Y vine sólo para sacar a mis hijos de aquí. Y ya ve, ahora en Bagdad, con los niños y sin dinero".

Otra madre de familia se negaba a hablar cuando se enteró de la nacionalidad del periodista. "Tu Gobierno está con el de Estados Unidos".

Otra familia era la de un profesor con sus cuatro hijos y su esposa. "Yo en realidad no quería irme, porque no tengo miedo. Pero mi mujer insistía y los niños también, y al final decidimos montarnos en el autobús; con tan mala suerte que ya habían cerrado la frontera para los iraquíes. Sólo pueden salir los extranjeros".

En otra parte de la ciudad, en la calle Hafilth Alkath, unos 50 taxis, en su mayoría todoterreno, reposaban después de haber hecho estos días atrás los mejores negocios desde hacía mucho tiempo. "Han sido muchas familias ricas las que han salido de Irak. Y nosotros al final pedíamos entre 700 y 1.000 dólares por llevarlos", comentaba un taxista. Pero ayer, con las fronteras cerradas, sólo aguardaban la llegada de algún hombre de negocios que tuviese un visado especial para salir.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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