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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Justificar lo injustificable

Engañosa, débil, pero comprometida, va a ser la participación militar española en la guerra de Irak. Aznar retuvo hasta ayer, en vísperas del conflicto, el anuncio de su decisión. El Gobierno no enviará fuerzas españolas en misiones "de ataque". Todo, salvo la misión preventiva de defensa de Turquía con seis F-18, se viste bajo el manto humanitario. Pero las fuerzas españolas médicas y de defensa química y bacteriológica irán con elementos de autodefensa, lo que, de hecho, puede implicarles en combate y quedar sujetos al derecho de guerra y a la nueva jurisdicción de la Corte Penal Internacional.

Aznar ha maniobrado con habilidad. Al no implicarse en acciones de "ataque", tranquiliza a su propio partido. Sorprendentemente, no provocó ayer reacción al respecto por parte de la oposición socialista. El Gobierno manda al Golfo lo que pensaba desde hace tiempo, reemplazando el portaaviones por un buque médico. Los 900 efectivos tampoco responden, afortunadamente, al nuevo papel histórico que Aznar ha querido desempeñar en la cumbre con Bush y Blair. Los británicos tienen más de 45.000 efectivos en la zona.

Sin esperar a las 48 horas dadas por Bush en su ultimátum, Sadam Husein ha respondido que no dejará el poder. La guerra es, pues, inminente. El presidente estadounidense no ha tenido reparos en enseñar al fin todas sus cartas: incluso si Sadam Husein se exiliara, las tropas de "la coalición" -así las llama EE UU- entrarían en Irak. Los discursos de Bush, Blair y Aznar han dejado en evidencia que en las Azores se pusieron de acuerdo no sólo sobre la guerra, sino también en culpabilizar a Francia de la parálisis de un Consejo de Seguridad en el que nunca consiguieron la mayoría moral de nueve votos que buscaban para poner las "cartas boca arriba", como decía Bush. Los tres se han situado en una clara ruptura de la legalidad internacional.

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Aznar, en el Congreso, no aportó ayer ningún argumento nuevo, aunque volvió a comparar el uso de la fuerza contra Irak con la guerra de Kosovo, que se libró sin mandato del Consejo de Seguridad. En este último caso, el ataque contó al menos con el apoyo de la OTAN y la UE y, sobre todo, tuvo lugar cuando ya no había otra alternativa para evitar un desastre humanitario. En Irak, es el ataque de EE UU el que puede provocar una hecatombe, y el desarme e incluso la caída de Sadam Husein podían haberse logrado sin guerra, pues la labor de los inspectores internacionales de armas estaba progresando, indudablemente bajo la presión del despliegue militar en la región. Arrogándose el papel del Consejo de Seguridad, los tres de las Azores decidieron interrumpir este proceso para ir a la guerra. "Paren la guerra y así no tendrán que hacer ayuda humanitaria", le señaló con razón Zapatero a un Aznar que se mostró en plena forma en las artes del insulto, la tergiversación y los golpes bajos, aunque sólo convenciera a los suyos.

Aznar se ha hecho cómplice de una estrategia de EE UU que vela ante todo por sus intereses, pues, según Bush, "Estados Unidos de América tiene la autoridad soberana para usar la fuerza para asegurar su propia seguridad nacional". Responde así a su obsesiva exhibición ayer de la importancia de la relación transatlántica, entendida como supeditación sin paliativos a Washington, y a su olvido sistemático y significativo de la Unión Europea. Qué diferencia con las palabras con que Robin Cook ha explicado su dimisión: "No puedo defender una guerra que no cuenta con un acuerdo internacional ni con el apoyo doméstico".

Cook alertó de que "la historia se sorprenderá de este error de cálculo diplomático". Powell anunció que la "coalición" internacional contra Irak cuenta con el apoyo de más de una treintena de países, pero la realidad es que EE UU, con todo su poderío militar, se ha quedado prácticamente solo en su guerra. Como el PP, pese a su mayoría absoluta, se ha quedado en una tremenda soledad política y social. Quienes están llevando el mundo a la guerra están cometiendo un error, que siembra la división en las relaciones internacionales y el desconcierto en unas opiniones públicas que no comprenden lo que está sucediendo.

La afirmación de Aznar de que "hemos hecho todo lo posible para la paz" es un insulto a la inteligencia. La guerra está decidida desde hace tiempo, y la participación militar española, también. El presidente del Gobierno cree que este conflicto será la crisis más determinante desde la caída del muro de Berlín, y quiere una butaca de primera fila en el nuevo reparto del poder. Aznar, sin embargo, no tiene respuesta para la creciente preocupación de la sociedad española ante este alineamiento en una guerra injustificada e injustificable que en nada favorece a los españoles y nos hará más vulnerables.

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