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AMENAZA DE GUERRA | El debate en Roma
Columna
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Somos europeos, no 'americanos'

Andrés Ortega

A los que afirman que "antes todos queríamos ser franceses y ahora queremos ser americanos", cabe responderles que no, que muchos no queremos, ni debemos, ser "americanos" (ni "antiamericanos", y perdonen los otros americanos, que son más), porque por circunstancia y vocación somos europeos. No entenderlo lleva a visiones y políticas desenfocadas, incluso desde el vértigo histórico de las Azores, que no ha sido la nueva Yalta que algunos presentaban, sino una manera de preparar el camino a una guerra que, sin duda,tendrá amplias consecuencias. Algunos en el PP, incluido Aznar, creen que el apoyo a EE UU en Irak significa el pase de España a la "primera división". Recuérdese lo que en estas páginas señalaba Carlos Fuentes: "A los Gobiernos norteamericanos, cuando se les trata con obsecuencia, responden con desprecio. Saldrán ganando, a la postre, Alemania, Francia y Rusia". No se trata de despreciar el peso de España. Pues si Aznar hubiera seguido otra política, quizás la UE no se habría dividido como lo ha hecho, ni tampoco el Consejo de Seguridad, o una OTAN en entredicho. Ahora tiene que tener cuidado en no convertir a España en un país kleenex para EE UU, no para secar lágrimas, sino para usar y tirar.

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El progreso de la UE sirve para encauzar algunos de nuestros demonios internos. Desaparezca esta dinámica y la pregunta del ¿qué es España? se reabrirá. Pues hoy España se define también como Estado miembro de la UE. Eso hemos ganado. Aznar, en su enfermiza obsesión por enterrar la obra de Felipe González, parece olvidar que recibió de su predecesor un país en unas condiciones internacionales únicas, muy superiores a nuestro peso económico, tecnológico o militar. Un capital que ha dilapidado en gran parte: las relaciones con Francia, y con Alemania; con Marruecos; el proceso euromediterráneo de Barcelona (que se dejó decaer) o las nuevas relaciones con América Latina de las cumbres iberoamericanas (que requerían imaginación para mantener viva su llama), entre otros. ¿Y ahora se quiere pasar a la primera división con 1,2% del PIB de gastos militares, estando a la cola de Europa en inversiones en I+D por habitante?

España resulta mucho más interesante para las Américas, el mundo árabe y Asia, como país impulsor de Europa que como aquiescente de EE UU. Europa va a cambiar mucho con la ampliación, pero seguirá siendo un multiplicador de influencia para España y para todos. No es un juego de suma cero. Es previsible que de su seno surja un núcleo que no puede girar sino en torno al eje de Francia y Alemania (con el Reino Unido en el terreno militar). ¿Estará España en él? El mundo parece unipolar, pero justamente uno de los objetivos de Europa es crear un polo capaz, al menos, de moderar a EE UU. Incluso Blair lo admite, pero Aznar está ya por delante de Blair en su fervor de cola del león imperial.

En la segunda parte ("¿Quién manda en el mundo?") de La rebelión de la masas (1930), el autor consideraba " un error atribuir la fuerza actual [de EE UU] a los mandamientos a que obedece. En última instancia, se reducen a éste: la técnica" (hoy diríamos tecnología). En Irak, un país relativamente pequeño para Gulliver, éste sigue apostándolo todo a su indudable superioridad técnológica, que tan útil ha resultado para derrotar a los ejércitos de Hitler o al comunismo soviético o para lanzar Internet. Sin embargo, aunque ningún imperio se ha construido sin esa superioridad, ninguno ha sobrevivido sólo con ella.

Europa inventó el siglo pasado horrores diversos, pero también -gracias al apoyo de EE UU, y las relaciones transtlánticas siguen siendo básicas-, un sistema político para compartir soberanía de lo más original y prometedor para el mundo del futuro. España y Europa tendrían algo más que enseñarle a EE UU: cómo no perder su alma liberal y parte de su idealismo y sentido común, que le llevaron a apostar en 1945 -en otro momento unipolar del mundo en que EE UU estaba triunfante- por la puesta en pie de instituciones multilaterales que ahora quiere hacer saltar por los aires. Tendrá que reiventarlas. El eje de las Azores -formado por el que manda, su primo y un despistado en la historia- no bastará para el complicado después.

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