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Reportaje:

Belgrado vive su mayor funeral desde Tito

El ministro de Exteriores griego jura ante la tumba de Djindjic que "Serbia y Montenegro formarán parte de Europa"

Políticos del Gobierno serbio, dirigentes del Partido Demócrata (DS) y el presidente de turno de la UE, el ministro de Exteriores de Grecia, Yorgos Papandreu, se conjuraron ayer ante la tumba del asesinado primer ministro, Zoran Djindjic, para llevar una Serbia democrática a Europa. Unas 200.000 personas asistieron en Belgrado a los funerales y el entierro de Djindjic en medio de un impresionante silencio, de lloros y plegarias. Al mismo tiempo, sigue la caza de los sospechosos del crimen. El número de detenidos se acerca a 200. Entre los interrogados por la policía se encuentra la cantante Svetlana Raznatovic, conocida como Ceca, viuda del tristemente célebre Arkan, notorio criminal ultranacionalita serbio, asesinado el 15 de enero de 2000 en Belgrado.

"Con tu asesinato querían matar la fe y esperanza, parar nuestro camino hacia Europa"
Hombres y mujeres de todas las edades lloraban con rostros desgarrados por el dolor
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Belgrado fue ayer un mar de lágrimas. Hombres y mujeres de todas las edades lloraban con rostros desgarrados de dolor, al borde del trayecto de casi tres kilómetros entre el templo ortodoxo de San Sava y el cementerio. El cadáver de Djindjic, envuelto en la bandera roja, azul y blanca de Serbia, quedó sepultado en la avenida de grandes hombres del cementerio de Belgrado. La capital serbia no recuerda un entierro semejante desde 1980, el del dictador Tito, que gobernó Yugoslavia desde el fin de la II Guerra Mundial.

En el cementerio y ante el cuerpo presente de Djindjic, asesinado a los 50 años, en presencia de políticos serbios del Gobierno y del Partido Demócrata (DS), que fundó el primer ministro asesinado, y de 70 delegaciones extranjeras, Papandreu expresó en términos patéticos: "Yo te juro solemnemente, Zoran, a ti y a Serbia y Montenegro, que formaréis parte de Europa". Añadió Papandreu: "El sueño de Djindjic era crear una región balcánica de paz, cooperación y estabilidad. Yo te juro que haremos realidad nuestro sueño". Y concluyó, en serbio: "Zbogom, prijatelju!" (¡Adiós, amigo!).

La ceremonia religiosa se celebró en el templo de San Sava, una gigantesca mole inacabada de cemento en el centro de Belgrado, de la que los serbios afirman que es la mayor iglesia ortodoxa del mundo. La familia de Djindjic, su esposa Ruzica, su hija Jovana, de 13 años, y su hijo Luka, de 10, se situaron a la derecha del altar, junto con los políticos serbios. A la izquierda se colocaron las delegaciones extranjeras, entre las que se encontraba el presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi, el ministro de Exteriores de Alemania, Joschka Fischer, y la ministra de Cooperación Económica, Heidi Wieczorek-Zeul, y primeros ministros de varios países vecinos, como el de Croacia, Ivica Racan, país con el que Serbia mantuvo una guerra hace ocho años, y así hasta representantes de 70 países.

También llegó al templo el ex presidente de Yugoslavia Vojislav Kostunica, quien se situó a un lado del altar y no saludó a la viuda. El gesto de Kostunica sólo permite dos interpretaciones: o un enorme despiste o que el odio entre estos dos políticos, que marcaron la vida serbia tras la caída del régimen despótico de Slobodan Milosevic, se prolonga hasta más allá de la muerte. En el cementerio Kostunica siguió la ceremonia alejado de la tumba de Djindjic y mezclado entre los periodistas. El primado de la Iglesia ortodoxa serbia, Pavle, de 87 años, llegó renqueante, apoyado en un bastón y tomó asiento en el centro del altar.

La ceremonia religiosa duró 50 minutos y la concelebraron 14 prelados ortodoxos. El obispo Anfiloquio, de la Iglesia ortodoxa serbia de Montenegro, pronunció la homilía, en la que se refirió a la sangre fraternal derramada entre serbios y relacionó la muerte de Djindjic con la de una niña de tres años que murió bajó las bombas de la OTAN en Belgrado y la de una madre de dos hijos en la ciudad kosovar de Pec. Anfiloquio recordó que Djindjic había extendido la mano pacífica a Europa y al mundo, renovó la unión de Serbia y Montenegro y lo mató el odio ciego y miope entre hermanos.

Una banda de 50 músicos, que interpretaba una y otra vez la Marcha Fúnebre de Chopin, marchaba al frente de la comitiva que recorrió el bulevar del Rey Alejandro y la calle Roosevelt hasta el cementerio. Seguían a los músicos 16 soldados en uniforme de gala azul celeste y otros 50 con traje de combate. Un coro y 50 popes precedían al atáud, arrastrado por un vehículo militar. Detrás marchaban familiares y los compañeros de partido de Djindjic.

Al paso del ataúd la gente arrojaba flores. La mayoría lloraba en silencio, sólo roto por la música fúnebre y el ruido de un helicóptero policial. Muchos de los presentes mostraban un pasquín con un retrato en color de Djindjic y una cita de sus palabras del 24 de febrero pasado, a raíz de un atentado fallido contra su vida: "Si algunos piensan que van a detener el cumplimiento de las leyes y de las reformas matándome a mí, se equivocan de medio a medio". Al pie del cartel, en mayúsculas, se leía la frase: "Serbia vive".

En el cementerio tomó la palabra el ministro de Justicia de Serbia, Vladimir Batic, que marcó la línea de los discursos posteriores. Dijo Batic: "Con tu asesinato querían matar la fe y esperanza de nuestro pueblo, pararnos en nuestro camino hacia Europa y dejarnos encadenados a los mitos orientales y el despotismo asiático". Añadió Batic: "Serbia, contigo a la cabeza, se embarcó en la ruta hacia Europa, hacia el futuro y mejores niveles de vida. Una Serbia que será respetada y apreciada en el mundo, una Serbia amada por sus ciudadanos que se sentirán orgullosos de ella".

La búsqueda de los sospechosos continúa. Se informa de casi 200 detenciones. Entre los interrogados por la policía se encuentra la popular cantante de turbofolk Ceca, esposa de Arkan. La llamada "conversación informativa" de Ceca con la policía duró una hora. El motivo: la amistad de muchos años de Arkan con Milorad Lukovic, alias Legión, el hombre más buscado por su presunta intervención en el asesinato de Djindjic.

Cientos de miles de personas acompañaban ayer el féretro del primer ministro serbio, Zoran Djindjic.
Cientos de miles de personas acompañaban ayer el féretro del primer ministro serbio, Zoran Djindjic.ASSOCIATED PRESS

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