"Tengo tristeza y dolor porque fue muy bueno para Serbia"
Millares de personas expresan su pesar en Belgrado por el asesinato del primer ministro
Miles de personas hacían cola ayer ante la sede del Gobierno de Serbia, en el centro de Belgrado, bajo un frío que calaba los huesos, para firmar el libro de condolencias por la muerte del primer ministro Zoran Djindjic.
A escasos metros del lugar donde Djindjic cayó abatido a balazos, el pueblo de Belgrado desfilaba para dejar velas encendidas, textos o flores en homenaje al político desaparecido. Algunos contenían a duras penas las lágrimas. Otros expresaban con gritos desgarradores su dolor.
Vlastimir Djoric, un anciano de 81 años, con el tradicional gorro serbio en la cabeza, el mismo que llevó su padre en Salónica durante la I Guerra Mundial en el combate contra los alemanes y búlgaros, explicaba a borbotones: "He venido a encender una vela a Slobodan (!¡), el primer ministro de Serbia, para expresar mi respeto. Tengo tristeza y dolor, porque fue muy bueno para Serbia".
Aunque se confundiese con el nombre de Djindjic, el anciano albañil jubilado, que percibe 6.700 dinares de renta (110 euros), tenía claro que los autores del crimen fueron "ladrones y criminales". "El Gobierno los esconde. Primero los arrestan y luego los dejan en libertad, cuando reciben el dinero de ellos. Como el que intentó matarlo en la carretera", agregó. Se refería el anciano al atentado del pasado 21 de febrero con un camión contra el coche en el que viajaba Djindjic y del que consiguió salir ileso.
Una gitana vendía velas de tres precios, 10, 20 y 30 dinares (0,15, 0,30 y 0,50 euros). Al llegar a la puerta de la sede del Gobierno muchos se santiguan, con tres dedos y del hombro derecho al izquierdo, como mandan los cánones de la religión ortodoxa. Otros lloran y alguno que otro se convierte en plañidera que rompe en sollozos y expresiones de dolor.
Varios carteles escritos expresan su admiración por Djindjic: "Zoran, eras poderoso, valiente, inteligente. ¡Que Dios nos perdone, si nos equivocamos!, pero eras ingenuo, porque no entendiste que por el mismo motivo crucificaron a Jesucristo. Te amábamos y respetábamos, cuando estabas vivo. Te amamos y respetamos ahora que estás muerto. Sin embargo, esto no es cierto. Tú no estás muerto. La muerte duele, pero hace renacer algo de nuevo. A ti no te pueden matar. Muerto, pero siempre vivo". El escrito llevaba la firma de Vera y Slavica Janjic. Otro cartel rezaba: "Eras nuestra ventana al mundo". Otro afirmaba: "Tirotearon al 70% del pueblo y a Karadjordje , que ha muerto por segunda vez en la persona y el cuerpo de Zoran Djindjic".
El edificio desde donde al parecer efectuaron los disparos que acabaron con la vida de Djindjic se encuentra a un centenar de metros de la sede del Gobierno de Serbia, enfrente del esqueleto gigantesco del Estado Mayor del Ejército, bombardeado durante la guerra de Kosovo y todavía una ruina en pie.
Un policía custodia la puerta del lugar desde donde actuaron los asesinos. Un hombre se le acerca y pregunta si está permitido escupir allí. El policía responde que no y el hombre se indigna: "No se puede escupir, pero se puede matar".
En las calles de Belgrado se advierte una presencia insólita de policías, armados con subfusiles Kaláshnikov. El trayecto entre el aeropuerto y el centro de la ciudad estaba ayer custodiado por una gran cantidad de patrullas policiales. El Ejército ha anunciado que coopera con la policía en las tareas de búsqueda de los criminales.
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