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El Albertina abre de nuevo con una exposición de Munch

El conjunto vienés inaugura una ampliación de 10.000 metros

Con una gran exposición del simbolista noruego Edvard Munch (1863-1944), el museo de artes gráficas Albertina, en Viena, reabre sus puertas, completamente reestructurado. Los vieneses lo celebran como el acontecimiento cultural más espectacular del año: la mayor colección de artes gráficas de Europa, que contiene 65.000 dibujos y un millón de grabados desde la época gótica, se puede ver a partir de ahora en un interior monumental, restaurado y ampliado en 10.000 metros cuadrados.

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El Museo Albertina no ha cambiado de lugar. Sigue detrás de la Staatsoper, recostado a la espalda del palacio imperial Hofburg, en la esquina del idílico jardín Burggarten. Pero todo se ha transformado. Antes aquello parecía un escondite y podía uno casi jactarse de haber tenido el acierto de descubrir sorprendentes tesoros medio olvidados por los torrentes de turistas que visitan Viena. Había que entrar por el portón de la cinemateca Filmmuseum, de buenas películas y butacas duras, y en el primer piso pasar por varios recovecos para encontrarse de pronto frente a impresionantes dibujos y litografías de Van Gogh, Durero, Goya y muchos otros.

Ahora, con lujosos materiales que van desde mármol de Anatolia Oriental hasta madera de jacarandá brasileño, el Albertina se ha vuelto elegante, acomodado a la grandilocuencia de la Viena nueva rica del siglo XXI, que saca lustre de su suntuoso pasado imperial y añade toques de arquitectura atrevida, confort tecnológico, gastronómico y comercial. La fachada lateral, destruida en la II Guerra Mundial, ha vuelto al estado original de 1822; el clasicismo de varios salones del palacio vuelve a relucir como antaño, mientras al gusto de hoy responden otros ambientes, como un restaurante y un negocio de souvenirs, obra del arquitecto de interiores Callum Lumsden, diseñador de la tienda de la Tate Modern de Londres. "El Albertina es un palacio histórico y un museo moderno", resumió el director, Albrecht Schröder. La colección lleva el nombre de su fundador, el duque Albert de Sachsen-Teschen, que gustaba del arte que le era contemporáneo, con tal acierto que todas las obras por él escogidas se convirtieron en clásicas con el paso del tiempo.

Los arquitectos Erich Steinmayr y Friedrich Mascher ganaron en 1992 el concurso para esta obra gigante, que se inició en 1998 con la construcción de la biblioteca, talleres, centros de restauración e investigación y depósitos. De las tras áreas de exposiciones, la principal fue financiada en su totalidad por patrocinadores privados del principado de Liechtenstein. El arquitecto Hans Hollein deja su trazo posmoderno en la fachada, con una hilera de ventanas redondas tipo ojo de buey, muy náuticas. El Albertina parece a punto de zarpar. También pondrá Hollein un acento en el recinto de entrada, con un techo voladizo de titanio de 65 metros, que se acabará de construir el próximo verano para dar al museo un perfil emblemático.

No se escatimó en ceremonias. Para empezar, un banquete con la reina Sonia de Noruega, en concordancia con la inauguración de la mayor exposición de Edvard Munch jamás vista fuera de Noruega. Simultáneamente se han abierto otras dos exposiciones de fotografías, una del estadounidense Robert Longo, que analiza con su cámara la casa vienesa en la que vivió y trabajó Sigmund Freud, y otra muestra que resume los primeros experimentos de la fotografía en Austria, con retratos de artistas como Egon Schiele y poses estudiadas por coreógrafos como Rudolf Koppitz.

A partir de junio, se podrá ver una exposición del fotógrafo surrealista francés Brassaï; del 4 de julio al 24 de agosto, una amplia muestra gráfica, de Rafael hasta Goya, y del 5 de septiembre al 30 de noviembre, una monográfica dedicada a Alberto Durero con más de 150 dibujos, acuarelas y litografías, procedente del Thyssen-Bornemisza de Madrid.

El Albertina posee la mayor colección gráfica de Durero. La fragilidad de los dibujos y litografías de este museo impide que las obras se expongan de forma permanente, por lo que tienen que permanecer la mayor parte del tiempo en los depósitos, que ahora disponen de la más sofisticada tecnología para la conservación.

Autorretrato de Edvard Munch en 1943.
Autorretrato de Edvard Munch en 1943.MACBA

Seres que sufren y aman

La exposición de Munch, abierta del 15 de marzo al 22 de junio, reúne 60 pinturas y 140 trabajos en papel del expresionista noruego y brinda la oportunidad de conocer variaciones sobre 23 temas clave del artista. Se ven diversas versiones de sus obras maestras, conmovedoras y a veces escalofriantes, como El grito, Madonna, El beso, Los vampiros, Los celos, las Chicas sobre el muelle, paisajes y algunos retratos. Al contemplarlas se entiende que Munch dijera: "No hay que pintar interiores ni personas que leen o mujeres que tejen. Tienen que ser seres que respiran y sienten, sufren y aman". Veinte cuadros son de la colección Albertina, los demás han sido cedidos por 30 museos y coleccionistas internacionales.

El director del Albertina indicó que eligió Munch para la reapertura del museo por tratarse de un "clásico del arte moderno" y por ser "uno de los pocos grandes artistas - junto a Durero, Rembrandt y Goya- cuya obra gráfica es más relevante que su pintura".

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