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Reportaje:

Cárcel para los rockeros de Rabat

La presión islamista ha forzado la condena de 14 músicos marroquíes por satanismo

Tocaban temas de hard rock o de heavy metal en garajes y, con el nombre de Infected Brain o Reborn, actuaban en pequeñas fiestas. Por ese delito, un tribunal de Casablanca les condenó, hace una semana, a entre un mes y un año de cárcel.

La detención, el 16 de febrero, y la posterior condena de 14 músicos, de entre 22 y 28 años, ha sublevado a la sociedad civil, desde las ONG hasta la prensa, incluida la oficialista.

El tribunal de primera instancia consideró culpables a los músicos, 13 marroquíes y un egipcio, de pertenencia a una secta satánica, quebrantar la fe musulmana y poseer objetos que atentan contra las buenas costumbres. Durante los registros, la policía se incautó de instrumentos musicales, carteles, camisetas negras con caras de demonios y discos compactos. Todos ellos se convirtieron en pruebas de cargo.

"Tememos que las fuerzas ocultas y retrógradas que se agitan en la sombra conduzcan a la sociedad hasta la crispación y el conflicto", escribía ayer L'Economiste, un diario cercano a los empresarios. El periódico aludía a la creciente presión islamista que ha podido influir a los jueces.

Las familias de los condenados, todas ellas de clase media, comparten esta opinión. En un comunicado conjunto se preguntan si el propósito de esta mascarada no consiste en satisfacer a un determinado sector, en otra alusión a los islamistas.

En solidaridad con los rockeros se están movilizando muchos jóvenes y también familias de la burguesía. Ayer convocaron una sentada ante el tribunal de Casablanca que dictó la sentencia, y la semana próxima organizarán un concierto de rock en el auditorio Maarif.

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La incomprensión del tribunal por ese tipo de música quedó puesta de manifiesto cuando uno de los jueces afirmó: "Las personas normales acuden a los conciertos con traje y corbata", en lugar de camisetas negras decoradas con símbolos de heavy metal. El mismo juez se declaró también sorprendido de que la letra de las canciones compuestas por los músicos estuviera en inglés y no en árabe, su lengua materna.

"Nuestro sistema judicial requiere la ayuda de psicólogos si [los jueces] no comprenden que los jóvenes son, en esencia, subversivos y que les gusta chocar", afirmó Driss Ksikes, director del semanario Tel Quel, que en la portada de su último número arremete contra la nueva Inquisición.

Los músicos -algunos regentaban una cafetería y otros estudiaban- recitaron durante el juicio versículos del Corán para demostrar que eran buenos musulmanes. Sus declamaciones no sirvieron de nada. Las protestas han sido más útiles.

El mismo tribunal rectificó, y puso el martes en libertad provisional a 11 de los 14 condenados, al tiempo que el ministro de Justicia, Mohamed Buzubaa, prometía intervenir, "como lo haría un buen padre", para apaciguar los ánimos.

Los islamistas, que aplauden la sentencia, han criticado, por boca de uno de sus dirigentes, Mustafá Ramid, que el ministro se salga de su papel para inmiscuirse en este asunto.

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