_
_
_
_
_
Crítica:COMER
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un joven 'chef' que convence y sorprende

ALKIMIA, restaurante barcelonés donde Jordi Vilá reinventa las recetas catalanas

José Carlos Capel

Para ser un cocinero de valía hay que tener facultades innatas. No basta con seguir un proceso de aprendizaje minucioso o recibir enseñanzas de grandes maestros. Hace falta sensibilidad, un paladar refinado y un agudo sentido estético. Como en todas las profesiones, sólo unos pocos del oficio consiguen rozar la gloria. El catalán Jordi Vilá es un joven que convence y a veces incluso asombra. Se trata de uno más de esa segunda generación de profesionales que están colocando la cocina española entre las más suculentas y dinámicas del planeta. A sus 29 años, con las ideas muy claras y una humildad que conmueve, reinventa las recetas catalanas, dejando en cada propuesta la huella de la sencillez y el sello de un estilo personal irrenunciable. Nada que ver con esa nube de aspirantes a genio, cocineros mediocres que sin base suficiente convierten la creatividad en un ejercicio esperpéntico.

ALKIMIA

Industria, 79. Barcelona. Teléfono: 932 07 61 15. Cierra sábados al mediodía y domingos. Precio, entre 40 y 55 euros. Menú degustación: a partir de 36 euros. Huevos fritos con trufa fresca, 17,43 euros. Arroz de ñoras con azafrán y cigalas, 15,63 euros. Espaldita de lechazo churro con cebollitas, 21,04 euros. Sopa de piña con pastel de queso azul y chocolate blanco, 6,61 euros.

Pan ...

6

Café ...

6

Bodega ...

6

Ambiente ...

8

Servicio ...

7,5

Aseos ...

8

Agua de tomates rojos

No es de extrañar que, con apenas seis meses de rodaje, este restaurante minimalista se haya convertido en uno de los más atractivos de Barcelona. Sus dos aperitivos ponen en situación al cliente: primero, un chupito de agua de vegetación de tomates rojos con trocitos de pan y tapa de longaniza, divertida evocación del clásico pan con tomate; después, un granizado de vermú coronado por una anchoa en salazón y su propia raspa crujiente, que recuerda el clásico aperitivo familiar de los domingos.

Tanta es la chispa que demuestran sus sugerencias que los aciertos casi alcanzan a la carta completa. Son sublimes los chipironcitos de la costa salteados con calçots y salsa romesco; entusiasmante el huevo frito con lascas de trufa fresca, y notable el arroz de ñoras, que lo suaviza con una mantequilla de avellanas y se remata con un tronco de cigala gruesa. Por encima de tantos aciertos están la ligereza de sus recetas, la calidad de las materias primas y una depurada técnica, en vanguardia de las corrientes en boga. Aunque no pase de convencional, resulta finísimo el steak tartar a la soja con un florón de espuma de aceite. Es excelente la espaldita de lechazo churro -tierna, crujiente y sin ningún tufillo a lana- y algo decepcionante su versión del cap-i-pota (callos) con samfaina, cuyos tropezones adolecen de excesiva entereza, sin la gelatinosidad que les es propia. Reconforta el servicio, bien formado y afable, que dirige su mujer, Sónia Profitós.

Jordi Vilá y Sónia Profitós, en Alkimia, en Barcelona. Abajo, atadilla de patata con butifarra de perol y col de payés.
Jordi Vilá y Sónia Profitós, en Alkimia, en Barcelona. Abajo, atadilla de patata con butifarra de perol y col de payés.CONSUELO BAUTISTA

Boletín

Las mejores recomendaciones para viajar, cada semana en tu bandeja de entrada
RECÍBELAS

MENÚ DEGUSTACIÓN, POSTRES, QUESOS Y BODEGA

ALKIMIA ES UN RESTAURANTE de diseño con una gran concordancia entre el marco y la cocina. Lo mejor del local es su insonorización, casi perfecta, que permite mantener conversaciones sin resultar agredido por las descargas de decibelios de los comensales contiguos. A la hora de comer, una buena opción es el menú degustación, que incluye dos aperitivos, dos entrantes, un plato de pescado y otro de carne, además del postre y las golosinas de sobremesa. Su precio no es fijo porque no está preestablecido;

al revés, el cliente lo compone según sus preferencias, seleccionando los platos de la carta. Se trata de un menú a medida, rígido en su estructura, pero flexible en el contenido, en el que las especialidades cambian a capricho. Por eso, el precio fluctúa entre 36 y 45 euros. Particular interés revisten los postres, capítulo goloso en el que Vilá ratifica su sentido de las armonías. Para demostrarlo están su delicadísima sopa de piña con pastel de queso azul, el pastel caliente de avellanas con albaricoque y moscatel, o su copa digestiva de manzana con yogur y gin-tonic. Todo un alarde. Decepciona la bandeja de quesos, que componen cinco magníficas especialidades catalanas (tabollet, tou de til.lers, cleda, queso azul de Anoia y tupi), algunas de las cuales no están en su punto

y se sirven algo resecas. Tampoco da la talla el café (de calidad, pero perjudicado por una elaboración incorrecta), e insatisface en parte la bodega (sobrada para salir del paso, pero carente de vinos dulces y de algunas marcas emergentes).

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

José Carlos Capel
Economista. Crítico de EL PAÍS desde hace 34 años. Miembro de la Real Academia de Gastronomía y de varias cofradías gastronómicas españolas y europeas, incluida la de Gastrónomos Pobres. Fundador en 2003 del congreso de alta cocina Madrid Fusión. Tiene publicados 45 libros de literatura gastronómica. Cocina por afición, sobre todo los desayunos.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_