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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El AVE de Cascos

El ministro de Fomento, Francisco Álvarez-Cascos, no sólo se ha tomado su tiempo en acudir al Congreso para explicar las causas del retraso en la puesta en marcha de la línea del AVE Madrid-Lleida, sino que, como es habitual en él, ha eludido cualquier responsabilidad en un desaguisado cuyos culpables son, como siempre y en todo,... los socialistas. Por lo visto, el titular de Fomento nada tiene que ver con la imprevisión y mala gestión que han provocado que, en las fechas previstas para su inauguración, la línea del tren de Alta Velocidad Madrid-Lleida carezca de un sistema de señalización comprobado, no disponga de los trenes destinados a servirla y estén todavía sin terminar sus estaciones más importantes.

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El ministro tiene razón en una cosa: que "es más importante la seguridad que las prisas". A eso se llama hacer de la necesidad virtud, pues a nadie le cabe en la cabeza que pueda ponerse en funcionamiento un tren de alta velocidad sin las correspondientes medidas de seguridad. El problema radica en el retraso acumulado en la puesta en marcha de esas medidas y en otros aspectos básicos para el funcionamiento de la línea, así como en el rechazo del Álvarez-Cascos a admitir -una constante, por lo demás, de su comportamiento público- la más mínima responsabilidad por su parte.

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La responsabilidad por los retrasos e ineficiencias en las obras del AVE Madrid-Lleida no se agota con la destitución del presidente del ente gestor de infraestructuras ferroviarias (GIF), que es el organismo que construye la vía, incluso si adquiere la categoría de "gesto sin precedentes en ninguna etapa anterior", como reivindica Álvarez-Cascos. Alguna pizca de responsabilidad, de naturaleza bien distinta de la que ha provocado la dimisión del presidente del GIF, cabe atribuir también al titular de Fomento por la chapuza de unas obras cuya gestión depende, en última instancia, del departamento que dirige. CiU no se ha privado, desde luego, de acusar al ministro de "falta de rigor por no haber atajado a tiempo las deficiencias" en la moción parlamentaria que reclama al Gobierno "un informe detallado" de la situación. En todo caso, Álvarez-Cascos se ha dado prisa en curarse en salud y en derivar cualquier atisbo de culpa que pudiera alcanzarle a los Gobiernos socialistas de hace dos lustros por el "retraso político" a que, a su juicio, condenaron a la línea del AVE Madrid-Lleida-Barcelona desde que se aprobó.

El razonamiento puede parecer retorcido, pero es el que hizo Álvarez-Cascos en el Congreso como explicación última de un desastre que le atañe, por más que se resista, como titular de Fomento. Y que no desentona en absoluto de la actitud que suele adoptar el Gobierno del que forma parte ante los hechos que no le gustan: negarlos de plano o interpretarlos de modo que los culpables sean otros, se trate de sabotajes, el Gobierno de Aragón o anteriores Gobiernos socialistas, como es el caso del AVE Madrid-Lleida, cuya fecha de inauguración comercial el ministro Álvarez-Cascos ya no se atreve a predecir.

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