Conmoción en Irlanda
La película de Peter Mullan ha causado una verdadera conmoción en Irlanda, un país pequeño, de menos de cuatro millones de habitantes y profundamente católico. El vertiginoso crecimiento económico de los últimos años no sólo ha cambiado el paisaje físico de la isla y de su capital, Dublín, sino que ha venido acompañado de una creciente pérdida de influencia de la Iglesia católica, que ha favorecido la denuncia de sus abusos.
Sumida en una profunda crisis al descubrirse la magnitud de los casos de abusos sexuales sobre los niños acogidos en organizaciones caritativas, la película de Mullan abre un nuevo frente: el tormento sufrido por 30.000 niñas y adolescentes acogidas en los hogares de María Magdalena. Los irlandeses han vivido con angustia el descubrimiento de que en realidad eran como una cárcel para estas jóvenes mujeres, repudiadas por sus propias familias o simplemente recluidas allí por ser huérfanas, por tener hijos fuera del matrimonio o por ser demasiado hermosas en un país en el que el sexo ha estado reservado durante mucho tiempo a la reproducción.
Los conventos de María Magdalena, cuyo nombre se inspira en la arrepentida prostituta de los Evangelios, fueron creados en el siglo XIX y no empezaron a desaparecer hasta los años setenta del siglo XX, aunque el último establecimiento no cerró hasta 1996. Las mujeres allí recluidas no sólo eran sometidas a abusos físicos, psíquicos y sexuales, sino obligadas a trabajar durante 10 horas al día, siete días a la semana, lavando la ropa sucia de hoteles, universidades y otros establecimientos.
Aunque la Iglesia ha atacado con virulencia la película de Peter Mullan, ésta ha obtenido un gran éxito de taquilla en la cada vez más verde Irlanda.
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