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Guillén elogia la "exasperación moderna" del nuevo libro de César Antonio Molina

Ya está en las librerías Regresar a donde no estuvimos, el segundo tomo de las "memorias de ficción" del poeta, periodista, ensayista, profesor (y hoy además hiperactivo director del Círculo de Bellas Artes) César Antonio Molina.

Reunión de pequeños ensayos, relatos, retazos de memorias, viajes y semblanzas de personajes, obras y sucesos, vividos o no, el libro, que ha publicado Península tras Vivir sin ser visto (2000), fue presentado ayer por el escritor y académico Claudio Guillén, que elogió su carácter multigenérico y cosmopolita y "su modernidad exasperada y expresionista que caracteriza al hombre de cultura en nuestros días".

Guillén abrió el acto, celebrado en el Círculo, leyendo un texto culto y generoso en el que califica a Molina como "antropólogo y crítico de arte" y "voluntario en la guerra del tiempo" que, "en la estela de Borges y Malraux", "sigue con pasión las huellas de la cultura y de los creadores desde una subjetividad que nunca es egocéntrica".

Para el gran especialista en literatura comparada, Molina elige viajar por las zonas fronterizas de la vida y la memoria para explorar lo que separa lo vivido de lo escrito, y lo hace "no adentrándose en paisajes vírgenes, sino en los entornos vistos, consagrados".

Guillén empezó diciendo que por fin Molina dedicaba algo de su tiempo a sí mismo, y en efecto, el autor presentó el libro como pidiendo perdón por la molestia o el atrevimiento.

El poeta explicó que esta obra sin género y de título paradójico se podría incluir en una tradición de libros y de autores que ensayan memorias de mentira o novelas de la memoria. Por ejemplo, y entre otros, citó el Libro del desasosiego, de Pessoa (sección Bernardo Soares); Delirio y destino, de María Zambrano; los diarios de Jules Renard y Torga; los ensayos de Montaigne; el Danubio, de Magris, o La vida de Samuel Johnson, de James Boswell.

Molina fue interpelado por una periodista que le recordó que su anterior entrega de memorias ficticias recibió unas críticas muy elogiosas y otras que dijeron que quedaba claro que el autor no sabía hacer ficción. Molina defendió el carácter de ficción pura del libro ("tiene más ficción que el 90% de las novelas"), reivindicó el engaño como la gran potestad del escritor y apeló a la necesidad de buscar caminos nuevos para no repetir lo hecho: "Igual que Gómez de la Serna o Cansinos Assens se inmolaron entre guerras y de ahí surgió el 27, ahora hace falta ensayar, desencuadernar las novelas y mezclarlas para buscar lo inesperado y lo novedoso".

La emocionada explicación del motor del libro, el exilio interior de su abuelo, "que izó la bandera republicana en el Ayuntamiento de A Coruña y sufrió 40 años de silencio", dejó aún más claro lo fina que es la frontera entre lo real y lo ficticio. De todos modos, y para los ortodoxos o los amantes de las cosas claras, Molina anunció para septiembre la publicación de un libro de 17 relatos de ficción pura, Fuga de amor, 12 de los cuales están ya incluidos en Regresar a donde no estuvimos.

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