La pasarela de Milán fusiona el 'punk-rock' con tejidos sofisticados
Hasta el 4 de marzo Milán se convierte en la capital de la moda. Pocos diseñadores extranjeros consiguen entrar en este coto cerrado, pero la española Amaya Arzuaga ha logrado contar con el apoyo y respeto de la Camera Nazionale de la Moda Italiana, que por segunda vez ha invitado a la burgalesa para desfilar con firmas consagradas como Gianfranco Ferrè, Giorgio Armani, Gucci, Moschino o Versace.
La influencia de los años veinte, sesenta y ochenta, que a veces se mezclan entre sí, protagoniza la pasarela milanesa, donde el negro predomina con el gris, blanco, marrón, oliva y tonos más alegres como lila, rosa o celeste. Así, un escueto vestido charleston con flecos en version mini, con zapatos merceditas de tacon alto de Anna Molinari, convive junto a unos ceñidos pantalones metidos dentro de unas botas al estilo mosquetero a juego con una cazadora tipo bomber que propone el estilista de Cerruti, Istvan Francer.
Sport Max juega con el contraste entre el estilo deportivo y el sofisticado, combinando prendas hip hop con microfaldas de gasas plisadas. D & G, la línea joven de Dolce & Gabbana, hace suya la esquizofrenia de la moda proponiendo una mujer estricta de día, ataviada de negro absoluto, pero de noche la convierte en una especie de reina del punk-rock a base de pantalones ceñidos de vinilo brillante en fucsia, verde esmeralda o amarillo con estampados grafitti combinados con enormes blusas en gasas en estampados de leopardo.
Miuccia Prada dio una vuelta de tuerca desmarcándose de las tendencias generales. Optó por un estilo más refinado, sustrayendo la esencia de la costura de lujo de los cincuenta para incorporarla a la actualidad y combinándolo con prendas de inspiración masculina.
Babelia
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