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Reportaje:

Curanderos contra el sida

El Gobierno de Suazilandia instruye a 3.000 sanadores y brujos para que ayuden a combatir la expansión de la epidemia

La mayoría de los 1,1 millones de habitantes de Suazilandia no tiene acceso a un médico. Pero casi todos tienen a mano un curandero de cabecera, que se ha encargado tradicionalmente de tratar sus problemas de salud y los de su familia. Según la Organización Mundial de la Salud, más del 80% de la población acude en primer lugar a uno de los 3.000 sanadores que hay censados cuando se siente enfermo. Por eso las autoridades de Suazilandia, donde casi el 40% de los adultos vive con el VIH, han diseñado una campaña para que ayuden a luchar contra la epidemia.

Para conseguir su colaboración, primero hay que encontrarlos. Rastreadores de la ONU y del Ministerio de Sanidad recorren los pueblos y los suburbios localizando a los curanderos. A continuación, los llevan a cursos donde les explican qué es el VIH y sus vías de transmisión.

El proceso no es sencillo. Según relatan miembros de la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Crisis Humanitarias en canalsida.org, muchas veces hay que convencerles de que sus prácticas no curan la enfermedad, y de que es "muy cruel [y una estafa] dar a sus pacientes falsas esperanzas".

Diez años de campañas han dado algunos resultados. Los curanderos ya se han acostumbrado a recomendar el uso del preservativo en las prácticas sexuales. "El problema ahora es que no hay condones suficientes", afirma Pholile Dlamini, una activista de la ONU.

Otras veces hay que cambiar las costumbres de los propios sanadores. En las zonas rurales es frecuente que practiquen kugatas (incisiones en el cuerpo a las que aplican cataplasmas). Para los cortes utilizan cuchillas de afeitar que transmiten el virus y otras enfermedades de una persona a otra. "No podemos usar una cuchilla con cada paciente porque son muy caras", se quejan los inyangas (curanderos). La ONU ha encontrado la solución volviendo a la tradición, cuando los brujos usaban púas de puercoespín para hacer los cortes. "Son abundantes, fácilmente desechables y además están impregnadas de una sustancia antiséptica", explica Dlamini.

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