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Tribuna:AMENAZA DE GUERRA | Los países vecinos
Tribuna
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Una aventura peligrosa

David Grossman

Hay muchas y muy buenas razones para derrocar a Sadam Husein. Él supone un peligro para Oriente Próximo y, en definitiva, para el mundo entero. Es uno de los peores dictadores que ha conocido la historia: exterminó con armas químicas a miles de personas pertenecientes a la minoría kurda que vive en Irak, invadió Kuwait para apoderarse de su petróleo, luchó contra Irán e Israel y, lo más grave, contra los de su mismo pueblo. Hasta supongo que muchos iraquíes de aquéllos, en cuya mente aún queda algún destello de libertad de pensamiento que no haya sido aplastado por el régimen de terror de Sadam, rezan por ver el momento en que el Ejército de Bush logre derrocar a su líder sin dañar a su población.

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Y, a pesar de todo, no puedo apoyar la acción que va a emprender Estados Unidos. Y no es porque yo me oponga categóricamente al uso de la fuerza. Precisamente porque vivo en una región tan violenta sé que hay momentos en que el empleo de la fuerza es inevitable. Y hay momentos en que no usar la fuerza puede estimular la violencia del otro lado, y sobre todo cuando todos tenemos claro cómo interpreta esa debilidad un hombre como Sadam. Hay situaciones donde una decidida acción de autodefensa no es más que poner en práctica derechos fundamentales del hombre. Éste es un hecho que tal vez resulte más fácil de comprender para alguien que vive en un país cuya existencia está constantemente amenazada. El uso de la fuerza en sí mismo no es necesariamente bueno ni malo, ya que eso dependerá de las circunstancias. Un rechazo frontal y categórico a cualquier empleo de la fuerza puede en ocasiones interpretarse como algo que estimula la violencia del otro lado, que se aprovecha del recelo casi instintivo de una de las partes. Sin embargo, no creo que lo dicho anteriormente sirva para justificar una acción militar tan amplia, tan violenta y que puede acarrear unas peligrosas consecuencias.

El pavor le invade a uno cuando tiene que valorar si esta acción es moral. Realmente nadie sabe qué acción producirá al final de todo el menor daño posible. Ahora mismo, la postura mayoritaria en Europa rechaza que se use la fuerza militar para conseguir objetivos políticos. Las generaciones posteriores a la II Guerra Mundial se oponen, y con razón, al empleo de la fuerza y creen que los conflictos se han de solucionar por medio del diálogo y haciendo concesiones mutuas. En la mayoría de los casos ésta es, sin duda, una actitud moral adecuada, pero su fallo está en que a veces niega la posibilidad de recurrir a la fuerza en casos donde ya no queda más alternativa que ésa; además, esta actitud debilita la capacidad del hombre de ver en su momento que se ha creado una situación donde el empleo de la fuerza, con todos sus inconvenientes, es la única alternativa capaz de evitar una catástrofe aún mayor en el futuro.

Sería muy tentador considerar que ahora estamos viviendo una situación de ésas, y yo, además, como israelí, tengo muchísimo interés en que la amenaza iraquí deje enseguida de planear sobre mi cabeza. Sin embargo, pese a la enorme tentación, debemos preguntarnos una y otra vez si una guerra de tanto alcance como la que va a emprender el presidente George W. Bush es la única respuesta y la más eficaz para combatir la amenaza de Sadam. ¿No será acaso tan sólo un paso más dentro del empeoramiento entre las relaciones de Oriente y Occidente? ¿Hay alguien que pueda asegurar que el remedio no va a ser peor que la enfermedad?

Hay un dicho judío que dice: "Si alguien va a matarte, no pierdas ocasión de matarlo". Más de una vez Israel ha actuado según este dicho; por ejemplo, en 1981, cuando aviones israelíes bombardearon la central de energía atómica iraquí de Osirak, construida por Francia. A primera vista parecía una agresión a la que no le había precedido ningún ataque, pero sin duda ha evitado que Sadam tenga en estos momentos armamento nuclear, con todo lo que eso supondría para Israel y para el mundo entero.

Sadam Husein es claramente quien "ha venido a matar". El mundo civilizado tiene pleno derecho a no perder la ocasión de matarlo, pero si para ello van a morir cientos de miles de personas inocentes iraquíes y norteamericanos, palestinos e israelíes..., el ejercicio de ese derecho se convierte en algo inmoral en sí mismo. Si Estados Unidos hubiera invertido un 1% del esfuerzo que está poniendo en esta guerra contra Irak en una operación centrada solamente en derrocar a Sadam Husein, Europa lo habría aplaudido. Ahora, con gran angustia, se ve arrastrada tras Estados Unidos para iniciar una aventura terriblemente peligrosa.

David Grossman es escritor israelí.

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