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Columna
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'La torna'

Durante el encuentro entre Bush y José María Aznar y la posterior conferencia de prensa, no apareció publicidad de los sponsors de la guerra de Irak. Ni Bush ni Aznar lucían los nombres en su vestimenta o calzado, pero muy imponentes han de ser para que Aznar se preste a ejercer el papel de torna, palabra catalana de muy difícil traducción al castellano. Cuando se pesaba el pan en las antiguas panaderías, si las barras no daban el peso anunciado, el panadero cortaba un pedacito de pan para completarlo. Eso era la torna.

Cuando Boadella quiso denunciar los penúltimos asesinatos franquistas contra el joven anarquista Puig Antich y un apátrida polaco, llamó a su espectáculo La torna. Puig Antich sería la barra de pan y el polaco judicial y políticamente complementario, el pedacito de relleno que despolitizaba las ejecuciones. En el pacto de los aliados de la Administración de Bush para desencadenar la guerra de Irak, el Reino Unido y Turquía serán los más directamente beneficiados, bien por el procedimiento del soborno directo, caso Turquía, bien por la relevancia que la industria de guerra y energética del Reino Unido va a cobrar en un Irak masacrado. Berlusconi también quiere cobrar en petróleo, igual que Aznar, que ya trató de que Sadam Husein pactara con Repsol, flamante empresa petrolera sin petróleo que mucho contribuyó a las hazañas reconquistadoras del aznarismo en Argentina.

La guerra contra Irak iba a desencadenarse el día 3 de marzo y a durar 20 días, tiempo suficiente para acabar con Sadam Husein y sus armas de destrucción masiva. Las potencias intervencionistas bien armadas extraerían los beneficios que todas las guerras generan en el mercado de las armas, fuentes energéticas y abastecimientos logísticos. Conquistado Irak, repartirán el petróleo según las muescas que cada asaltante lleve en la pistola y a continuación el negocio será reconstruir lo previamente destruido y así ganar esos beneficios que el hermano de Bush prometía si Aznar hacia de torna en la báscula de ángeles exterminadores. Cara de torna tenía cuando posó junto al emperador y con voz galluda lanzó el ultimátum de Quintanilla de Onésimo a Bagdad. De la ciudad de Dios a la ciudad del diablo.

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