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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Las resistencias de Zúñiga

Como los sentimientos y los actos humanos se juntan, encabalgan y yuxtaponen unos a otros sin parar, nunca he podido admitir sin más esa célebre frase anarcoamericana -"make love, not war" ("haz el amor, no la guerra")- que tan presente está entre nosotros, sobre todo cuando la inminencia de lo segundo se impone a la omnipotencia y necesidad de lo primero. No, el amor es lo necesario y la guerra lo contingente, aunque parezca ser al revés, y es el idealismo de la frase lo que la convierte en un ideal pacifista y en un voluntarismo idealista sin mayor eficacia que la de esos sus mejores deseos tan pregonados siempre como demasiado baratos para ser de verdad lo que dicen. El amor es el gran invento y lo primero, lo que precede a todo, y de su necesidad deriva primero la vida y luego lo demás, la verdad y la mentira, el bien y el mal, la felicidad y la desgracia, la paz y la guerra, hasta la muerte final que todo lo concluye.

CAPITAL DE LA GLORIA

Juan Eduardo Zúñiga Alfaguara. Madrid, 2003 180 páginas. 13,95 euros

Más información
"La Historia enriquece la invención literaria"

Juan Eduardo Zúñiga lo sabe de siempre y lo ha sabido muy bien al reunir estos últimos (por el momento) 10 relatos sobre la Guerra Civil en Madrid, en los que el amor se superpone a la guerra en un todo inolvidable, que se suma con tanta y tan discreta maestría al conjunto con el que ha estudiado y descrito esa guerra que le tocó vivir, la que fue suya para siempre -la única que se puede contar de verdad-, la que conoció de niño, la Guerra Civil española en el Madrid de su infancia y primera juventud, de la que nos ha dejado uno de los mejores testimonios con que contamos en un puñado de cuentos -una treintena quizá- reunidos en tres títulos inmortales ya: Largo noviembre de Madrid (1980), que le sacó del relativo y casi erudito anonimato que le rodeaba, La tierra será un paraíso (1989) y esta Capital de la gloria de hoy, cuyo título ha pedido prestado de un hermosísimo poema de Rafael Alberti en plena celebración de su centenario, que de manera tan hermosa como gráfica hereda y perpetúa con magistral dignidad.

Su "carrera" literaria se ha

construido contra sí misma, a base de discreción, estudio, detenimiento y dentro de una austeridad que la ha teñido de clandestinidad, de oscuridad casi podríamos decir, pero que es tan densa como larga, pues ha compaginado el estudio y la diversidad genérica desde siempre. Ha escrito y publicado libros de historia (uno sobre Bulgaria), de ensayo cultural (sobre escritores rusos -El anillo de Pushkin, o sobre Turguénev- o lusitanos, entre ellos una traducción de Antero de Quental, premio nacional del género), relatos realistas -Inútiles totales-, alguna novela entre historicista y alegórica como El coral y las aguas (1962) y hasta otra reuniendo en Flores de plomo algunos episodios en la vida de Mariano José de Larra, de quien también había presentado una antología de sus "artículos sociales". Pero todo ello escrito y planteado desde un punto de vista ético y moral, perfectamente comprometido y progresista, hasta el punto de que nadie se sorprendió cuando publicó un conjunto de relatos en apariencia fantásticos, Misterios de las noches y los días, que también se presentaba como una especie de manifiesto de esa "resistencia" que ofrece siempre la literatura en el fondo frente a todo intento de manipulación que la pueda llegar a amenazar.

Sus tareas como traductor,

articulista, crítico, ensayista y asesor editorial también han ido acompañando durante más de medio siglo toda esta producción marcada siempre por la voluntad de apartarse de todas luces y parafernalias de los grandes espectáculos a que tan proclives son en nuestros días las actividades literarias y la sociedad que las produce. Zúñiga compagina los dos aspectos profundos de la "producción" y la "creación" de la literatura, eso es todo. Y en esa doble "resistencia" encontramos el misterio que rodea su figura y obra, fuera de toda la parafernalia que le rodea sin afectarle jamás, lo que le confiere su dura, precisa y dúctil profundidad y su esencial e incomparable dignidad ética y humana, esto es, colectiva y personal. Pues si se formó en el seno de la generación "realista" y "comprometida" de los años cincuenta, jamás cedió ante sus torpezas, banalizaciones y esquematismos simplificadores, aunque en el fondo -y en la superficie, como lo indican estos relatos ejemplares- nunca dejó de permanecer fiel a ella hasta ahora mismo sin parar.

Estos 10 relatos muestran diversos episodios de la Guerra Civil en Madrid, muchos de ellos inspirados en personajes reales, en su mayoría mujeres, donde el amor y la carne se ofrecen en holocaustos estériles y sin embargo necesarios, desde Adela, la insatisfecha protagonista del primero hasta la degradación de la magistral Rosa de Madrid, y hasta mezclando personajes reales como la muerte evocada del sobrino de Virginia Woolf o la búsqueda inútil de la fotógrafa Guerda Taro, en una emocionada evocación final. Zúñiga regresa a escenarios anteriores, y su memoria pasea la dignidad de las víctimas, cuya necesidad reside en la lucha contra el olvido. Como le dice al final una madre repentinamente lúcida al niño atribulado por la desgracia total: "Esto es la guerra, hijo, para que no lo olvides". En su memoria final, de nuevo aquí recuperada, reside la verdadera lucha en la que todos estamos comprometidos en busca de nuestra propia dignidad.

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