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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La sombra de Ariadna

J. Ernesto Ayala-Dip

Si hace dos años fue Lorenzo Silva el que se llevó el Nadal con una novela policiaca, ahora es el también escritor madrileño David Torres (1966) el que obtiene el finalista con otra novela de género. El género policiaco en español vuelve a recuperar cierta vigencia, con autores ya consagrados que siguen en la brecha y otros que se van incorporando con seguridad y atractivo. El trabajo hecho por Juan Madrid, Vázquez Montalbán, Andreu Martín y Francisco González Ledesma, por citar sólo algunos, fue creando las condiciones estilísticas y temáticas para que las nuevas generaciones tuviesen de donde agarrarse. Ahora bien, hubiera sido lógico, que tras años de creación de editoriales especializadas en este género, de traducción de los mejores de cada escuela, la literatura policiaca española hubiera renovado sus estructuras narrativas, sus escrituras. Ahora mismo se hace difícil encontrar una novela escrita en nuestro país que nos recuerde, por ejemplo, a algo lo más parecido a esas dos joyas del género negro tan heterodoxas como son Hit Man, de Lawrence Block, o El gancho, de Donald E. Westlake. Un cierto tufillo costumbrista, un realismo premeditadamente vasto, no lo disimulan ni siquiera el humor, cierto lirismo amargo o la ironía en la mayoría de los relatos negros que se escriben aquí y ahora.

EL GRAN SILENCIO

David Torres Destino. Barcelona, 2003 272 páginas. 19,38 euros

La novela de David Torres no

se aparta de estas características. La historia de El gran silencio ocurre en nuestros días, en Madrid. Narrada en primera persona por su protagonista, Roberto Esteban, antiguo boxeador que estuvo a punto de ganar el cetro mundial de los medio-pesados, la novela abunda en la configuración de un héroe solitario, pobre y fracasado. David Torres acierta en el tono del relato, un tono que casa perfectamente con la biografía no demasiado esperanzadora del protagonista. Esteban un día es presentado, por intermedio de un comisario amigo, a un empresario artístico. Su trabajo consistirá en proteger a una bailarina, Laura Lasalle. Un trabajo que poco a poco comienza a complicarse de manera inquietante. Esteban, que carga con un diccionario mitológico para documentarse sobre la legendaria Ariadna y que no cesa de escuchar a Schumann, comienza a sospechar que se ha metido en un laberinto aún más insalvable que el del mito. El gran silencio es una novela de género negro que no desperdicia ninguno de sus resabidos ingredientes: escepticismo, desengaño, violencia, una mujer de aspecto angelical, soledad y un lugar a donde acudir para que tu amigo barman te sirva tu copa preferida. El dibujo del empresario, el de otros feroces asalariados suyos, el dibujo incluso del propio protagonista es elogiable. El mundo opaco del boxeo resulta creíble. Pero la novela hacia sus dos últimos capítulos se desinfla. Es cuando el héroe comienza a pensar más de la cuenta, es cuando su relato, que hasta ese momento estaba bien tramado, se convierte en un borbotón de lugares comunes sobre la existencia, sobre su existencia tan poco edificante. Ahí David Torres no supo dosificar la rabia de su héroe. Creyó que el lector tenía que saber más de lo que le hacía falta para hacer más convincente su historia.

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