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Crítica:ESCAPARATE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Las artes contra el arte

Anatxu Zabalbeascoa

Entre la edición y la reedición de este fascinante ensayo (publicado en 1995 como uno de los diccionarios de autor de Planeta), Félix de Azúa (Barcelona, 1944) se ha cansado de repetir que si bien el arte ha muerto por exceso de responsabilidad, las artes están más vivas que nunca. El autor de El aprendizaje de la decepción ha desenmascarado a la mayoría de los supuestos artistas de hoy como artesanos, sin molestarse siquiera en nombrar a los impostores o despistados -cada uno que juzgue su grado de inocencia-, y ha declarado que en ninguna otra época de la humanidad ha habido "tanta actividad artística tan bien pagada y tan poco arte", algo así como decir que nunca ha habido tantos restaurantes y tanta hambre o tantos productos dietéticos y tantos gordos.

DICCIONARIO DE LAS ARTES

Félix de Azúa Anagrama. Barcelona, 2002 307 páginas. 16,50 euros

Azúa tiene la virtud de hablar con claridad de un asunto poco claro. Rastrea la agonía de las artes hasta llegar a 1860, cuando la arquitectura perdió su papel como lugar de coincidencia de todas las expresiones creativas y éstas estallaron para investigar su propio destino. El arte, por otro lado, o no ha nacido o es Dios. Un misterio que las prácticas artísticas de hoy han dejado arrinconado, aunque no del todo: "Como todo acabamiento, también éste parece inacabable". ¿Las obras de arte? Pueden ser artísticas cuando sorprenden mostrando lo de siempre o adocenadas, aunque no sólo el productor decide, también el consumidor puede, o debe para consumir, ser artista.

Azúa se pasea por las vo-

ces de su diccionario cual Pepito Grillo, sin permitir que ninguna se acomode y se duerma. La arquitectura le sirve para señalar que "cada vez hay menos casas y por tanto cada vez menos arquitectura". La letra A, para apuntar que son los recuerdos, las emociones y las fantasías las que imponen significado al color, "un ser viviente para los grandes artistas y un pigmento para los pequeños". Por el libro asoma Platón, tachando a las artes de mentirosas, o Wittgenstein, evitando la beneficencia abstracta. Y entre unos y otros el autor despliega tanta admiración como desprecio, aunque sea más generoso con lo primero que puntilloso con lo segundo. El lector intuye que este libro está escrito tanto por jugar como por encontrar, y esa inquietud hace de este diccionario sabio un volumen necesario. "El arte es, las más de las veces, grosero, asqueroso, repugnante, violento o peligroso. Incluso cuando ya nos hemos habituado y han dejado de darnos miedo o asco, las obras de arte pueden saltarnos al cuello en cualquier momento".

Un recorrido alfabético a través del misterio le lleva a apuntar que es la pujanza, y no la decadencia, lo que está acabando con las artes; que si la clientela del momento prefiere la televisión es porque no necesita nada más; que ya sólo la Administración pública se ocupa del arte y de la religión; y que "quizá las religiones y las artes nunca han sido otra cosa que nostalgia y enfermedad". Los anhelos y los miedos son como el arte: inevitables, sinceros y fascinantes, y Azúa trabaja con esa materia para hablar del arte sin abstracción, eligiendo pieza a pieza cada palabra y cada voz hasta componer un puzle que es una visión del mundo y de la vida en él.

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