La impermeabilidad
Es ya evidente que el poder impermeabiliza. La naturaleza de los políticos parece tener una componente que facilita su impermeabilización a medida que ejercitan el poder: a mayor poder y ejercido por más tiempo, mayor grado de impermeabilización a la crítica, a la opinión pública, al diálogo con otras fuerzas políticas y sociales.
El señor Aznar parece haber alcanzado un grado óptimo de impermeabilidad tan alto que ya es comparable a la del mejor plástico.
A la vista de hecho tan notable, es urgente que se inicie un proceso de reforma y perfeccionamiento de nuestro sistema democrático, con el fin de evitar que se agrave el deterioro, tan notable y evidente ya, de la clase política y de nuestro marco de convivencia. Va siendo necesario liberar a la ciudadanía de la situación de secuestro político en que aquélla la tiene, devolverle su condición y evitar que en el futuro siga siendo rehén de su voto, que, ejercido cada cuatro años, permite que los políticos se tornen impermeables y sólo recuperen su porosidad en los periodos electorales. Periodos durante los que su actividad principal es la de idear propuestas en cadena para apabullar al público y a la competencia política; en un ejercicio que con frecuencia constituye un insulto a la inteligencia y al sentido común de los ciudadanos de a pie. El mencionado perfeccionamiento democrático debería pasar por la creación de la figura del delito político para tipificar actos tales como suplantar la voluntad popular, ningunear al Parlamento, comprometer al pueblo español sin su consentimiento, deteriorar el clima político y social. ¿Quién quiere liderar este movimiento? Es urgente.
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