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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Guerra ruinosa

No es fácil prever con suficiente fiabilidad las consecuencias económicas de una eventual guerra con Irak; pero sí se pueden identificar los daños ya ocasionados sobre las posibilidades de recuperación de la economía estadounidense y, con ella, del mundo. La incertidumbre creada en la región que produce el 40% del petróleo mundial ha venido a sumarse a la que ha producido en EE UU la cadena de grandes escándalos empresariales que estrenó el caso Enron hace poco más de un año. Se puede decir que desde mediados de 2000 el mundo está sufriendo las consecuencias de errores o decisiones unilaterales estadounidenses. El resultado es un aumento de la aversión al riesgo, una profundización de las pérdidas de riqueza financiera, una creciente inhibición en las decisiones de inversión y un encarecimiento progresivo del petróleo.

Al rechazo a la guerra por una amplia mayoría de ciudadanos de los países democráticos se une el del mundo de los negocios; porque la cuenta de resultados de ese conflicto lleva ya registrados importantes costes, sin que los mercados hayan sido capaces de descontar los beneficios de una confrontación. La clásica presunción de que las guerras podrían ser una vía forzada de aumento del gasto público, conveniente para asegurar las fases de recuperación económica, tiene escasa aplicación, porque es muy dudoso el potencial expansivo de un gasto tal en las condiciones por las que podría discurrir una guerra actualmente. Es una suposición muy dudosa que el control de los pozos petrolíferos iraquíes por EE UU produzca una bajada significativa de precios. La mejor forma de que el precio del barril camine hacia niveles mucho más razonables que los actuales es que todos los países productores puedan bombear y exportar sin cortapisas.

Los intentos de cuantificar las consecuencias de un estallido no pasan de meras conjeturas. Lo relevante es el amplísimo consenso acerca de los perjuicios que ya está ocasionando el clima prebélico. Los indicadores estadounidenses recientes señalan que en el trimestre final de 2002 el consumo de las familias, soporte del crecimiento en aquella economía, ha iniciado una inquietante desaceleración. Más preocupante es el agarrotamiento europeo, a cuyas economías a la baja hay que añadir una apreciación del euro consecuencia de la desconfianza generada por el dólar. Resolver la incertidumbre geopolítica es, como ha señalado Alan Greenspan, la condición necesaria para que el mundo no vuelva a caer en recesión. Por el momento, el balance de Bush en la materia es negativo.

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