Elogio de la anestesia
Si estos días van a bailar a La Paloma se encontrarán con un paisaje habitual en Barcelona. Los balcones de la calle del Tigre, donde está ubicada la popular sala, están llenos de pancartas con quejas por el ruido que se emite. Desgraciadamente, nada nuevo. El eterno conflicto entre la vecindad, que quiere dormir, y el foco ruidoso, que quiere ganar dinero. Esta vez, el principal problema no es el de la gente que, una vez fuera, continúa de parranda. Parece ser que la estructura de la sala no está suficientemente aislada acústicamente, y acondicionarla cuesta mucho dinero. Los decibelios de 2003 no son los mismos que los de 1953. De hecho, en una de las pancartas se implora textualmente a La Paloma que vuelva a ser la que era. Es un deseo casi metafísico, imposible de satisfacer, como pedir la máquina del tiempo. Choca con otra pancarta, radical, explicativa, gráfica: "La Paloma, a les nits, és un infern". Luego está la que pide soluciones: "Insonoritzeu La Paloma".
Los vecinos de La Paloma piden a Clos que los anestesie para eludir el ruido y la suciedad
Incluso en este tipo de manifestaciones externas sale el carácter catalán con todo su esplendor. Los sufridos vecinos de la calle del Tigre no piden que se cierre, se dinamite o se vaporice La Paloma. Ni siquiera que se calle. Demandan que se insonorice. Es decir, dan las pautas para acabar con su sufrimiento, pero al mismo tiempo sin atentar contra el derecho al comercio. Ya lo explicaba Santiago Rusiñol en el Auca del senyor Esteve. Cuando llevan a bautizar en coche de caballos al pequeño Estevet, se encuentran la calle de la Princesa bloqueada por los carros que cargan y descargan género. Todo el mundo se pone nervioso, llegarán muy tarde al bautizo. El único tranquilo es el patriarca de La Puntual, que sentencia que el sacrosanto derecho al comercio es primordial. Y al nene, si no se le bautiza hoy, se le bautizará mañana. Y punto.
En la calle del Tigre no quieren cortar las alas a La Paloma. Pero la mejor pancarta es la del bloque de pisos que está tocando ya a la ronda. Dice: "Clos, para no oír más ruido y no ver la suciedad que nos invade, anestésianos". Extraordinario. La exasperación llevada a su expresión más sutil. He aquí el supremo sacrificio. Es la demanda más sincera. Tanto da el ruido, tanto da la suciedad, no podemos más, nos inmolamos. Pero fíjense, los vecinos no dicen: "Nos vamos a anestesiar", sino que exigen firmemente al Ayuntamiento: "Anestésianos". Nos parece muy bien. Es lo mínimo. Ya que, según ellos, desde la plaza de Sant Jaume no les defienden, por lo menos que se lo curren. Y al frente de todos, el alcalde, que precisamente es anestesista de profesión.
Se deduce que los vecinos, desesperados, piensan que, puestos a dormir el sueño de los justos, que lo pague el Ayuntamiento, y que firmen un convenio entre administraciones para que la anestesia la ponga gratis la Seguridad Social. Si no puede ser, ya encontraríamos un laboratorio farmacéutico que actuaría como patrocinador. O sea, que los vecinos aceptan callarse mediante anestesia; pero, por favor, que encima no les cueste dinero. Y se dirigen a la Casa Gran y a su anestesista en jefe para que acuda con el equipo médico necesario. La cosa tiene coña, no digan que no. Además, sería la primera vez que unos vecinos dimiten de ellos mismos en cuanto ciudadanos y piden la aplicación de una especie de eutanasia light. ¿Qué hace, si no, la anestesia? Sumirte en un sueño profundo y, sobre todo, indoloro. Los ruidos, la suciedad, la peste de este mundo ya no te atañen. Los vecinos ruegan a Clos que los duerma para que luego, en un futuro incierto, puedan despertar en un mundo mejor, como Walt Disney o Hibernatus, el genial abuelo congelado encarnado por Louis de Funes.
Sería una nueva categoría de vecinos: los anestesiados, como zombies, como muertos en vida. Eso sí, pagando el IBI, el IAE y lo que haga falta, que una cosa no quita la otra. ¿Se dan cuenta? Es un chollo para cualquier ayuntamiento. Todo son ventajas. Únicamente se tendría que habilitar un espacio de propiedad municipal para ir internando a los vecinos anestesiados. En este sentido, sugerimos las ruinas del Born. ¿Se imaginan qué bonito? Un nivel alto llenos de nichos de ciudadanos durmientes, por encima del nivel del suelo, con las ruinas. El equipo de arquitectos municipales seguro que lo diseñaría muy bien. El mejor memorial como ejemplo para próximas generaciones, dos maneras de inmolación por la ciudad. Con las armas en la mano en 1714 o con la voluntad en suspenso mediante anestesia en 2003, siempre en beneficio de Barcelona.
De hecho, el Ayuntamiento tendría que estar agradecido a los barceloneses de la calle del Tigre. Están haciendo una propuesta de lo más constructiva para solucionar futuros problemas municipales: anestesiar ciudadanos. Se acercan elecciones municipales y, por qué no, quizá algún partido lo incluya en su programa.
En fin, nuestra solidaridad con los vecinos de dicha calle. Es un problema de difícil solución. Pueden pagar entre todos, a escote, a la catalana, la insonorización de La Paloma. Eso sí, siempre tendrán el consuelo de poseer las pancartas reivindicativas más variadas, interesantes y constructivas de la ciudad. Quien no se consuela es porque no quiere.
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