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Columna
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Pero a Chaves, ni agua

Pasó aquella semana, y aun otra, pero sólo llegó el telegrama del PER. El capitán Chaves, sumergido en cavilaciones, alzó la vista al cielo. Vio pasar poderosas aeronaves en dirección a Rota, a Morón tal vez, quién sabe. El almirantazgo nunca le informaba. Volvió a su camarote, dispuesto a hacer examen de conciencia. "¿Por qué no logro arrancarle nada al del bigote? ¿En qué me he equivocado?", martilleaban en su cerebro una y otra vez las mismas preguntas. De nuevo silencio en alta mar. La quietud de la nave se antojaba fantasmagórica. Zarrías, el primer oficial, un tanto cohibido por el fracaso de la negociación, se atrevió a enviar desde el puente una petición elemental: "¿Qué rumbo ponemos, jefe?" Y Álvarez, desde la sala de máquinas, una nota escueta: el combustible escasea.

El capitán necesitaba echar cuentas en su soliloquio. En el cuaderno de bitácora fue apuntando: 18 pleitos variopintos, atascados en el Tribunal Constitucional; 4 en la Audiencia Nacional (presupuestos del 98 al 2001); ahora lo de Cajasur y... ¿resultados? Sólo un par de escaramuzas a favor: la ayuda a las pensiones no contributivas y el presupuesto del 97. Éste, encima, recurrido por el del bigote. O sea, que ni un duro. En su calculadora, el capitán fue sumando, hasta que él mismo se alarmó del monto verdadero: 4.200 millones de euros. Pero casi se tambalea cuando tradujo a pesetas: 700.000 millones. Mentalmente (no se atrevió a apuntarlo), repasó las singladuras que se quedarían sin hacer, meramente pintadas en el mapa. ¿Y lo de la segunda modernización? Todavía dirigió un pensamiento a los cincuenta mil andaluces que siguen aguardando una sentencia en las atiborradas salas de lo contencioso (a cinco años y medio de demora). Aguardando a que la lenta justicia se apiade de ellos. Ahora también del capitán Chaves. Ahora el capitán los comprendía mejor.

Ya puesto a filosófico-moral, en otra página fue anotando los agravios: negada la simple existencia de 383.000 habitantes en el censo real; negadas las transferencias de empleo, cuando a casi todas las demás comunidades ya se las han hecho. Nos deben 700.000 millones, nos han llamado vagos, comparan la etapa socialista con la larga noche del franquismo, incumplen sus promesas... ¿Y qué? Pues nada. No pasa nada. Agraviados, negados, y no pasa nada. ¿Siete años de encontronazos, en los siete mares, para esto?

Ya en la cama, como no se dormía, el capitán tiró de un viejo manual de a bordo, de cuando era estudiante. Lo abrió por donde un marcapáginas colorado, y leyó: "Para hacer política de izquierda no bastan la razón y el derecho. Prepara la artillería, que es la movilización social -como los sindicatos-; provisiones para una larga travesía y la moral de la tripulación bien alta. Si no tienes todo eso, no presentes batalla en mar abierto. Regresa a puerto seguro. Pues de lo contrario el enemigo te engañará, te burlará y se reirá de ti. Hará maniobras de despiste, fingirá incluso llegar a acuerdos de conveniencia mutua. Pero cuando te tenga a su merced, te humillará, no te dará ni agua. Y en cuanto te descuides, te destruirá." ¿Cómo había podido olvidarlo?

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