Los retos de Sharon
El nuevo Gobierno israelí tiene ante sí un proceso de paz roto, una posible guerra en Irak y una terrible crisis económica y social
Después de permanecer casi dos años y medio inmerso en una espiral de violencia hasta ahora incontenible, Israel se enfrenta a una serie muy importante de desafíos en todos los ámbitos. La capacidad del Gobierno que emerja hoy de las urnas para resolverlos satisfactoriamente tendrá un efecto crucial sobre las exiguas perspectivas de paz y de estabilidad para todo Oriente Próximo. Entre sus prioridades hay que destacar: la reacción ante un hipotético ataque iraquí si Estados Unidos finalmente lanzan una ofensiva contra el régimen de Sadam Husein, la aplicación de la llamada hoja de ruta y el restablecimiento de relaciones con la Autoridad Nacional Palestina, la construcción del muro de separación de Cisjordania, la revitalización de su maltrecha economía y la mejor integración de los nuevos inmigrantes y de su minoría árabe.
La principal prioridad de Israel serán las ramificaciones de una campaña militar en Irak
La economía israelí ha sufrido una crisis considerable, incluso antes de la Intifada
Todas estas cuestiones determinarán la agenda del nuevo Ejecutivo que, según todos los sondeos de opinión, volverá a estar encabezado por Ariel Sharon. Lo que no está tan claro en cambio es si Sharon dirigirá una coalición amplia de partidos de la derecha y de la extrema derecha o bien se verá obligado a buscar el pacto con el Partido Laborista y formar un nuevo Gobierno de unidad nacional. Aparentemente, la estabilidad de la coalición, sea cual sea, dependerá también del resultado de las investigaciones abiertas por el fiscal general del Estado en relación con los recientes casos de fraude electoral, tráfico de influencias y nepotismo que orbitan en torno al partido Likud y al propio primer ministro.
La principal prioridad de los dirigentes israelíes serán las ramificaciones que podría tener una campaña militar contra Irak. Si durante la primera guerra del Golfo (1991), que, en realidad, supuso una ofensiva limitada, Sadam Hussein ordenó el lanzamiento de misiles Scud convencionales contra objetivos más simbólicos que estratégicos, la puesta en marcha de una guerra total contra Sadam podría hacer que éste reaccionara con armas biológicas y químicas. Esto obligaría al Gobierno israelí a responder contundentemente, incluso haciendo uso de su propio arsenal de armas de destrucción masiva. Y si bien el entonces presidente de EE UU, George Bush padre, fue capaz de convencer de que no respondiera al entonces primer ministro israelí, Isaac Shamir, no es probable que el hijo del primero, George W. Bush, quiera o pueda frenar a Sharon. A fin de cuentas, el joven de la saga Bush es mucho más belicoso que el veterano, media el precedente de Afganistán y Sharon es un antiguo general del Ejército al que es muy difícil solicitar contención, máxime después de haberse tenido que enfrentar a la mayor ola de atentados terroristas sufrida por Israel desde su fundación.
La evolución de los acontecimientos en el "frente doméstico" en el transcurso de ese potencial ataque contra Irak sería otra de las claves que determinarán el curso de acción del nuevo Ejecutivo. Si se producen nuevos ataques suicidas procedentes de Cisjordania, Sharon podría llegar a ordenar la reocupación de la franja de Gaza -el último santuario que le queda a las organizaciones armadas palestinas-, proceder a la deportación del presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Yasir Arafat, o incluso aprovechar la confusión para fomentar la expulsión de más refugiados palestinos. No obstante, esto último no parece factible, dada la negativa rotunda a aceptarlos por parte de Egipto y Jordania, Estados con los que mantiene sendos tratados de paz.
Evidentemente, la política y la diplomacia dependerán de lo que ocurra en los comicios de hoy. Si el Likud es capaz de obtener entre 35 y 40 diputados, tal como le otorgaban los sondeos, y formar un Ejecutivo de la derecha nacionalista y religiosa junto a los extremistas de Israel Beiteinu, los ultraortodoxos del Shas, y el Mafdal (Partido Nacional Religioso), la llamada hoja de ruta podría volatilizarse. Sin embargo, si el Likud se queda en los 30 escaños, Sharon se vería obligado a negociar con el candidato laborista, Amram Mitzna, para así asegurarse una legislatura estable y ser capaz de aplicar algunas de las directrices que le llegan desde Washington.
La hoja de ruta supone un plan de paz entre el Gobierno de Israel y la Autoridad Nacional Palestina, que fue diseñado por EE UU a partir de la "visión de paz para Oriente Próximo" que el presidente Bush expuso en su discurso del 24 de junio del año pasado. Elaborado por la diplomacia norteamericana, el borrador fue luego pactado con los otros tres miembros del Cuarteto (una especie de directorio de apoyo al proceso de paz en el que también participan la UE, Rusia y la ONU). La aplicación de este plan supondría la creación nominal de un Estado palestino, con fronteras provisionales, en el plazo máximo de un año, siempre y cuando haya un cese efectivo de la violencia. A partir de ahí, ambos interlocutores retomarían los contactos diplomáticos y aplicarían una serie de compromisos según el principio de reciprocidad. El buen funcionamiento de este nuevo proceso tendría como fin la creación de un Estado palestino independiente, viable económicamente y con unas mínimas cotas de soberanía para finales de 2005, algo que podría digerir un Gobierno de concentración, pero no uno de derechas.
No obstante, las cuestiones económicas y sociales son, sin duda, las grandes asignaturas pendientes, eclipsadas por las cuestiones políticas y de seguridad. La economía israelí ha sufrido una crisis considerable, incluso desde antes que comenzara la Intifada. No sólo la violencia perpetrada por los extremistas palestinos y el subsiguiente descenso espectacular del turismo, sino también la caída de los índices bursátiles en EE UU y la contracción de la demanda de alta tecnología a nivel mundial, han hecho que Israel experimentara un crecimiento negativo de más del 1% en el ejercicio de 2002. Aunque para el año que comienza las perspectivas son más halagüeñas, la revitalización de la economía, sobre todo de los sectores mencionados, constituirá una prioridad del nuevo Ejecutivo. Pese a estar relegada en la agenda no por ello menos importante, queda la integración de decenas de miles de nuevos inmigrantes.
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