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Reportaje:

El complejo hombre de El Argar

El hallazgo de la momia de Galera abre una puerta a la investigación sobre esta rica cultura prehistórica

"Si hoy nos econtráramos a un hombre del El Argar en el autobús, pasaría completamente inadvertido". El director del Laboratorio de Antropología de la Universidad de Granada, Miguel Botella, asegura que los representantes de este grupo cultural asentado en el sureste español hace más de 3.500 años presentaban similitudes tales con el andaluz actual, sobre todo en su morfología, que no sería fácil distinguirlos si vivieran en estos momentos.

El descubrimiento hace dos meses de unos restos humanos parcialmente momificados en Galera (Granada) ha desatado un mar de expectativas entre la comunidad científica, que pretende utilizarlos para profundizar en el conocimiento de El Argar, la cultura más avanzada de la Península Ibérica en la Edad del Bronce. A pesar de que la momia será una de las mejores claves para descifrar el modo de vida de este grupo cultural, desde que en 1890 los hermanos Siret comenzaron a publicar los primeros hallazgos argáricos, se han ido conociendo multitud de datos sobre sus formas de vida.

La argárica es una cultura muy avanzada en su tiempo y en su espacio, por la jerarquización y complejidad social que presenta. Los científicos creen muy probable que estos hombres estuvieran organizados a través de un Estado centralizado que tenía su centro neurálgico en El Argar, el principal yacimiento de la época, situado en Almería. El director del Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Granada y responsable de las excavaciones de Galera, Fernando Molina, explica que los argáricos dividían el territorio en áreas regionales con sus respectivos poblados centrales.

Castellón Alto, el yacimiento de donde procede la tumba con restos momificados, era un poblado de mediana categoría que, según Molina, "es muy probable que dependiera del Cerro de la Virgen", situado en Orce. Los hombres que vivían en el poblado de Galera eran campesinos y ganaderos, mientras que otros asentamientos se dedicaban a la minería o tenían carácter militar. Se detecta, pues, una especialización de los grupos.

Los ajuares encontrados en el millar de tumbas descubiertas demuestran, entre otras cosas, que se trata de una sociedad militarizada en extremo. "En todos los enterramientos hay puñales o armas de guerra". Seguramente su prosperidad y riqueza provocaba continuos ataques entre pueblos vecinos. "Los argáricos luchaban por el control del ganado y probablemente también de las mujeres, con las que comerciaban como un producto más". Esta teoría de Molina es una de las hipótesis que la momia de Galera puede ayudar a confirmar o a desmentir.

La historia del conocimiento de la cultura argárica en realidad está llena de teorías que en gran medida han sido desmentidas. Durante muchos años se sostuvo que estos hombres provenían del Mediterráneo oriental y que llegaron hasta la península ibérica atraídos por los metales. De este modo se explicaba el nivel de desarrollo de este grupo, que se acercaba algo al sofisticado mundo oriental.

Pero la ciencia ha comprobado que la estructura física de los argáricos es igual a la de los grupos anteriores y posteriores de su mismo ámbito geográfico. De este modo se descartaron los influjos biológicos, aunque se dejó abierta la puerta a posibles contactos culturales establecidos a través del comercio.

Sin embargo, Molina asegura que estas influencias sólo se dieron con los pueblos del Mediterráneo central y del norte de África. El experto en prehistoria niega que estos hombres tuvieran contactos a larga distancia y asegura que "vivían aislados de la corrientes importantes del Mediterráneo oriental".

Una cultura materialista

El estudio de los yacimientos ha permitido esbozar un retrato robot del hombre y la cultura argárica, que en algunos extremos, pese al abismo temporal, es bastante similar al que ahora puebla su antiguo territorio.

El hombre del Argar tenía una estatura media de 1,69 metros, sólo un centímetro menos que la estatura estándar adjudicada al andaluz de nuestros días. Su complexión, más débil que fuerte según los expertos, era también idéntica a la contemporánea. Y sus cráneos se hicieron cada vez más redondeados, exactamente como los del humano del siglo XXI. Las diferencias entre aquellas personas y las actuales eran, pues, mucho más sutiles.

La ausencia de hidratos de carbono en su alimentación -que trae aparejada la inextencia de caries dental- , o el gran espacio de tiempo que estos hombres tenían para realizar sus trabajos de artesanía, a pesar de la escasez de instrumentos, son algunos ejemplos de peculiaridades que diferencian a estos hombres de los de hoy.

Sin embargo, en su sociedad ya había una incipiente jerarquización que separaba los barrios ricos de los pobres dentro de un mismo poblado. Existía también división del trabajo entre hombres y mujeres y estaba asumido el concepto de núcleo familiar tal y como hoy se concibe.

"Por primera vez en la prehistoria ibérica se generaliza la herencia familiar", explica el profesor Fernando Molina, quien sostiene que el poder y la riqueza iba pasando de unos miembros a otros de la misma familia.

Las élites justificaban su poder a través de su relación con los antepasados, y éste es el motivo por el que los argáricos enterraban a sus muertos dentro de las casas.

Las explicaciones de tipo religioso a su particular rito funerario no tienen cabida. "La religión queda desplazada en esta sociedad por el poder político y militar de las élites", explica Molina, aunque el director del Laboratorio de Antropología es más explícito al respecto cuando dice que "los argáricos eran más materialistas que espirituales". Posiblemente éste sea otro de los rasgos comunes con el humano actual.

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