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Columna
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Aznar, Fraga, Parga, cuentacuentos

Hoy, le das a un mindungui una batuta institucional, se le afloja la vejiga de la oratoria, le sube el colesterol lírico, y te arma un chapapote o una montería en Irak. Eso, si antes no le da por declamar Las Mil y una noches, e iluminar los surtidores con aromas varios; y de aquí para arriba, son unos señores muy guarros y unas señoras que no se remojan ni en la ducha ni el bidé. Si además el mindungui es presidente del Tribunal Constitucional o presidente del Gobierno o de la Xunta, es que regresamos al pasado a una velocidad de vértigo. Y en el pasado humea el caldo del fascismo, del caciquismo, del franquismo y del raquitismo ideológico. Lo más pintoresco de este nuevo panorama constitucional es que precisamente Manuel Jiménez de Parga, el guardián de la ley de leyes, la ha desplumado en un acceso de verbosidad; ha cuestionado las llamadas nacionalidades históricas, y en consecuencia, la organización territorial del Estado. En un trance así, el cronista recuerda una aguda opinión de Antonio de Senillosa, cuando a Jiménez de Parga, Adolfo Suárez le confió la cartera de Trabajo: "Me alegro infinitamente del nombramiento de Jiménez de Parga como ministro, porque así lo tendremos más lejos de Cataluña". Si se alejó como ministro, ahora regresa, a coz y voz, desde un alto cargo que exige más respeto e imparcialidad en sus manifestaciones. El presidente del TC siempre ha sido adicto al coqueteo: se fotografió con Marcelino Camacho; dejó sin chófer y secretario a José Antonio Girón de Velasco; estuvo a punto de ser Defensor del Pueblo, propuesto por el PSOE, y vetado por el PP. Qué de curiosidades y contradicciones se ponen al raso, con el tiempo.

Ahora, en su yakusi de aguas de iris y rosas, podía perderse por el sumidero. Una pifia, que más que pifia es provocación, no merece otro destino. La Comunidad Valenciana, que como país puede optar a las oposiciones de histórico, aunque dejara pasar a la República, como comunidad no es si no atrio de flagelos. Sin embargo, Francisco Camps, aspirante del PP, clama por la nacionalidad valenciana; y Pla, del PSPV, pide la dimisión de Jiménez de Parga y la reforma del Estatuto de Autonomía. Pero si el presidente del TC nos cuenta una adaptación de las noches del califa Harun al- Rashid; y Manuel Fraga narra leyendas de apóstoles, difuntos y aparecidos, Aznar no dice ni pío. Aznar es un cuentacuentos muy particular: es un mimo, que anda por las esquinas, esquinado, y alfombrando de alfombra la Casa White. Aznar mima, no los cuentos del califa, si no las matanzas de la dinastía Bush, y erizado de un espíritu antieuropeísta, pretende, pasándose por donde mejor le sientan las instituciones democráticas, hacernos partícipes o cómplices de esas matanzas; y entregarle las bases y lo que se le antoje a las fuerzas norteamericanas. Qué de agobios; y la elecciones ya a tiro. Parece tan oportuno como ocioso, que Joan Ribó, en tanto portavoz de EU en las Cortes Valencianas, elabore una proposición no de ley "condenando la anunciada agresión anglo-norteamericana (aznarista- berlusconista) de Irak". Vamos a parar la facundia de Jiménez de Parga; el chapapote; y la sucia guerra preventiva. Y colocar en cada calle, en cada carretera, una nueva señal de tráfico: Bush Stop.

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