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Columna
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Contratiempo para Macià

Porta de la Morera se ha convertido en un contratiempo para Diego Macià. La sentencia del Tribunal Superior de Justicia, que declara contraria a los intereses generales la decisión del alcalde de Elche, ha sorprendido por su rotundidad, y admite pocas matizaciones. A ella, debemos sumar ahora la alegación del colegio de Arquitectos de Alicante, oponiéndose a una nueva construcción en la plaza, como pretendía el alcalde. Si Porta de la Morera era el estandarte que Maciá pensaba exhibir durante la próxima campaña electoral -como se ha asegurado- debería procurarse otros argumentos de mayor consistencia.

Pese a la contrariedad, no creo que Macià tenga dificultades para mantenerse en la alcaldía de Elche tras las elecciones. Todo el empeño que, tiempo atrás, puso Eduardo Zaplana en desgastarle, atacándole una y otra vez desde la Generalidad, no sirvió para nada. La política de Eduardo Zaplana estaba destinada a fracasar en Elche por una razón simple: Diego Macià nunca ha sido un obstáculo para las fuerzas económicas de su ciudad. Al contrario, las ha apoyado y alentando, tratando de encauzarlas y de llegar a acuerdos con ellas cuando ha sido posible. Por eso, el capital económico nunca ha precisado un partido propio para defender sus intereses en la ciudad.

El estilo que Macià llevó al urbanismo ilicitano, cuando accedió a la alcaldía, supuso una clara ruptura con el de sus predecesores, Ramón Pastor y Manuel Rodríguez. Un paseo por las calles ilicitanas, llevando en la mano el Catálogo de Edificios Protegidos, de 1982, bastaría para advertir por dónde han ido los tiros desde entonces. No puede decirse que Maciá sea, precisamente, un conservador en asuntos de urbanismo. Al contrario, es un alcalde moderno, sin complejos, que no está dispuesto a detener la transformación de la ciudad por un respeto exagerado hacia el pasado. Si tiene la fortuna de que esta política coincida con los intereses inmobiliarios y se evita enojosos conflictos, ¿podría desear nada mejor?

No sería razonable criticar a Diego Macià por buscar el entendimiento con las fuerzas económicas de su ciudad. Un alcalde que diera la espalda al capital, que lo excluyera, no estaría cumpliendo con su misión, que es la de gobernar para todos los ciudadanos. Un político debe ser pragmático si quiere alcanzar algún resultado práctico en su tarea. Esto supone negociar, ceder, exigir, entrar en un toma y daca que le permita acercarse a sus objetivos, aún a costa de dejar otros por el camino. Sin embargo, no es fácil entender lo sucedido en Porta de la Morera. En este asunto, Macià no ha querido o no ha podido explicarse de forma convincente.

Si los alcaldes del Partido Socialista acaban por comportarse como lo harían los alcaldes del Partido Popular, los ciudadanos tendremos que hilar fino a la hora de votar. Las conductas como la de Macià suelen calificarlas de realistas, argumentando que, en una sociedad como la nuestra, no puede gobernarse de otra manera. Por lo general, estas afirmaciones acostumbran hacerlas personas que se dedican a la actividad política y han hecho su carrera en el interior de los partidos. A estas personas habría que decirles que sí se puede gobernar de otra manera, aunque exija mayores esfuerzos y temple. También habría que advertirles que si se renuncia a ello, se acaba, en poco tiempo, en el conservadurismo más absoluto.

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