El femenino en las nuevas profesiones
Un andaluz universal, Elio Antonio de Lebrija Martínez Cala y Jaraba, autor de la primera gramática en Europa de una lengua viva, que "ordenó la ruda fabla del medievo español", nos dejó escrito: "El idioma es un instrumento de imperio; el dialecto, afirmación de personalidad".
Esta sabia expresión no responde a la escasa importancia que aquí damos al estudio serio del andaluz, una variante importantísima del castellano y cuya realización práctica ha de llenarnos de orgullo a todos los andaluces por sus abundantes giros, expresiones, dichos, riquísimo vocabulario, modismos, sabios refranes, ingenuas metáforas, ingeniosas, ocurrentes y oportunas comparaciones que le dan vida, riqueza y vuelo a una modalidad lingüística con tanto prestigio histórico que ha logrado traspasar los mares proyectándose con toda dignidad en Canarias y en Hispanoamérica. "Ya es hora de hacer luz", exclamó Blas Infante, y ya es hora para muchísimos andaluces de que la Administración andaluza vele, valore, defienda y promocione esta seña de identidad del pueblo andaluz que es su habla.
Últimamente se viene observando la gran confusión reinante todavía con respecto al uso del femenino de los cargos y profesiones que tradicionalmente se han venido empleando exclusivamente en los varones. Tras la aprobación de la Constitución española, en la que se defiende y proclama la igualdad de derechos y deberes entre el hombre y la mujer, se viene usando todavía más que tímidamente la diferenciación de sexo en la mujer que, actualmente, desempeña esos cargos o profesiones.
Así, se oye aún hoy con cierto recelo, con extraña reticencia, "catedrática, abogada, médica, jueza, alcaldesa, concejala, magistrada, procuradora, practicanta, gobernadora...". Resulta sorprendente que sea siempre el pueblo quien lleve, con su proverbial sabiduría rebosante de lógica, la iniciativa ante la resistencia existente en la aplicación de muchas normas en cuestiones de la lengua hablada.
No es de dominio público que la Real Academia de la Lengua Española aprobó ya, con fecha del 5 de diciembre de 1930, el uso del femenino en los cargos y profesiones que estaban reservados, hasta entonces, a los varones. ¡Claro! Como en aquella época la mujer era casi exclusivamente modista, o estudiaba para maestra, o ejercía de matrona, no hubo necesidad de emplear de inmediato la norma novedosa que tan docta casa había establecido.
Hoy, en cambio, ha llegado el momento de utilizar con plena seguridad el femenino de todos los cargos y profesiones que, en igualdad de condiciones, llegue a alcanzar, por méritos propios, cualquier mujer española. Si el pueblo ha hablado y la Real Academia de la Lengua Española así lo tiene proclamado desde hace tantas décadas, ¿a qué esperamos? ¿Qué tememos?
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