El espectáculo del PP gallego
El progresivo endurecimiento de la imagen del Partido Popular, que en los últimos meses va adquiriendo un tinte más de derecha y menos de centro, empieza a preocupar a algunos responsables del PP. Las críticas han llegado hasta la dirección del partido, que estudia una campaña para frenar ese deterioro. La idea es suavizar los perfiles, incluso los de la escenografía de las convenciones del partido, e intentar transmitir una imagen menos fría y alejada.
El caso del Prestige ha tenido un efecto muy profundo en esa imagen de frialdad. El pequeño respiro obtenido a raíz de la desafortunada intervención parlamentaria de Jesús Caldera y de las acusaciones al PSOE de aprovechamiento electoral de la tragedia, ha dejado paso a nuevas realidades: la primera de ellas es que el caso Prestige ha desatado una feroz batalla política dentro del PP gallego, que ha dado al traste con la imagen de unidad y solidaridad frente al desastre de la que quería presumir el partido.
La batalla interna deja en evidencia la cantidad de intereses que se mueven en torno al dinero público que se va a destinar a paliar los efectos del 'Prestige'
Peor aún, la batalla interna deja en evidencia la cantidad de intereses que se empiezan a mover en torno a la lluvia de millones de dinero público que va a repartir el Gobierno central y que los populares gallegos luchan por controlar (y en algunos casos, dirigir).
La lucha es aún más encarnizada porque ya no campea sobre el escenario el poder omnímodo de Manuel Fraga, muy afectado por el desastre ecológico (y político). La falta de fuerza de Fraga ha llegado hasta el extremo de abandonar el proceso de su sucesión, cuando llegue el momento, en manos del PP nacional, algo impensable hace pocos meses. La certeza de que Fraga ya no está en disposición de dar grandes batallas azuzó inmediatamente el fuego interno del PP gallego, sin que sirvieran de nada los llamamientos para que evitaran dar un espectáculo muy poco patriótico en medio de las actuales circunstancias. Era la ocasión para actuar contra José Cuiña y muchos agraviados se lanzaron a la arena.
La segunda realidad es el enorme alcance de la catástrofe, que va adquiriendo peores dimensiones según pasan las semanas. Los primeros cálculos del Gobierno han quedado desfasados y ahora se reconoce en público que como mínimo harán falta mil millones de euros para limpiar las zonas afectadas.
Esa cantidad no incluye, sin embargo, las subvenciones y ayudas prometidas desde el primer momento ni el coste del programa de inversiones Galicia más que nunca, que el Gobierno asegura que va a poner en marcha. Entre unos y otros capítulos, la cuenta que van a tener que pagar los españoles sigue aumentando día tras día, sin que existan aparentemente suficientes mecanismos de control. "Esperemos que el Gobierno no exija a la oposición que, por lealtad, se calle y no pida información sobre el destino final, bolsillo a bolsillo, de este dinero", ironiza un diputado socialista gallego.
El tema es de especial importancia porque la oposición ya ha anunciado que pedirá a la fiscalía que aplique los mismos criterios de investigación y estricto control a estos miles de millones de euros que a los 90.000 recaudados por Nunca Máis . "Esperemos que el director de los informativos de TVE, Alfredo Urdaci, dedique también el mismo espacio a estos temas que a la denuncia particular presentada contra Nunca Máis", afirma el mismo diputado gallego.
La imagen de antipatía del PP es, sin duda, más profunda en Galicia que en el resto de España. De hecho, varios ministros han reconocido en público que no pueden ni pasar unos días de vacaciones en la zona porque son inmediatamente increpados.
Vuelta a sólo tres candidados
La dirección del PP reconoce que es cierta esa imagen de relativa dureza y asegura que tiene tiempo para modificarla antes de las elecciones. "En los próximos cinco meses, el Gobierno no va a dejar la iniciativa ni un día, de forma que estaremos continuamente en acción", mantiene un destacado dirigente popular. La recuperación de la imagen de marca es importante, explica un analista del PP, porque todavía no existe un nombre que oponer a Rodríguez Zapatero.
Aunque oficialmente se niegue que existan sondeos sobre el grado de popularidad de los candidatos, muchos militantes del PP comentan estos días esas inexistentes encuestas y el dato más relevante de todas ellas: la gran dificultad que encuentra Rodrigo Rato para mejorar sus índices de aceptación popular. Lo único que afirman tener claro es que los candidatos han quedado nuevamente reducidos a tres, al desaparecer de cuajo todas las insinuaciones sobre cuartos y quintos aspirantes.
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