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DON DE GENTES
Columna
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Pajas mentales

Elvira Lindo

COMIENZO denunciando una realidad dolorosa: en España no hay buenas tiendas de moda canina. No las hay. Y aprovecho este artículo para denunciar esta carencia, a mi entender, flagrante. Para que la Pasarela Cibeles o quien sea tome cartas en el asunto. Porque, claro, pasa que llega la hora de sacar a Chiquitín a la calle con este frío inhumano y se me parte el alma. Se me parte, qué caramba. Porque Chiquitín, acostumbrado a vivir entre cojines, con estos fríos se me pone a andar por la calle de puntillas. Literal. Se le da un aire a Chiquito de la Calzada. Chiquitín de la Calzada. Todo cuadra. Y me toca las narices a la par que me duele ver a Cayetano, el bulldog de Bicoca, perfectamente maqueado con un chaquetoncillo tirolés, que le ha confeccionado la modista de los del Fresno en color verde Condesa de Ripalda inspirado en Sonrisas y lágrimas, y ver luego a Chiquitín con sus bolas al vent. En total, que sumida en la desesperación decidí tomar una decisión que, a juicio de los lectores, será exagerada (cosa que me chupa un pie): cogí un jersey de cuello alto que le compré a mi santo en Antonio Miró un día que me sentía culpable, y lo introduje en la secadora. Y se hizo el milagro. El jersey mironiano salió diminuto como para un sietemesino. Desde aquí te lo digo, Miró: te venero, pero comprende que hay causas de fuerza mayor, remédialo y haz una línea canina de cara a la próxima temporada otoño-invierno, te lo pido como escritora y como fan.

Eché unas lagrimillas para que mi santo creyera que el empequeñecimiento de su jersey se debía a un accidente fatal, y mi santo me dijo: "No te preocupes, Lindurri, que si bien es cierto que el jersey Miró me gustaba más que ninguno, me pondré este otro que me compraste en Carrefour con motivo de mi cumpleaños". Qué sencillo. Es que su cumpleaños pilla en la cuesta de enero, y no está una como para meterse en gastos. Me fui al veterinario con Chiquitín vestido de Miró porque hace poco se me lo llevó mi santo al campo y me volvió con una garrapata (Chiquitín, no mi santo), y no vean ustedes el disgusto. Es que a Chiquitín le pasa como a mí, que el campo no le sienta. Y en esto que entro en la clínica Los Madrazo y allí que me veo a Bicoca leyendo Un talibán en la Jaralera y riéndose sola como una posesa. Me inquieta que Bicoca siempre lea el mismo libro. Pero es que ella dice que Alfonso no pierde, sino que gana, con la relectura. Y me regaló un libro por mi cumpleaños (que es el 23, lo digo porque en EL PAÍS no se hacen eco, lo cual me duele). ¡Bicoca regalando libros! Desde que se ha hecho amiga de Boris, está de un intelectual que se sale. Yo pensé que tal vez por influencia de Boris me iba a regalar la última obra de Matamoros. Que, por cierto, ya me la he leído. Me la leí de gratis en el Vips. Me falta el último capítulo porque el guardia jurado me dijo que está prohibido leer los libros de gorra. Joé con los guardia-jurados, qué exquisitos. Pero Bicoca, como siempre, sorprendióme. El libro regalo era Un encuentro con el placer: la masturbación femenina. Venía con la siguiente dedicatoria: "A mí puedes contármelo todo. Siempre tuya, Bico". Me puse roja, la verdad, como si me hubiera pillado en falta, y no sé por qué. A todo esto, mientras hojeaba el capítulo llamado La masturbación excesiva, que Bicoca me había señalado con un marcapáginas del PP, Cayetano intentaba poseerme sexualmente cabalgando sobre mi pierna derecha. Hace honor a su nombre: Cayetano. Y Chiquitín gruñía porque no tolera que me posean sexualmente otros perros.

Mi santo se pilló un buen rebote porque dice que Bicoca siempre le está haciendo de menos. Y yo le digo una frase de Rodríguez Rivero (por su cultural columna/famoso en el mundo entero): "El onanismo es un humanismo". Pero mi santo dice que si la gente me ve leyendo ese ensayo, van a pensar que estoy falta. A los hombres a veces les sale el primate que llevan dentro. Y no lo digo por crítica, a mí me pone ese toque primate. Pero también me gustaría que Bicoca y mi santo se llevaran mejor, porque sus tensiones me ponen en un membrete. No me gustan las tensiones. En la vida todo puede ser compatible: ser pija y ser de Moratalaz, ¿por qué no?; escribir en EL PAÍS y comprarse un jersey de Ágatha Ruiz de la Prada, ¿por qué no?; escribir en EL PAÍS y asistir a un chat del Grupo Correo, como hice el otro día. Me hicieron preguntas que nunca me habían hecho como autora de libros infantiles, tipo: "¿De qué color lleva el sujetador?". Es que con el Internet los lectores se sueltan mucho. Otro me dijo: "¿Podríamos calificarla a usted como la Marina Castaño del Grupo Prisa?". Me dolió, a qué negarlo. Por varias razones: porque, como dicen los granadinos, Marina Castaño es actualmente una perilla fundía; porque lo que yo quiero es mantener a mi santo y retirarlo de la vida pública; porque si mi santo falta (Dios no lo quiera), digo yo que este periódico no me iba a quitar mi columnilla (digo yo); porque Marina y yo venimos de escuelas literarias diferentes. Y no voy a preguntarles a ustedes cuál de las dos les gusta más porque fijo que me pasaría como a Terelu, que invitó a sus telespectadores a que votaran a la peor vestida de España y sus telespectadores la han colocado la segunda del ranking. Es que la gente es muy mala, la gente no es ni como usted ni como yo.

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Sobre la firma

Elvira Lindo
Es escritora y guionista. Trabajó en RNE toda la década de los 80. Ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por 'Los Trapos Sucios' y el Biblioteca Breve por 'Una palabra tuya'. Otras novelas suyas son: 'Lo que me queda por vivir' y 'A corazón abierto'. Su último libro es 'En la boca del lobo'. Colabora en EL PAÍS y la Cadena SER.

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