Vida de artista
La generación beat, el flower power y la eclosión de libertad y "autoconocimiento", tan de moda en los años setenta del pasado siglo, convirtieron al escritor alemán Hermann Hesse (1877-1962) en un ídolo juvenil comparable a John Lennon, Jim Morrison o Che Guevara. Pero la mayoría de los apasionados lectores de Siddharta, Demian, El lobo estepario o El juego de los abalorios poco sabían acerca de la biografía de su autor. Acaso corría de boca en boca el tópico de que Hesse fue desde niño un "rebelde" y, luego, un "antiburgués", que pasó gran parte de su vida retirado en un pequeño rincón italiano. Bastante verdad contenía la idílica imagen, pues, a grandes rasgos, representaba el tipo de existencia que Hesse eligiera para el futuro ya desde su adolescencia.
Y TODO COMIENZO TIENE SU HECHIZO. BIOGRAFÍA DE HERMANN HESSE
Alois Prinz Traducción de Constantino Ruiz-Garrido Herder. Barcelona, 2002 398 páginas. 19,80 euros
El impetuoso joven quiso "ser poeta" apenas leyó unos versos de Hölderlin. Abandonó unos aburridos estudios en el célebre seminario suabo de Maulbronn y, tras sufrir un calvario a través de tétricas instituciones pedagógicas, estuvo a punto de terminar en un manicomio. Casi con veinte años, llegó a un acuerdo con sus padres: que lo dejasen a su aire y él se encargaría de encauzar su vida; el arte y la creación serían sus objetivos, nada le retendría entonces en el trabajo y el estudio necesarios para autoeducarse y formarse como escritor. Tras ejercer diversos oficios con los que mantenerse, ayudante de librería o relojero, a sus 27 años, Hesse publicó su primera novela, Peter Camenzind, donde relataba los avatares de un adolescente en proceso de madurez; el éxito fue tan rotundo que con las liquidaciones de las ventas del libro pudo casarse y atreverse a vivir de la literatura. A partir de entonces, las cosas salieron como él dispuso; sus obras se vendían y se hizo famoso. Con todo, tanto este primer matrimonio -fruto del cual fueron tres hijos- como el segundo fracasaron. La vida sentimental de Hesse, tal como nos la narra su biógrafo Prinz, no pudo ser más fría y distante: por encima de cualquier otra cosa, al escritor sólo le importaba su idiosincrasia y el afán por su obra. Ya con 60 años se casaría con una mujer más joven que lo admiraba desde niña.
En general, hasta poco an-
tes de la Gran Guerra, el Hesse que describe Prinz es, ciertamente, extravagante y ególatra, sumido en una espera y en el anhelo de un no sé qué inalcanzable. En cuanto a sus obras, descubrimos que abundan en contenido autobiográfico, pero hasta el punto de que parecería que Hesse hubiese sido incapaz de escribir una sola línea de no haber existido él mismo como tema. Las cosas cambian tras la guerra, y ahí comienza la parte más interesante de la biografía, que presenta la apacible madurez intelectual del célebre autor, que obtendría el Premio Nobel en 1946. La I Guerra Mundial, los años de la inflación alemana y la II Guerra Mundial muestran a un Hesse que piensa más en el mundo exterior que en sí mismo. En la época más trágica de Europa, el escritor estuvo a la altura de las circunstancias, reconociendo de inmediato al enemigo: el totalitarismo, el nacionalismo desaforado, las nefastas ideologías y los partidos políticos; en definitiva, todo aquello que pretendía anular al individuo singular, capaz de pensar por sí mismo. Es entonces cuando Hesse adquiere proporciones de gigante.
El libro de Alois Prinz -autor de quien Herder ha editado también una biografía de Hannah Arendt- llena un clamoroso vacío de información biográfica en castellano acerca de este autor al que siempre será necesario leer en la adolescencia, pero al que también hay que releer incluso cuando se ha dejado atrás la juventud y se descree de las modas.
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