El Papa exige intransigencia a los políticos católicos en temas de familia y eutanasia
El Vaticano recuerda en un documento que los principios cristianos son "innegociables"
El católico no puede "abdicar de la política", y menos en el complejo mundo actual, donde triunfa "el relativismo moral" y donde en aras de una pretendida "tolerancia" se intenta que renuncie a las señas de identidad de la "cultura católica". Éste es el fundamento de la Nota Doctrinal del cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (ex Inquisición), hecha pública ayer en el Vaticano y dirigida a los políticos católicos. En el documento se abordan como principios cristianos "innegociables" la defensa de la vida (no al aborto, la eutanasia y la investigación con embriones) y el rechazo a los matrimonios homosexuales y al reconocimiento de las parejas de hecho.
El documento, titulado Nota doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida política, viene a reivindicar, sobre todo, el derecho de los fieles católicos a intervenir en la vida política y social de sus países respectivos para defender "la cultura católica" sin complejo "de inferioridad" alguno. La nota señala así, recordando la constitución pastoral del Concilio Vaticano II, que "la Iglesia tiene el derecho y el deber de pronunciar juicios morales sobre las realidades temporales cuando lo exija la fe o la ley moral".
El cristiano, señala la nota, está llamado a reconocer la legítima pluralidad de opiniones temporales, pero también "a disentir de una concepción del pluralismo en clave de relativismo moral, nociva para la vida democrática, pues ésta tiene necesidad de fundamentos verdaderos y sólidos", es decir, de principios éticos no "negociables".
¿Cuáles son estas realidades temporales que la Iglesia está dispuesta a defender a ultranza? El documento incluye en esa lista de "exigencias éticas fundamentales o irrenunciables" las leyes civiles "en materia de aborto y eutanasia (que no hay que confundir, señala la nota, con la renuncia, totalmente legítima, al ensañamiento terapéutico) que deben tutelar el derecho primario a la vida desde su concepción hasta su término natural. Otra de las exigencias que se citan es la defensa del "embrión humano".
Ante la inquietud que suscita "la conquista científica" se recuerda también a los legisladores católicos "la precisa obligación de oponerse" a toda ley que atente contra la vida humana, y de salvaguardar "la tutela y la promoción de la familia, fundada en el matrimonio monogámico entre personas de sexo opuesto y protegida en su unidad y estabilidad, frente a las leyes modernas sobre el divorcio".
La nota se ha hecho pública un día después de que el Parlamento de Estrasburgo instara a los parlamentos nacionales de la UE a legalizar a todos los efectos la convivencia de parejas homosexuales o "parejas de hecho". Para la Congregación de la Doctrina de la Fe "no pueden ser equiparadas jurídicamente a la familia otras formas de convivencia, ni éstas pueden recibir en cuanto tales, reconocimiento legal". En esta lista de principios irrenunciables para los políticos y laicos católicos figura también la libertad de los padres "a escoger la educación de sus hijos", y un breve corolario en el que se menciona la tutela de los menores, el derecho a la libertad religiosa, y el deber de impulsar el "desarrollo de una economía que esté al servicio de la persona y del bien común".
No es casual que el documento, firmado por Ratzinger, guardián de la ortodoxia católica, parta de la denuncia de una situación en la que "los ciudadanos reivindican la más completa autonomía para sus propias preferencias morales, mientras que, por otra parte, los legisladores creen que respetan esa libertad formulando leyes que prescinden de los principios de la ética natural, limitándose a la condescendencia con ciertas connotaciones culturales o morales transitorias, como si todas las concepciones de la vida tuvieran igual valor".
Naturalmente, Ratzinger rechaza este extremo y aprovecha para recordar que el derecho a la "libertad religiosa", proclamado por el Concilio Vaticano II, "se basa en la dignidad ontológica de la persona humana", y de ningún modo "en una inexistente igualdad entre las religiones y los sistemas culturales".
La nota doctrinal de Ratzinger, dirigida a quienes se sientan "llamados a la participación en la vida pública y política en sociedades democráticas", fue aprobada por el papa Juan Pablo II el 21 de noviembre pasado.
La voz de la ortodoxia
El documento se plantea como un intento de clarificación de la posición de la Iglesia, en vista de las "orientaciones ambiguas y posiciones discutibles que han aparecido". Los responsables de esta distorsión son "algunas asociaciones u organizaciones de inspiración católica" y "algunas revistas y periódicos católicos" que "han expresado posiciones contrarias a la enseñanza moral y social de la Iglesia en cuestiones éticas fundamentales", o han orientado a sus lectores "de manera ambigua e incoherente". "Deben ser rechazadas", añade la nota, "las posiciones políticas y los comportamientos que se inspiran en una visión utópica, la cual, cambiando la tradición de la fe bíblica en una especie de profetismo sin Dios, instrumentaliza el mensaje religioso".El cardenal Rat-zinger se refiere a sectores progresistas católicos de América Latina, pero también a movimientos críticos con la orientación dogmática actual, como la Corriente Somos Iglesia, partidarios de derribar las barreras que separan al cristianismo de otras religiones. En un comentario a la Nota Doctrinal escrito por el arzobispo de Colonia, cardenal Meisner, se alude también a los sectores que se han desviado de la ortodoxia y se han abierto a la sociedad "con demasiado celo". El prelado alemán considera de enorme actualidad el documento, "que aborda de modo explícito problemas", que hoy se definen como posmodernos. El Vaticano difundió también un comentario del arzobispo de Bolonia, cardenal Giacomo Biffi, considerado como uno de los máximos exponentes del ala conservadora en la cúpula católica. Biffi subraya que, puesto que la existencia de una "cultura católica" es irrefutable, por minoritaria que ésta sea, tiene todo el derecho a ser defendida por la Iglesia con los medios que ofrece la sociedad democrática, incluida la actividad política.
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