Turquía, Egipto y Arabia Saudí buscan una fórmula "aceptable por todos" para evitar la guerra en Irak
Turquía y países árabes como Egipto y Arabia Saudí buscan conjuntamente "una fórmula aceptable para todas las partes" que evite la guerra que Estados Unidos planea contra Irak, según informó ayer el presidente egipcio, Hosni Mubarak. Tanto para Turquía, miembro de la OTAN y aspirante a ingresar en la Unión Europea, como para los regímenes prooccidentales de El Cairo y Riad esta guerra sería un desastre económico y, peor aún, podría provocar desestabilizadores movimientos populares antiamericanos. El 88% de los turcos se opone a los planes de George W. Bush y sus halcones, un porcentaje que es incluso superior en el mundo árabe.
Mubarak no dio más detalles sobre esa "fórmula", pero confirmó que la reciente gira por Egipto, Siria, Jordania y Arabia Saudí del primer ministro turco, Abdalá Gül, ha tenido como objetivo forjar un bloque regional que medie entre Washington y Bagdad. El rais egipcio señaló que todos los interlocutores árabes de Gül y, según precisó, también los sirios comparten la idea expresada por el primer ministro turco según la cual es preciso "remover hasta la última piedra para intentar encontrar una salida pacífica". Mubarak recibirá el sábado a un emisario de Sadam Husein y, según informó, está "en contacto permanente con el Gobierno norteamericano".
Un mismo sentimiento
Aunque turcos y árabes llevan décadas dándose la espalda -los turcos decididos a abandonar política, cultural y socioeconómicamente Oriente Próximo e incorporarse de pleno a Occidente- sus opiniones públicas coinciden ahora en oponerse a la guerra que Bush ha decidido librar contra Irak. El sentimiento es el mismo en Estambul y El Cairo: Sadam Husein está lejos de ser el principal problema que afronta hoy la humanidad y todo, incluso las inspecciones de Naciones Unidas, parece confirmar que su arsenal es obsoleto y pobretón. Por el contrario, los turcos comparten con los árabes el sentimiento de que el fin de los sufrimientos palestinos es una tarea mucho más imperiosa.
El Gobierno turco, en manos del Partido de la Justicia y Desarrollo (AKP), la formación islamista moderada que ganó las legislativas del pasado noviembre, y los de países árabes como Egipto y Arabia Saudí calculan que la guerra tendría consecuencias desastrosas para las economías de sus países. Egipto cifra en 8.000 millones de dólares sus pérdidas posibles en turismo, exportaciones y rentas del canal de Suez. También intuyen que podría despertar una ira popular de imprevisibles consecuencias. Mubarak afirma que se siente más amenazado por una explosión callejera de antiamericanismo en su país que por las armas de Sadam Husein.
Para Turquía el dilema es todavía peor. Como mínimo, EE UU quiere utilizar los aeropuertos turcos para lanzar ataques aéreos contra Irak y eso es algo que parece tener garantizado. A juicio de la revista Newsweek, Washington dispone ya de luz verde para emplear las bases aéreas de Incirlik, Batman, Diyarbakir y Ayfon, y los puertos marítimos de Mersin, Iskenderun y Tasucu. Más difícil, en cambio, es que Turquía acceda a la máxima exigencia estadounidense: la de lanzar un ataque terrestre contra Irak desde suelo turco, con unos 80.000 soldados.
EE UU combina ante Turquía el palo y la zanahoria. Por una parte, negocia con los militares turcos, que constituyen el principal poder del país, se consideran custodios de la tradición secular y prooccidental de Atatürk y miran con desconfianza al Gobierno islamista del AKP. Hace unos días, el general Richard Myers, jefe del Estado Mayor norteamericano, se entrevistó en Ankara con su homólogo turco, el general Hilmi Ozkok.
Por otra parte, EE UU le ofrece a Turquía una ayuda directa de 14.000 millones de dólares como compensación por el precio que este país pagaría por la guerra, y la garantía de que seguirá apoyándole a la hora de renovar o ampliar créditos con el FMI y le mantendrá la ayuda militar, el estatuto de más favorecida comercialmente y el apoyo a su candidatura a la UE.
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