_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Quitar a los pobres para dar a los ricos

El presidente Bush parece dispuesto a demoler el presupuesto de Estados Unidos para los próximos años. Cuando Bush asumió el cargo, la perspectiva era tener superávit presupuestarios hasta donde la vista alcanzara. Hoy, gracias a una combinación de irresponsables recortes de impuestos, la ralentización de la economía, el estallido de la burbuja bursátil y un aumento masivo de los gastos de defensa, los déficit enormes dominan el horizonte fiscal.

Tradicionalmente se ha identificado al Partido Republicano de EE UU con presupuestos equilibrados. Eso cambió con la Administración de Reagan, cuando el presidente le dijo al pueblo que podría disfrutar de recortes de impuestos, de un rearme militar y de la continuación de sus programas de gastos favoritos, todo al mismo tiempo. El resultado fue una serie de inmensos déficit presupuestarios para limpiar los cuales hicieron falta años.

Si los estadounidenses no reaccionan contra el déficit causado por la rebaja fiscal, los ricos podrán marcharse con otro regalo de muchos miles de millones

Tanto Bush padre como Bill Clinton tuvieron que aumentar los impuestos para arreglar el desorden de Reagan. Cuando Clinton dejó el cargo en 2000, la situación presupuestaria era la mejor en décadas. Y entonces llegó George Bush hijo para repetir el papel de Reagan: recortes de impuestos, un gran aumento del gasto militar y la continuación o incluso expansión del gasto popular. En enero de 2001, el superávit acumulado para los años 2002-2011 se proyectaba en 5,6 billones de dólares (aproximadamente la misma cantidad en euros). Hacia mediados de 2002, esas expectativas se habían desvanecido.

En vista de este cambio de la coyuntura económica, y la sombra de la guerra en Irak, era de esperar que la Administración de Bush y el Congreso dirigido por los republicanos se mostraran cautelosos a la hora de defender nuevos recortes de impuestos. Pero no, su principal prioridad es aprobar más recortes de impuestos que beneficiarán mayormente a los ricos. Al mismo tiempo, la Administración está pidiendo grandes incrementos del gasto militar. Con las elecciones presidenciales de noviembre de 2004 ya en el horizonte, podemos estar seguros de que no se efectuará ningún recorte significativo de los programas de gasto no militares.

Por tanto, los déficit presupuestarios masivos prometen durar. Si el gasto nacional permanece constante como una fracción de la renta nacional, el resultado presupuestario acumulado para los próximos 10 años será un déficit conjunto de 1,5 billones de dólares. Pero esta cifra puede ser optimista, porque probablemente no tiene en cuenta adecuadamente el factor de los costes de una posible guerra en Irak, ni de otra ronda de recortes impositivos, ni el riesgo de una subida de los tipos.

¿Por qué no preocupa este desorden a los republicanos? A algunos de ellos les interesan más los recortes de impuestos para los ricos que casi cualquier otra cosa. Otros creen que los déficit impondrán recortes importantes de los gastos gubernamentales internos, encogiendo así el Estado, que es lo que desean.

Una cuestión más intrigante es por qué los estadounidenses votan a favor de tales políticas, cuando deberían saber que probablemente les traerán problemas. Una respuesta es que muchos votantes no ven los problemas presupuestarios que se avecinan; otra mejor es que la mayoría de los estadounidenses no votaron realmente a favor de esas políticas.

Predigo grandes déficit presupuestarios para los años venideros y un creciente malestar dentro de Estados Unidos y en el extranjero acerca de la situación macroeconómica de EE UU. Puede que los inversores extranjeros decidan dejar de financiar el presupuesto estadounidense y los actuales déficit contables en condiciones favorables. Puede que el dólar se debilite, y los temores de inflación pueden hacerse más pronunciados. Todo ello restará confianza a los responsables políticos y les hará menos flexibles en sus respuestas a los impactos económicos.

Los pobres, tanto dentro de EE UU como en el extranjero, podrían llevarse la peor parte cuando el presidente Bush y el Congreso digan que, debido a los grandes déficit presupuestarios, no queda dinero disponible para hacer frente a los problemas de la pobreza, la enfermedad y la educación. A menos que los estadounidenses corrientes tomen conciencia de estos riesgos fiscales, los ricos podrán marcharse con otro regalo de muchos miles de millones bajo el brazo, mientras el país y el mundo soportan las duras consecuencias durante años.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_