Nueve filmes argentinos recientes se proyectan en un ciclo en Madrid

Juan José Campanella, director de El hijo de la novia y El mismo amor, la misma lluvia, dijo en agosto que el cine argentino era más conocido en España que en Suramérica. Ahora, aparte de estos títulos, otra filmografía del país llama a la puerta. Desde ayer y hasta el 17 de enero, el Círculo de Bellas Artes de Madrid acoge el ciclo Nueve miradas, una realidad: cine argentino 2001-2002. "Se abre paso el arte del cine en Argentina en el peor momento económico. Sin apenas medios y sin efectos especiales. Se sustituye el marketing por el talento de los cineastas", afirmó su embajador en España, Abel Parentini Posse, en la presentación. Muchas de las cintas ahondan en la crisis que sufre el país. En Vagón fumador, de Verónica Chen, un chico de 20 años que vende su cuerpo a hombres solitarios conoce en un cajero automático a una cantante de rock que deambula por las calles de Buenos Aires; y en Bajar es lo peor, de Leyla Grumberg, otro joven que se prostituye se enamora y está dispuesto a enloquecer. Rosarigasinos, de Rodrigo Grande, narra cómo Tito y Castor, en la cárcel 30 años, se reencuentran con su vida anterior, y en El armario, de Gustavo Corrado, un hombre en paro y sin casa vaga por la ciudad con su única pertenencia, un armario, en el que se encierra para dejarse morir. Otro hombre, Carlos, contempla en Tesoro mío, de Sergio Belloti, cómo su vida carece de emoción.

Hay también sitio en este ciclo para la revisión histórica. Laura, de 22 años, hija adoptiva de un policía, contacta con las Madres de la Plaza de Mayo al preguntarse por sus orígenes en El despertar de L., de Poli Nardi. El amor y el espanto, de Juan Carlos Desanzo, recrea la vida de Jorge Luis Borges en los primeros años del peronismo. Se proyectan también la biográfica Luca vive, de Jorge Coscia, que cuenta los últimos días de Luca Prodam, líder de una mítica banda de rock; y la road movie Sudeste, de Sergio Belloti, adaptación de la novela homónima de Haroldo Conti.