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AGENDA GLOBAL | ECONOMÍA
Columna
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EE UU: 'reflación' para salir de la crisis

Joaquín Estefanía

UN CONCEPTO NUEVO se instala en los medios de comunicación norteamericanos: reflación. Reflación: dícese de los intentos de reanimar la economía a base de dinero. El término describe los esfuerzos de los Gobiernos para inflar -o reflacionar- una economía que está atrapada en una crisis, inundándola de dinero; se trata de un esfuerzo administrativo para protegerse de una hipotética deflación (proceso que se caracteriza por una caída generalizada de los precios, y que da lugar a una reducción de la demanda de bienes y servicios).

El presidente Bush está reflacionando la economía norteamericana. De eso trata su último programa de impulso económico: cebar la bomba del sistema a través de las reducción de impuestos a los estratos con más capacidad adquisitiva. Dicho plan tiene una idea fuerza, suprimir el impuesto sobre los dividendos, y varias ideas colaterales: reducción del impuesto sobre la renta y algunas ayudas menores a las pequeñas y medianas empresas. Bush ha quitado el gravamen a los dividendos apelando a la doble imposición de los mismos. Pero esta doble imposición se da en otros órdenes de la actividad productiva y da igual. En el libro La globalización liberal, en el que polemiza con Susan George, Martin Wolf, columnista del Financial Times y antiguo economista del Banco Mundial, describe esta tendencia: "El sistema grava dos veces los ingresos de las empresas: una primera vez grava los beneficios de las sociedades, y una segunda, los ingresos percibidos por los accionistas cuando se distribuyen en forma de dividendos. Es objeto de debate entre los economistas la cuestión de si es una buena idea gravar los beneficios de las sociedades como tales. A mi entender, es una mala idea. Sería más lógico gravar a los propietarios sobre la base del ingreso total generado por las empresas, con inclusión de las ganancias diferidas".

Eliminado el gravamen sobre los dividendos, la próxima batalla fiscal en Estados Unidos será la supresión del impuesto de sucesiones. El plan de Bush es una reforma fiscal regresiva disfrazada de impulso a la economía

El plan de Bush es una reforma fiscal regresiva disfrazada de impulso a la economía. A la coyuntura americana -que está creciendo alrededor de un 3%- se la reanimaría eliminando las incertidumbres sociopolíticas que la acongojan: la guerra contra Irak. Los costes de los continuos anuncios de que va a haber conflicto bélico son muy altos. Un informe de la Brooking Institution (muy conservadora) y del Urban Institute señala que el 1% de los contribuyentes más ricos recibirá el 42% de los beneficios de la supresión del impuesto sobre los dividendos. El plan de Bush demuestra -y los demócratas se han dado cuenta y le han mordido el tobillo con esta cuestión- que Bush sigue muy cerca del mundo empresarial y de los ciudadanos más afortunados. La rebaja de impuestos irá en detrimento de la sanidad y la educación pública; además, el presidente ya ha anunciado una reforma a la baja de los programas para la tercera edad y de la Seguridad Social para el resto de la legislatura. En un reciente artículo, Paul Krugman pronosticaba que la próxima batalla fiscal en Estados Unidos será la desaparición del impuesto de sucesiones, que también afecta proporcionalmente más a los más poderosos. En esta situación se hacen más explícitas que nunca las palabras del filósofo Pascal Bruckner, autor de Miseria de la prosperidad: "Las élites sólo saben enriquecerse".

¿Qué ocurre en una economía si se la reflaciona excesivamente? Los republicanos de Bush se han puesto de acuerdo en activar todas las armas de la política económica y colocar a la coyuntura en la senda de crecimiento en la que la dejó el demócrata Clinton: política monetaria (a través de las continuas reducciones de los tipos de interés) y política presupuestaria expansivas (reduciendo los ingresos públicos y aumentando los gastos de defensa y seguridad). Y depreciación del dólar. El primer precio es un enorme déficit, que ha sido de 158.000 millones de dólares en 2002, y puede alcanzar los 250.000 millones en el año fiscal en curso.

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