"El Estado de Israel hace cosas terribles y el mundo se calla"
"La situación en Oriente Próximo ha empeorado enormemente desde los años setenta y primeros ochenta cuando yo era corresponsal de Le Nouvel Observateur", lamenta la escritora y periodista francoturca Kenizé Mourad. La autora de De parte de la princesa muerta (Muchnik editores) ha regresado a Jerusalén para preparar su próximo libro, una recopilación de entrevistas con israelíes y palestinos que va a publicarse el próximo marzo bajo el título El perfume de nuestra tierra. Voces de Palestina y de Israel.
"Es triste ver cómo las situaciones se llevan al límite: el Estado de Israel hace cosas terribles y el mundo se calla", se duele Mourad. "Al menos en los sesenta y los setenta luchábamos, nos interesaba lo que sucedía e intentábamos hacer algo", asegura. "Ahora vivimos en una sociedad en la que la gente se privatiza en sus problemas de dinero, de familia, y el Estado, a través de la televisión y de algunos medios, nos persuade de que no podemos hacer nada". "La gente pasa de la política y eso aumenta el riesgo de dictadura", advierte la escritora.
Esa situación es especialmente grave en el caso del conflicto israelo-palestino. "Se dice que hay calma cuando no hay ataques contra los israelíes, la prensa olvida que todos los días hay cuatro o cinco muertos palestinos, la mayoría personas sin implicación directa en la violencia; la prensa olvida también que cuando se mantiene la calma durante una o dos semanas, Israel la rompe con el asesinato de algún dirigente palestino", constata después de dos viajes recientes a esa tierra en disputa, durante los que ha visitado Jerusalén, Ramala, Gaza, Yenín y Nazaret.
Y, sin embargo, la opinión pública sigue reaccionando de distinta forma según los muertos sean israelíes o palestinos. "Tal vez sea por la crudeza de los atentados suicidas", reflexiona Mourad. "La gran mayoría de los palestinos a los que he entrevistado", precisa sin embargo la escritora, "consideran que los ataques a soldados y dentro de los territorios ocupados son actos de resistencia, pero condenan los atentados suicidas contra civiles dentro de Israel, tanto moral como tácticamente. Piensan que no favorece su causa".
Pero más allá de los muertos, Mourad lamenta "el aplastamiento total de la sociedad palestina, encajonada entre tanques y puesto de control, sin trabajo ni escuela, en la que por primera vez la malnutrición ha alcanzado al 30% de los menores de cinco años, cuando dos años atrás apenas llegaba al 2%". "Son los otros", desmenuza antes de desgranar una retahíla de ejemplos. "Los israelíes no se identifican con las víctimas palestinas. Incluso se está cultivando el racismo, en especial entre los soldados que se refieren a los palestinos como perros".
"Hay un terrible malentendido entre los dos pueblos", explica. "Los israelíes se han creído la gran mentira, como la ha llamado uno de sus periodistas, de que los palestinos rechazaron una buena oferta en Camp David de manos de Barak, y los palestinos por su parte están convencidos de que los israelíes (Sharon, pero también Barak) no quieren en absoluto la paz".
"El problema de Palestina es el problema de todo el mundo, porque es un problema de justicia y de humanidad", defiende. "Se intenta reducir a una cuestión de fanatismo religioso, lo que es como decir de locos, cuando se trata de lucha nacional. Gente que en absoluto es religiosa se une a Hamás o a la Yihad simplemente porque critican a la OLP".
Mourad, nieta de Murad V, el último sultán otomano, vuelve con este libro al periodismo que abandonó para escribir dos novelas con elementos autobiográficos, la ya citada De la parte de la princesa muerta y Un jardín en Badalpur. Hija de un rajá indio y una princesa turca, la escritora, que fue educada como católica en Francia, ha recuperado sus orígenes, incluida la nacionalidad turca en 1996, y se declara "musulmana como una seña de identidad, algo cultural". "El islam ha sido enormemente manipulado", precisa. Admite que los musulmanes se muestran más religiosos que los cristianos, pero encuentra una explicación en la miseria.
"Las condiciones políticas, económicas y sociales en las que viven les hacen agarrarse a la religión", afirma, tras constatar que la práctica totalidad de los países árabes están gobernados por dictaduras. "Después de haber probado el socialismo y el capitalismo, siguen igual de oprimidos, y los clérigos, a los que no profeso ninguna simpatía, intentan hacerles creer que el camino es la sociedad islámica como en tiempos del profeta, con la única intención de hacerse con el poder", asegura. "Sin embargo", señala Mourad, "los iraníes, los únicos que han elegido esa vía, están de vuelta".
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