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Reportaje:

El año de la refundación europea

La primera Constitución europea en casi medio siglo de historia de la UE debe quedar consagrada a finales de 2003

El primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, debe haber soñado muchas veces una escena que tiene todos los visos de convertirse en realidad a mediados del próximo diciembre: el Capitolio romano, escenario de la promulgación de la primera Constitución europea en casi medio siglo de historia. Y él, como presidente de turno de la UE, notario de la rúbrica del nuevo Tratado de Roma por parte de los 25 líderes del gran club, los 15 actuales más los 10 futuros, 46 años después del suscrito en ese lugar por los fundadores del Mercado Común Europeo (Alemania, Francia, Italia, Bélgica, Holanda y Luxemburgo). Todo ello recargará más aún la vanidad del multimillonario empresario metido en política y le disparará hacia la presidencia de la república italiana en 2006.

Continúa abierto el debate sobre la necesidad de un presidente para la UE
Una guerra contra Irak puede ensombrecer el calendario de objetivos

2003 será sin duda el año de la refundación de la UE, el año en el que debe estar listo el primer proyecto de Carta Magna con la simplificación de tratados y la mayor coherencia y mejor reparto de funciones de sus tres ejes institucionales: Comisión, Consejo y Parlamento. Pero queda aún mucha tela por cortar y no está resuelta del todo la batalla entre federalistas, partidarios de una mayor integración europea, y quienes prefieren que siga imperando el método intergubernamental y el poder de las capitales.

Este mismo mes de enero puede perfilarse mucho el horizonte, especialmente en lo que se refiere a la conveniencia o no de crear la figura de un presidente de la UE, cuando Francia y Alemania presenten su propuesta conjunta de reformas en medio de la desconfianza del Reino Unido y de los países más pequeños. Berlín quiere un presidente de la Comisión fuerte, elegido por el Parlamento, algo de lo que se congratulan los socios menores. Por el contrario, París, Londres, Madrid y Roma no se oponen a reforzar las competencias del próximo Ejecutivo, que entrará en funciones el 1 de noviembre de 2004, pero insisten en crear un presidente de la Unión elegido por los Gobiernos, capaz de gestionar tareas y con el que éstos mantengan sus dictados y pongan freno a las veleidades federalistas.

La labor de la Convención que preside Valèry Giscard d'Estaing está llegando a su fin. El pasado octubre el veterano ex mandatario francés explicó el esqueleto de la futura Constitución. Los 105 notables que trabajan desde hace nueve meses por encargo de los Quince tienen previsto concluir los debates esta primavera y entregar las propuestas al Consejo Europeo en la cumbre de Atenas el próximo junio. A partir de ahí se abrirá una pausa antes del arranque formal de una Conferencia Intergubernamental, que se presume breve, en la que los líderes de la Unión examinarán durante la recta final del año las recomendaciones de los asambleístas, las aceptarán o las rechazarán o, las atemperarán con fórmulas de compromiso tan dadas en la historia de la UE. En esa conferencia participarán también los mandatarios de los 10 países de la ampliación.

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La presencia en la Convención de pesos pesados como los ministros de Exteriores francés, alemán o español, el secretario de Asuntos Europeos británico o el viceprimer ministro italiano hicieron pensar desde el principio a muchos expertos que los Gobiernos no se alejarían demasiado de lo que la asamblea sugiriese. Además, todas las cancillerías han pedido a Giscard que entregue ya una serie de opciones sobre las que dar respuesta antes de la finalización de los trabajos.

El calendario de objetivos de la UE durante el presente ejercicio puede verse ensombrecido por una posible guerra en Irak, la subida del precio del petróleo y el consiguiente retraso de la recuperación económica. El impacto del conflicto puede ser muy significativo y echar por tierra las modestas previsiones de crecimiento: 2% en el conjunto de los Quince y 1,8% para la zona euro, un punto más que en 2002, pero inferior a lo que crecerá este año la economía estadounidense.

La moneda única puede debilitarse como resultado de una crisis en Oriente Próximo y con ello afectar negativamente al resultado del referéndum sobre el euro que Suecia celebrará en septiembre y en el que el Gobierno de Göran Peterson no tiene garantizado el éxito. Dinamarca se prepara también para una nueva consulta en 2004 o 2005, tras el fracaso de 2000. Sigue la incertidumbre sobre cuándo la hará el Reino Unido. En junio el secretario del Tesoro, Gordon Brown, anunciará en teoría una evaluación sobre si se dan las condiciones para el ingreso en el euro, pero Tony Blair debe tener muy presente que las encuestas siguen siendo desfavorables a sus tesis.

Los Quince apoyan sin reservas el cumplimiento de la resolución 1.441 de la ONU para la eliminación de armas de destrucción masiva en Irak, pero tal actitud puede quebrarse en caso de que EE UU se precipite a declarar la guerra y desatienda una posible petición de prórroga del trabajo de los inspectores cuando su jefe, Hans Blix, entregue un informe al Consejo de Seguridad a finales de mes. Existe un claro riesgo de fisura en la Unión y dentro de los propios gobiernos. En Bélgica, por ejemplo, los Verdes, uno de los partidos que integran la coalición gobernante, ya han dicho que no respaldarán ninguna intervención militar.

El rechazo de Alemania, que ocupará a partir del mes que viene la presidencia del Consejo de Seguridad de la ONU, sigue siendo firme aun cuando el ministro de Exteriores, Joschka Fischer, ha insinuado la posibilidad de que Berlín revise una actitud que tantos votos reportó al canciller federal, Gerhard Schröder, en su apurado triunfo en las elecciones legislativas de septiembre, pero que igualmente tantos quebraderos de cabeza le está dando en sus relaciones con EE UU.

El 16 de abril, en otro marco histórico, la Acrópolis ateniense, la presidencia de turno griega será anfitriona de la firma del Tratado de Adhesión de los 10 nuevos socios de la UE: Polonia, Hungría, República Checa, Eslovaquia, Eslovenia, Lituania, Letonia, Estonia, Malta y Chipre. Su entrada quedó oficializada en la Cumbre de Copenhague el pasado diciembre, pero no se hará efectiva hasta el 1 de mayo de 2004. Sus poblaciones tendrán que refrendar en los próximos meses la adhesión, que, salvo en Hungría, no suscita el calor que despertó en su día en España y Portugal, porque acusan a Bruselas de no haber sido suficientemente generosa en la negociación. Precederán al ingreso de Rumania y Bulgaria en 2007.

Luego, en teoría, será el turno de algunos de los países balcánicos (Croacia va a solicitar la adhesión a principios de año) y más tarde de Turquía, el gran reto de la nueva Europa. El itinerario ha sido ya marcado en Copenhague. Los 25 decidirán en diciembre de 2004 si las reformas emprendidas por los nuevos dirigentes turcos cumplen con los criterios políticos que exige el ingreso en la UE sobre la base de un informe previo que haga la Comisión. De ser así, la apertura de negociaciones comenzará en 2005, aunque nadie sabe cuándo ni cómo llegarán a puerto, o si llegarán.

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