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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Pesos y medidas, según Alfaro

Tras medio siglo de constante y fecunda actividad artística, Andreu Alfaro (Valencia, 1929), uno de los mejores escultores vivos de nuestro país, sigue en la brecha. La galería Metta exhibe ahora una exposición individual de un importante conjunto de obras últimas, entre 1998 y 2002, aunque la mayor parte realizadas en fechas recientes, lo cual refleja una inquietud creativa insaciable. Ni el paso del tiempo, ni, sobre todo, su merecida consagración en la historia del arte español, que ya era un hecho hace por lo menos 25 años, han amortiguado su afán de renovación constante. Ya a comienzos de la década de 1980, Alfaro sorprendió a todo el mundo con el nuevo giro dado a su obra, que desbordó las lindes de su anterior trayectoria constructivista, en la que alcanzó una complejidad estructural y un refinamiento formal propios del barroco más sofisticado. En la plenitud de la madurez, Alfaro no ha cejado en estas incesantes búsquedas y desafíos, como si el cumplir años le rejuveneciese.

ANDREU ALFARO

Galería Metta Villanueva, 36. Madrid Hasta el 27 de enero

En este sentido, aunque lo que ahora hace no nos sorprenda, no por eso deja de asombrarnos, empezando por sus actuales columnas de acero cortén, con su ascendente juego de asimetrías, cuya resolución formal evoca el sutil dibujo ornamental del bronce de la antigua China, como si a Brancusi se le hubiera sometido a una insólita deriva extremo oriental. Pero la escultura en piedra de este Alfaro último aún nos lleva por derroteros más insólitos y fascinantes, con sus múltiples variaciones de construcción modular, mediante las cuales, una simple secuencia de ángulos rectos, de corte limpio, definen todas las posibilidades físicas, geométricas y simbólicas del espacio. La masa pesante y rotunda del mármol o de la piedra de Osona, formando unidades de compactos bloques prismáticos, no sólo se acoplan o se oponen entre sí, con lo que ello provoca de variada tipología constructiva, sino que, a veces, arman potentes huecos, en los que el espacio brilla negativamente, por la aligerada belleza de lo ausente.

Por esta misma senda, Alfaro puede asimismo delinear una grieta que divida, sin descomponer, una monótona pared pétrea, y, por qué no, horadar su centro con dos óculos. En todo ello actúa ese principio de contradicción, que Alfaro menta en algunos de los títulos de estas muy ricas y diversas estructuras, que borran la separación entre arquitectura y escultura, como así estaba borrada en algunos de los prehistóricos conjuntos megalíticos conservados. De esta manera, "avanzando hacia atrás", como ha sido característico del mejor espíritu vanguardista, Alfaro nos introduce en su peculiar ámbito donde el espacio jamás es algo inalterable, sino una constantemente reinventada energía poética, incluso cuando la escultura se hace grávida y se posa con estática firmeza en el suelo, como sujetando la tierra con el peso del orden.

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