"El euro nos ha protegido este año de las tensiones externas"
Pedro Solbes (Pinoso, Alicante, 1942) vivió en primera fila el lanzamiento del euro hace justo un año como comisario europeo de Asuntos Económicos y Financieros. Y como firme defensor del proyecto europeo, sigue mirando con gran emoción las dos caras de la nueva moneda que hoy corre por las manos de más de 300 millones de ciudadanos. Aunque lo disimula diciendo que "con un cambio histórico como éste, es como si todo hubiera sido siempre así". "En cambio, ha sido sólo hace 12 meses", añade.
Pregunta. ¿Qué balance hace del primer año de funcionamiento del euro?
Respuesta. Desde el punto de vista logístico ha sido un éxito sin precedentes. En sólo tres o cuatro semanas todo el mundo empezaba a utilizar la nueva moneda sin ningún tipo de recelo. Ya se percibía a final de año, cuando la primera distribución de monedas produjo una demanda muy superior a lo esperado.
"Me gustaría que el Reino Unido se uniera, pero no estoy seguro de que lo haga"
"La operación de introducción del euro ha sido espectacular"
"En el coste de las transacciones bancarias persiste un problema no resuelto"
P. ¿Y cuál ha sido el impacto económico?
R. El euro estaba ya en marcha el 1 de enero de 1999, con un cambio estable. Por lo tanto, respecto a la política monetaria, no ha habido grandes novedades. Y eso ha sido así a pesar de que la situación económica actual es menos positiva de lo que esperábamos.
P. Europa no crecía tan poco desde 1993 y esto ocurre justo el año en que se lanza el euro.
R. Sí, y ha sido algo parcialmente inesperado. Esperábamos que con el euro físico desaparecieran elementos de desconfianza, y que, en consecuencia, Europa iniciara un mayor crecimiento. Pero estoy convencido de que el euro nos ha protegido de las tensiones externas. Sin él, la evolución del tipo de cambio con EE UU hubiera llevado a situaciones como las vividas entre 1992 y 1995. Pensábamos que podíamos trabajar de forma más independiente.
P. La realidad ha mostrado que no es así.
R. Al menos dos factores han reforzado el impacto. Primero, la existencia de multinacionales con patas en uno y otro lado del Atlántico. El segundo elemento son los mercados financieros. Aunque en teoría deberían reflejar la rentabilidad y la estructura financiera de las empresas, es verdad que las nuevas técnicas de valoración han determinado un cierto contagio de EE UU hacia Europa. A ambos factores hay que añadir nuestras propias culpas. No hemos sido capaces de mantener la cuota de consumo privado, incluso con nuestra demanda interna. La incertidumbre ha influido y la subida del precio del petróleo ha disminuido la renta disponible.
P. En el uso cotidiano del euro persisten problemas, como asociarlo con la subida de precios.
R. El euro en sí mismo no es inflacionista. Lo que ha resultado inflacionista han sido los redondeos aplicados por algunos. Hay una diferencia clara entre la sensación que tiene el ciudadano y las cifras estadísticas (los datos muestran que el impacto es de sólo un 0,2%). El ciudadano centra su atención en productos del día a día, como el autobús, el café, la barra de pan, donde sí se han registrado subidas mayores. Se olvida que en la cesta de la compra también entra la hipoteca del coche, de la casa o los seguros, que no han sufrido esta evolución.
P. También hay problemas de adaptación física
R. Es cierto. La adaptación sigue generando tensión porque pertenecemos a tradiciones distintas. Hay países en que el billete afectaba a denominaciones bajas y la moneda estaba prácticamente excluida, y otras donde la moneda es más importante. En España, el nominal menor en billete eran las mil pesetas. La situación no era muy distinta a la actual.
P. El principal problema es el de la "conversión mental", ¿no?
R. Es el más difícil de resolver. Los ciudadanos no aprecian bien en la mayoría de casos el valor en la nueva moneda. Sabemos cuánto cuesta el cine y el taxi, el billete de metro. Pero cuando hablamos de comprar un coche o una casa, la referencia sigue siendo la moneda nacional. Es normal.
P. En las transacciones bancarias no se nota ninguna ventaja.
R. Hay un problema no resuelto. Hemos puesto en marcha una directiva que debe aplicarse a partir del 1 de julio de 2003, que limita el coste de las transacciones supranacionales. Ya no hay costes para retirar dinero de los cajeros. Durante este periodo hemos visto cómo la vieja comisión de cambio se ha convertido en una comisión de operaciones y es lógico que provoque irritación.P. ¿Hay algún tipo de objetivo respecto a la paridad euro/dólar?
R. No, el tipo de cambio lo define el mercado, que toma en consideración las perspectivas de compra y venta de las monedas, que no están necesariamente vinculadas a la situación económica. El debate del euro fuerte hay que entenderlo a medio y largo plazo. Se tiende a defender una moneda débil por las ventajas a corto plazo de las exportaciones. Pero es un error a medio y largo plazo. Un euro fuerte significa abaratamiento de los productos de importación, menos inflación, y si somos capaces de tener políticas correctas, mayor posibilidad de competir en un contexto económico más amplio. El euro fuerte es una buena política y debemos seguir en la misma dirección.
P. ¿Cree que el euro ha sido un mal trago para los que se oponían a la moneda única?
R. Muchos consideraron que el euro era una operación exótica porque detrás no había un poder político. Es verdad que esta realidad dificultaba la operación, pero es compatible sobre la estructura que tenemos en el Tratado, que es una política económica nacional, pero coordinada. Es cierto que esto tiene sus limitaciones y por eso tiene que producirse de verdad la coordinación, y que pueden verse afectados aquellos países que discrepen de la media. Esos países deben adoptar medidas para seguir siendo capaces de competir en el marco de la moneda única.
P. El año del euro ha coincidido con el año en que más vapuleos ha recibido el Pacto de Estabilidad, como piedra angular de la economía europea.
R. El Pacto es un compromiso a largo plazo y hay que salvaguardarlo por encima de todo. No sólo comporta obligaciones formales, sino un sentido económico. Tenemos que tomar en cuenta el ciclo si queremos que jueguen los estabilizadores automáticos. De la experiencia anterior de buen ciclo económico y de los países que no lo sabían aprovechar sacamos la conclusión de que es conveniente que la Comisión llame la atención cuando estos países se desvíen en una mala coyuntura, pero también cuando se desvíen en la buena coyuntura y tienen comportamientos procíclicos, producen mayores gastos y no se realizan los esfuerzos necesarios para periodos de vacas flacas. Hemos visto que se pueden permitir desviaciones en determinados casos y también algo que ya estaba en el Tratado de la UE, que es prestar mayor atención a la deuda pública, porque la experiencia demuestra que su bajada no está automáticamente vinculada a la reducción del déficit.
P. ¿Espera ver al Reino Unido en el euro?
R. Yo espero ver ampliada la zona euro antes de marcharme, dentro de dos años. Me gustaría que se ampliara al Reino Unido, pero no estoy seguro de que se produzca por ahí. Creo que es bueno que entre y las puertas están abiertas, pero es una decisión suya. También creo que no podemos esperar sin seguir avanzando.
P. Parece que se está aconsejando a los candidatos que no se den prisa por entrar en el euro.
R. No es cierto, los países candidatos son exactamente igual que el resto. Cuando sean miembros de la UE tendrán las mismas obligaciones y cuando cumplan los criterios de convergencia tendrán derecho a formar parte del euro. El gran debate que se plantea en esos países es el euro. Ahí es donde está el error fundamental. El objetivo no es el euro, sino tener una situación macroeconómica sana. El euro vendrá después.
P. ¿Hay cálculos sobre cuánto dinero negro circula ya ahora?
R. Hay quien explica que el incremento del mercado inmobiliario se debe en parte a esto. Es verdad que ha habido demanda de billetes grandes en algunas zonas, pero no hay datos fiables.
P. ¿Cuál puede ser la consecuencia económica de una guerra en Irak?
R. Los impactos serían significativos, pero parten de una hipótesis difícil de valorar. El aspecto que más se verá afectado es la evolución del precio del petróleo, que ha estado más alto de lo que cabía esperar en circunstancias normales por esta incertidumbre.
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