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OPINIÓN DEL LECTOR
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Biblioteca Nacional

El pasado viernes 13 de diciembre salí sobre las seis de la tarde de la Biblioteca Nacional. Investigo en ella desde 1942, fui funcionario interino (en Información Bibliográfica) durante varios años y en ella pueden consultarse varias de mis publicaciones. El mal funcionamiento actual ha de corregirse. Antes de morir, quiero verla como fue. Me había quejado en el control de salida de cómo examinan nuestros papeles, sin guantes, manchándolos, llenándolos de microbios y rompiendo las fundas de plástico (para evitar el manoseo) al introducir en ellas, sin cuidado, manos con sortijas. La señorita me dijo, en tono chulesco, que me quejara a su jefe. Debe saber cómo actúa y pensó que me asustaría, como habrá hecho con otros.

Yo no lo sabía y reclamé su presencia a las señoritas de la conserjería en la planta baja. Acudió al tercer aviso. Al quejarme por el retraso contestó que "él venía cuando le salía de los cojones". Traía la tarjeta oculta por la solapa de la chaqueta. Le hice identificarse. Le expuse mi queja y dijo que el examen se hacía sin guantes por orden suya. Y que él mandaba en la Biblioteca Nacional.

Le indiqué también que después de pasar el control de entrada me dirigí al ascensor. Me alcanzó un vigilante, que venía dando voces para que me parara. Me preguntó adónde iba. Dije que al ascensor y contestó que para ello había que pedir permiso. Añadió, generoso él, que en este caso pasara, pero que en lo sucesivo pidiera permiso.

El ascensor es para los funcionarios. Los investigadores han de usar la escalera o pedir permiso. Hay una clara discriminación, prohibida en la Constitución. Harto ya, y conocedor de lo que se cuenta de la pasividad del director de la Biblioteca Nacional ante los abusos de sus subordinados, le anuncié que pensaba reclamar al Defensor del Pueblo. Y contestó, a voces: "A mí, el Defensor del Pueblo me toca los cojones".

Supongo que si el Defensor del Pueblo está conforme, le toque los cojones con los pies y no con las manos. Espero otra reacción.

El director de la Biblioteca Nacional, al que remito copia de esta carta, debe, hoy mismo, hacer una información preguntando a los que estaban en sus puestos a las seis de la tarde del viernes y oyeron las voces de Juan Cobo. Y suspenderle de empleo y sueldo hasta que se decida el castigo, que incluirá el traslado a donde sean útiles los cojones. En la Biblioteca Nacional, donde hay mayoría de mujeres, son más importantes el cerebro, la educación, el respeto y hablar bajo.

Hay que evitar que esto le pase a un extranjero, que diría cosas de España. A mí nunca me ha pasado nada similar en bibliotecas extranjeras. Sí he visto usar en ellas guantes. Y en otros sitios, como las aduanas, incluso las españolas.

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