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Columna
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Vísperas de guerra

Las músicas de Navidad traen cánticos que tributan gloria a Dios en las alturas y desean paz a los hombres de buena voluntad, pero en Belén y en Bagdad, en Qatar, en Washington, en Londres y por efecto simpatía en Moncloa puede que estemos en vísperas de guerra. En su edición de ayer el Herald Tribune daba cuenta de los planes de Estados Unidos y Gran Bretaña para una invasión a gran escala en cuanto se inicie la guerra contra Irak. Según informaba en EL PAÍS Ricardo M. de Rituerto, la CIA busca tropas y bases en el norte de Irak bajo control kurdo. Bush parece más fuerte que nunca tras la elección de Bill Frist, de Tennesse, como líder republicano en el Senado. Los inspectores de armas de Naciones Unidas siguen buscando los supuestos arsenales de armas nucleares, químicas o biológicas emplazados en Irak pero el Gobierno de Estados Unidos ya ha condenado el informe presentado por Sadam Husein y estima que tiene en su poder evidencias suficientes para justificar la acción militar. De nada servirá el ofrecimiento de Amir al Saadi, consejero de Sadam, de responder las preguntas y dudas suscitadas por el citado informe e incluso de permitir que la CIA envíe agentes a Irak para señalar a los inspectores de Naciones Unidas los lugares donde sospechan que se hallan los arsenales de armas de destrucción masiva.

Otra cosa es que la opción bélica sea positiva, a despecho de la presión que en su favor ejerce la facción ideológica neoconservadora señalada por William Pfaff para quien la guerra de Irak nada tiene que ver con la solución al desafío terrorista de Al Qaeda. En todo caso, como escribió Rafael Sánchez Ferlosio el pasado 11 de noviembre en Abc, "los investigadores de armamento parten, de hecho, ya desautorizados y desacreditados, pero no porque nadie dude de su honestidad, sino porque el Gobierno americano no tiene interés alguno ni el más mínimo deseo de averiguar si el Gobierno iraquí está mintiendo o diciendo la verdad". Así que tras 11 meses de alardes las señales indican que se cumplirá aquella máxima de que cuando la flecha está en el arco tiene que partir o su formulación equivalente en la ley del samurai según la cual "la espada que ha salido de su vaina tiene que matar". Alguna información de última hora podría haber recabado el presidente Aznar, último de los líderes europeos invitado por Bush a la Casa Blanca la semana pasada, pero es improbable que la comparta con el público de a pie. Allí, sentados de espaldas a la chimenea adornada con las guirnaldas navideñas, Aznar hizo una renovación de las promesas del bautismo atlántico y Bush elogió el combate de su huésped al terrorismo y se apropió del lema nunca máis al expresar sus simpatías por la Galicia asolada del chapapote.

Aznar, según dicen los periodistas invitados a la tradicional copa ofrecida durante estas fiestas en Moncloa, ha vuelto contento de Washington. Es natural porque desde Canetti sabemos que "la alegría del más débil es darle algo al más fuerte". Y es seguro que la visita habrá servido para entregarle al amigo más poderoso alguna ofrenda en términos de adhesión inquebrantable para lo que pueda hacerle falta en guerra y paz. La estancia en el despacho oval habrá sido una buena ocasión para verificar cómo la historia de las creencias es la historia de las buenas respuestas, por eso en esa historia sólo se avanza cuando cambia la respuesta, en este caso de Bush, mientras que lo esperable de las preguntas de Aznar es que hayan sido pura rutina. Otra cosa es que, como nos tiene prevenidos Jorge Wagensberg (véase su libro Si la naturaleza es la respuesta, ¿cuál era la pegunta?, en Tusquets editores), la historia de la ciencia y del progreso que nos atañe sea la historia de las buenas preguntas y que los avances buscados se produzcan sólo cuando cambian las preguntas.

Entre tanto, el ministro de Defensa, Federico Trillo, compareció ante la Comisión correspondiente del Congreso de los Diputados el pasado día 18 para informar de las conclusiones de la Revisión Estratégica de la Defensa en la que se trabaja desde hace dos años. El ministro señaló como elementos básicos la potenciación de la acción conjunta de los Ejércitos, la plena profesionalización y modernización de sus dotaciones, la atención a los compromisos derivados de nuestras alianzas y la promoción de una cultura de defensa acorde con la sociedad que vivimos. En cuanto al déficit de reclutamiento, ha encontrado la forma de evitarlo eliminando la cifra a conseguir. Y en un ejercicio de vistosa esquizofrenia las fuerzas armadas se implicarán en la lucha antiterrorista conforme propone Washington y la OTAN pero sólo en el plano internacional. Continuará.

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