_
_
_
_
LA CRÓNICA
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Cristo se vistió en Turín

Ya nadie discute que alguien capaz de crear una página web es tan artesano como alguien que confecciona sillas. Los objetos de las llamadas artes aplicadas no se construyen sólo con las manos, sino con la cabeza. Si hace 100 años se defendía lo artesanal en contra de la tecnología, que avanzaba imparable, ahora es la revancha del arte tradicional frente a una industria cada vez más deteriorada. Hace ahora 100 años, en 1902, Turín vivió una manifestación artística de lujo: la primera exposición internacional de artes decorativas modernas. Allí se dieron cita por primera vez coches y muebles, litografías y fotografías, objetos útiles y simbólicos. Curiosamente, España no tuvo representación. Rememorando aquella cita, Turín acaba de inaugurar una serie de macroexposiciones relacionadas con el diseño que llenan los más importantes palacios de la ciudad piamontesa. La exhibición lleva el nombre de Esposizione internacionale di arti applicate. Artigiano Metropolitano, está dirigida por Enzzo Biffi y puede verse hasta el 23 de febrero.

Turín acaba de inaugurar una serie de macroexposiciones relacionadas con el diseño que llenan sus palacios

Turín es una bulliciosa ciudad italiana, pero sin la pérdida de compostura de Nápoles, el caos de Roma o la saturación turística de Florencia. Uno se imagina que en invierno deben morirse de frío, pero no es verdad, porque es un frío seco que se aguanta bien. Las calles recuerdan la cuadratura del Eixample, aunque los edificios no tengan nada que ver: en Turín proliferan los palacios barrocos y los edificios de grandes entradas y altos ventanales. A veces, al final de una calle, sorprende ver la magnitud de un pedazo de los Alpes que se recorta entre las casas y que parece más un decorado que algo real, asequible a pocos kilómetros. Turín, cuna del risorgimento italiano, capital compartida del diseño y también capital de una Fiat que se desmorona por momentos. Ciudad famosa por sus grisines (o palitos de pan), por sus artes diabólicas y esotéricas y por conservar la santa síndone (o sábana santa), supuesta mortaja de Cristo. Turín, país de risottos y de buen vino. Allí nos reunimos el pasado puente de la Constitución unos cuantos catalanes a mayor gloria de nuestro paisano Gaudí, que -esta vez sí- tenía su rincón en uno de esos espectaculares palacios barrocos.

L'Architetto artista es el nombre de la exposición cuyo comisario es Joan Abelló. Son dos habitaciones, o dos templos: el místico, diseñado por la fotógrafa tarraconense Montserrat Casas, y el profano, que presenta una serie de piezas de marquetería, forja y cerámica gaudiniana. Por cierto, que un busto de nuestro insigne arquitecto, obra de Joan Matamala, se camufla vilmente en el que fue despacho del insigne estadista Cavour, conciencia laica del estado italiano, alma del risorgimento junto con Garibaldi. Era la primera inauguración a la que asistíamos, llegábamos tarde por culpa del avión y era casi la hora de cenar. Lo primero que vieron mis ojos fue un risotto humeante que los camareros llevaban volando por encima de la gente apiñada por las salas. Todo el mundo comía y bebía, pero aquello sólo era el aperitivo. A medio risotto, pues, nos dijeron que teníamos la cena servida en un restaurante.

El buen gusto por la comida y la generosidad son dos de las muchas cualidades de los italianos que yo venero y que pudimos comprobar de nuevo en Turín. La orgía culinaria continuó hasta altas horas de la madrugada departiendo con periodistas y comisarios mucho más divertidos de lo que aparentan a primer golpe de vista. Quedaba por descubrir la Turín diabólica, algo que una de las organizadoras parecía dominar, pero las fuerzas de los comensales se habían agotado por completo y nos retiramos al hotel.

Amaneció nublado, pero a nadie le importaba porque íbamos de un palacio a otro sin parar. Me sorprendió la cantidad de público -de todas las condiciones- que reúne una inauguración: alguien podría pensar que era por el risotto, pero es falso porque no se sirvió nada y era tanta la muchedumbre que tuvieron que fragmentar la entrada. Una cosa habitual es que en cada inauguración el comisario explica toda la exposición con detalle.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Quedamos rendidos a los pies de Roberto Capucci con sus abiti-scultura, un conjunto de vestidos que podrían ser esculturas y que recuerdan la estética gaudiniana. Capucci ha diseñado para el teatro y el cine, y sus vestidos escultura están en los grandes museos. La exhibición, que ya se había presentado en la Bienal de Venecia, forma parte de la exposición L'Eccelenza Italiana: el sector textil a través del arte, la moda y la tecnología. Otra exposición es Masterpieces-Capolavori, la obra maestra en diseño, en la que participan artistas españoles, entre ellos la leridana Francesca Piñol con un tapiz adamascado. En Eccentricity pudimos ver como en la década de 1960 los millonarios caprichosos encargaban un diseño exclusivo que podía ir de un tanga a un coche. La última inauguración sería en unas antiguas caballerizas. Se trata de Il temp(i)o Metalmeccanico, una serie de máquinas monstruosas diseñadas con piezas de coches y que gracias a la intervención de un grupo tipo Fura del Baus, acabaron moviéndose. Lo que no vimos, al final, fue la santa síndone. Naturalmente, no estaba en el programa, pero no deja de ser un trozo de ropa made in Italy.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_