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DON DE GENTES
Columna
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No importa el tamaño

Elvira Lindo

COMIENZO CITANDO a los clásicos: "Tengo el cuerpo muy mal / pero una gran vida social". Mi santo dice que desde que hemos llegado de América no se me cae la casa encima. Y está en lo cierto: yo es que tengo mucha vida exterior. Me debo a mi público, y mi público, lo que espera de mí es que salga por esa puerta, marujee y luego lo cuente. Aun en detrimento de mi salud, y de mi matrimonio, a qué negarlo. A veces salgo acompañada. No por mi santo, que no me secunda, sino por Miguel Munárriz, el hombre más guapo de Alfaguara, que me lleva a firmar libros por el Estado. La vida del autor es dura, máxime cuando hay tanta competencia. Cada autor se fija una meta. La mía es vender tanto como Coto Matamoros. Me come la ambición literaria. El otro día, el mítico Coto resumió en dos palabras el complejo mundo del mercado editorial. Coto dixit: "Si mi libro no se encuentra en las librerías es porque está agotado. Llevo 45.000 ejemplares vendidos en veinte días. Hay unos cuantos libreros reaccionarios que se han negado a venderlo. Allá ellos. Pero como aquí lo que manda es la pasta, ahí están las grandes superficies, que lo están vendiendo como churros". El público aplaudió que te cagas, y hasta mi santo, que estaba en su celda leyendo el libro de Javier Sampedro Deconstruyendo a Darwin (dice mi santo que desde aquí lo recomienda), salió de su retiro con las gafas colgando, y preguntó quién era esa mente preclara y si es que había, al fin, un nuevo programa cultural.

"Vender tanto como Matamoros". Es el deseo para el próximo año que he escrito en la agenda que me ha mandado el periódico. Me he dicho a mí misma: primero llega la agenda, y luego vendrá la cesta. Pero la cesta, ay, no llega. Lo que sí nos ha llegado es un jamón. Me lo encontré cuando llegué a casa la otra noche. Llegaba de Valladolid, donde me había llevado a firmar libros Munárriz, a doscientos por hora, porque si mi meta es Matamoros, la de Munárriz es ser el tío con más multas del Estado. Cada uno con su ambición. En el viaje de ida fui agarrada al asiento, porque acostumbrada a la velocidad de crucero de mi santo (100), esto me echaba la cara para atrás. Cuando llegué a Valladolid, parecía que me había hecho un lifting. El vino vallisoletano hizo su efecto, y a la vuelta, mientras dicho Munárriz pisaba el acelerador, a mí me daba la cabeza contra el cristal. Cosas de borrachuzos. Y entro en mi cocina a eso de las dos, y me encuentro a mi santo comiéndose el jamón. No desvelaré quién nos lo ha enviado. Mi santo me dijo: "Mira, Lindurri, qué jamonazo". Y yo le dije: "Tendremos que llamar para dar las gracias". Y él dijo: "Vamos a comérnoslo antes, no vaya a ser que todo se deba a un craso error y que el jamonazo sea para Vargas Llosa". Y ahí que nos pusimos, mano a mano, a comernos dicha pata. En esos detalles es en los que se le nota a uno el origen.

"Que vendas tanto como Coto". Es el deseo navideño que les dedico a mis amigos. Así se lo dije a Almodóvar la otra tarde, cuando en la librería Ocho y Medio presentó el guión de Hable con ella, que es una preciosidad, con letra de máquina antigua y dibujos del gran Carlos Giménez. Lo presentó Juanjo Millás. Formaban una extraña pareja cómica. Cada uno en su estilo. Los dos con los pelos soliviantados. Pedro, con esos dos cuernos blancos que, de vez en cuando, en unos de esos gestos dramáticos que le asaltan, se sube con las manos hacia arriba, y Juanjo, con los rizos al vent. Por cierto, mi familia me pregunta si los cuernos blancos de Pedro son teñidos y desde aquí lo digo, lo ignoro. Juanjo le preguntó a Pedro que cómo es que se lleva tan bien con su hermano, y Pedro dijo que porque a su hermano no se le ocurre competir con él, y confesó que Agustín, de los dos, es el listo. Me lo barruntaba. Por algo Agustín es el que tiene el carné de conducir. Lo tengo comprobado: en las parejas, artísticas o sentimentales, el listo es el del carné, es el que las mata callando, el que tiene vida interior. Después de la presentación hubo copa y estaba yo con mi vinito en la mano alternando con Anabel Alonso, que tiene una sonrisa de gran comicastra, y que me contaba que va a hacer teatro porque lo del cine está para cantar saetas, cuando va y se me acerca una tele del corazón y me pregunta que si me parezco en algo a Almodóvar. Y estaba yo diciendo que cómo no, que las chicas llevamos años imitándolo, cuando va y me dice la tía reportera que me esconda la copa de vino porque hace mal efecto que salgas bebiendo. Y le dije que yo la copa no me la escondía. Ahora resulta que en esos programas en que no hablan más que de embarazos falsos, desintoxicaciones y romances trucados, hay que tener cuidado con mi copita. Por si el público cree que soy una borracha. Anda que a mí. Hablando de público: desde aquí quiero dar las gracias a ese joven murciano que me ha mandado una felicitación navideña con la foto de Nacho Vidal como Dios lo trajo al mundo. ¡Cómo han cambiado los christmas! Hay unas palabras de Nacho: "Lo importante no es el tamaño, sino el carisma". Asimismo se lo dije a José Mari Calleja la otra noche mientras devorábamos una bandeja de California Roll, y me dice Calleja: "Eso lo dice él, que tiene un pollón que le llega a Donosti".

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Sobre la firma

Elvira Lindo
Es escritora y guionista. Trabajó en RNE toda la década de los 80. Ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por 'Los Trapos Sucios' y el Biblioteca Breve por 'Una palabra tuya'. Otras novelas suyas son: 'Lo que me queda por vivir' y 'A corazón abierto'. Su último libro es 'En la boca del lobo'. Colabora en EL PAÍS y la Cadena SER.

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